Germán Mendoza González

En ocasión de cumplirse 50 años del fallecimiento, un 9 de mayo de 1968 en Sucre, del doctor Germán Mendoza González, figura chuquisaqueña, presentamos este homenaje evocativo.

Germán Mendoza González

Germán Mendoza González

Frases o pensamiento de Germán Mendoza

Frases o pensamiento de Germán Mendoza


    Gonzalo Molina Echeverría
    Puño y Letra / 14/05/2018 02:34

    En ocasión de cumplirse 50 años del fallecimiento, un 9 de mayo de 1968 en Sucre, del doctor Germán Mendoza González, figura chuquisaqueña, presentamos este homenaje evocativo.

    Nació el 25 de octubre de 1884 en la finca Yanani, provincia Oropeza, departamento de Chuquisaca, del matrimonio del Dr. José María Mendoza y doña Gabina González, siendo el último de 8 hermanos (3 varones, 5 mujeres), el mayor de ellos Jaime Mendoza.

    Sus estudios básicos los realizó en el ambiente familiar de la finca de Yanani, bajo la tutela de su madre, particularmente de su hermano mayor Jaime. En Sucre fue complementada y luego se graduó (1909) de Abogado en la Universidad de San Francisco Xavier, especializándose en Derecho Civil y legislación boliviana. Se sabía de memoria el Código Civil en sus 1571 arts. y el Code civil francés de 1804 (2281 arts.), aprendido y meditado en sus largas y solitarias andanzas por los caminos rurales de Potosí y Chuquisaca.

    Fue profesor de Educación primaria en la Escuela Fiscal Daniel Calvo, de Sucre (1910-1913). De castellano, de Economía Política, Estadística y Finanzas en el Instituto Nacional de Comercio de La Paz (1914-1919). Catedrático de Economía Política y Derecho Civil en la Facultad de Derecho de la Universidad de San Andrés de La Paz (1920-1930) y también en la Facultad de Derecho de la Universidad de San Francisco Xavier (1930-1948). “En la cátedra, sus enseñanzas tuvieron el inconfundible sello de la claridad, versación, amistad, y por la profundidad de sus exposiciones, supo captarse la simpatía, admiración y cariño de sus alumnos, a los cuales inducía hacia la investigación, al estudio serio, al robustecimiento de la personalidad”, refiere su sobrina Martha Mendoza.

    Con un sentido crítico de palabra y con la palabra, fue defensor de los débiles y desamparados, tanto en la cátedra, conferencias y escritos.

    Cultivó la poesía, la que fue publicada póstumamente con el título de Azules por la Fundación Cultural “La Plata” en 2003: “ve hoy la luz en letras de molde enriqueciendo nuestras letras y difundiendo el canto de amor de un autor que cobra vida a través de su mensaje de paz espiritual, para encontrar interlocutores en las nuevas generaciones”. Y a decir de Martha Mendoza es “la radiografía de esa alma toda entregada a un auténtico misticismo, ensamblado, a maravilla, con una bohemia impenitente”.

    No fue ajeno al arte musical con la interpretación de la guitarra y la mandolina. En deporte practicó la pelota de mano y caminatas pedestres.

    Integró, con Jaime y Gunnar Mendoza, la Comisión del Ministerio de Relaciones Exteriores en el Archivo Nacional de Bolivia para la búsqueda de documentos sobre la cuestión de los alegatos de Bolivia en el Chaco (1936-1937).

    En el campo del periodismo fue jefe de redacción y redactor de “El Norte”, “El Diario”, “La República”, “Los Debates”, periódicos de La Paz; Director de “La Mañana” y “El País”, de Sucre. A juicio de Martha Mendoza “sus campañas de periodista y conferenciante, siempre se caracterizaron por su valentía, sinceridad y defensa denodada al débil y desamparado”.

    Publicó Teoría jurídica del dinero (Madrid, 1929), y la más destacada de sus obras Vistas de conjunto sobre el Código Civil vigente en Bolivia (Sucre, 1942. LI, 257 p.), con una extensa Dedicatoria-Prólogo dirigida a su sobrino Gunnar Mendoza. Trabajo previamente publicado en la revista Universidad de San Francisco Xavier (T. X, N° 26, Julio-Diciembre 1941, p. 57-158, y T. XI, N° 27, Enero-Diciembre 1942, p. 9-125).

    Javier Mendoza, de sus recuerdos de niñez y adolescencia, retrata a su tío abuelo, afectado por algo, con o sin razón, como un ermitaño que vivía en una cueva, “en el farallón de una quebrada cerca de Sucre”, conviviendo con una “tropa de vagos y malentretenidos que vivían de ese modo”, a pesar de que su hermano Jaime le ofreció una habitación en su casa, habiéndola rechazado por no someterse a ciertas “exigencias”. Un personaje singular, algo raro y bohemio, que no pasaba desapercibido, llamando la atención y curiosidad de la población sucrense. Un lector consumado que siempre andaba con sus amigos los libros, y sus flores. Que tocaba la guitarra y declamaba poesías en cantinas y chicherías para conquistar a las cholitas. Cuenta la anécdota que al no contar con traje para asistir a la boda de su sobrino Gunnar (1942), le escribe una tarjeta a fin de “hacerte compañía, no sólo por parentesco pero especialmente por distinción personal”, y pedirle prestado un terno, botines, camisa, corbata y un sombrero, y presentarse “impecablemente trajeado”.

    En su homenaje, el municipio de Sucre nominó una de las Avenidas principales de la ciudad, con el nombre de Germán Mendoza, paralela a la Avenida Jaime Mendoza, cuyas placas recordatorias fueron colocadas el 25 de octubre de 1983, en el aniversario natal de Germán Mendoza.

    Frases o pensamiento de Germán Mendoza 

    -En Bolivia han dado en llamar ‘servir al país’ servirse del país para prosperar económicamente; prosperar como figurar, figurar como sonar, resonar, encumbrarse, gobernar, influir y qué se yo cuántas cosas más.

    -He creído servir a la verdad; pero cuando la verdad se empareja con la piedad, la encuentro con algo de una estrella que, además de dar luz, da sucesión de seducciones sin cuento.

    -Servir a la verdad es siempre bueno, pero además de bueno, es bello y noble servir a la piedad y a la debilidad.

    -En mis luengos años de profesor, siempre he querido hacer del estudiante un ser que estudie el mundo con vistas propias, con criterio personal, antes que un habilísimo reproductor de lo vigente.

    -Y diré de una vez: Quisiera hacer del estudiante un pensador. El estudiante capaz de llegar a legislador en Bolivia, hace más falta, digo, que el más fácil reproductor. Y el estudiante pensador ha sido el ideal que siempre busqué y quise formar.

    Ofrenda (fragmento)

    ¿Cómo pagar tu ternura para conmigo, papá Germán?

    Fuiste uno de mis mejores amigos y maestros.

    Esos tus dichos salpicados de humorismo.

    Esas tus miradas a las lejanías de encanto indescriptible, sobre todo en los crepúsculos.

    Esos tus versos que en tu propia voz se matizaban de algo que no alcanzo a definir…

    Esa tu prosa amena que se deslizaba vehemente, fustigante, clara, rotunda, en favor de las causas justas.

    Esas tus lecciones de ortografía, con un método tan tuyo, suavizando las asperezas gramaticales y divirtiéndome, al divertirte, con las famosas reglas y sus excepciones…

    Ese tu sistema de conducir al alumno a penetrar en el mundo de la realidad tangible y, alternativamente, al de la ilusión celeste-rosa; a pensar y sentir hondo; a saber distinguir la demagogia vulgar, de la conformidad consciente, constructiva, y, a la vez demoledora. Sí demoledora de prejuicios hipócritas.

    Ya lo sé: tu vida entera, desde niño, fue de una protesta frontal, clara, contra las injusticias, las postergaciones, las marginaciones.

    ¡Desde el fondo de mi ser, bendigo a Dios por haberte dado la vida. Una vida excepcional!

    ¡Con devota ternura!

    ¡Siempre!

     

    Martha Mendoza

    Dos poemas para el tío Germán

    (II)

    El tío Germán

    se murió.

    Él sabía el nombre de los astros,

    él, con su sombrero racho.

    El tío Germán

    se perdió

    con pasito menudo por las calles del tiempo,

    él con su bastón y con su abrigo viejo.

    El tío Germán dobló

    la esquina y nos miró:

    pero no estábamos.

    El viejo tío huraño

    de cabellos al viento

    y largas uñas de profeta o ermitaño,

    que sabía de memoria libros enteros,

    caminador empedernido,

    filósofo picante y medio áspero,

    no se levantó más.

    Sus ojos se asomaron al otro lado

    y susurró “me voy”,

    y fue apagando

    dulcemente

    su viejo sol.

    El tío Germán

    el otro abuelo,

    se murió la otra noche

    y nosotros estábamos muy lejos.

    Mayo de 1968, Argentina

    Matilde Casazola Mendoza

     

     

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