Un tiempo convulso

Mayo del 68 pertenece al imaginario de nuestra época como uno de los acontecimientos que con mayor fuerza ha expresado el deseo de libertad y cambio social en la segunda mitad del siglo XX. Una serie de circunstancias...

Un tiempo convulso

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La noche de Tlatelolco

La noche de Tlatelolco

Jean-Pierre Le Goff sobre Mayo del 68

Jean-Pierre Le Goff sobre Mayo del 68


    FRANCISCO JARAUTA
    Puño y Letra / 14/05/2018 02:35

    Mayo del 68 pertenece al imaginario de nuestra época como uno de los acontecimientos que con mayor fuerza ha expresado el deseo de libertad y cambio social en la segunda mitad del siglo XX. Una serie de circunstancias convergen en un momento determinado en el París de 1968 dando lugar a un explosivo movimiento en el que estudiantes, intelectuales, trabajadores comparten la lucha contra las instituciones, la Universidad en primer lugar, y todo aquello que representaba las formas del autoritarismo. Hoy, al cumplirse el 50º aniversario, es obligado volver a la historia de aquellos hechos y mirarlos con la intención crítica de una comprensión en el horizonte de otros problemas, de otras sociedades como las nuestras.

    La relevancia adquirida por los hechos ya desde su primer momento forzó la aparición de interpretaciones en parte polarizadas. Unos, como Raymond Aron, consideraban Mayo del 68 como un “simulacro de revolución”. Otros, como Edgar Morin, lo calificaron como un “éxtasis de la historia” que conllevaba un cambio de las ideas y las sensibilidades. Muy pronto las diferentes lecturas intentaron trascender el hecho de sus fronteras francesas para articularlo a un proceso más abierto y complejo, que relacionaba el Mayo del 68 con otros acontecimientos que se podrían ver en una línea nueva de conflicto frente a una situación marcada fundamentalmente por la expansión del liberalismo y de las formas sociales del capitalismo, por un lado; y por otro, las del estalinismo y las diferentes declinaciones del modelo autoritario.

    Entre uno y otro se había ido gestando una resistencia que muy pronto dio voz a una exigente transformación de los sistemas de vida y de la sociedad. Teóricos de ese momento como Claude Lefort, Cornelius Castoriadis, el mismo Edgar Morin —los tres autores de La brèche— o Henri Lefebvre avanzaban una perspectiva más compleja y global de los procesos de los que Mayo del 68 era una expresión más que sintomática.

    Desde los últimos cincuenta ya podemos identificar una obsesión acerca de la aparición de la llamada sociedad posindustrial. Daniel Bell, Alain Touraine y otros señalan el cambio estructural que se está produciendo en las sociedades capitalistas y la orientación antropológica que va definiendo sus nuevos estilos de vida. A la teoría le siguen los hechos, y durante la década de los sesenta podemos identificar la emergencia en los campus californianos de una cultura hippy que se define como contestataria, antisistema y por definición anticapitalista. En su complejidad, los diferentes movimientos presentan un regreso a la vida frente al consumo y a los patrones propuestos por la sociedad capitalista. Intelectuales de Berkeley como Marcuse construirán los conceptos que alimentarán una amplia literatura, música, poesía que a su vez será el modelo de vida de las nuevas generaciones.

    Hervé Le Bras ha estudiado precisamente el carácter generacional y demográfico de los acontecimientos que llegan al Mayo del 68. Por primera vez entra en escena como sujeto político nuevo, al margen de los sistemas tradicionales de la política, una nueva generación ajena a los modelos de la política convencional y capaz de imaginar, de inventar con su lucha unas sociedades más igualitarias. Un espíritu libertario recorre liceos y facultades expresando la ira y la exigencia de un cambio que debe producirse. Es la primera vez que los estudiantes asumen una responsabilidad política ante los hechos exigiendo su cambio. Las formas de lucha estarán orientadas a la construcción de un mundo libre de todo autoritarismo y dominación.

    No hay que olvidar que son años en los que la agenda política internacional está marcada por acontecimientos que ocuparán con gran tensión la atención de la opinión pública. De todos ellos, la guerra de Vietnam fue sin duda alguna el hecho más significativo. En enero de 1968 el Ejército vietnamita lanzaba la ofensiva del Tet contra Estados Unidos y sus aliados. Las calles de Europa respondieron con sus manifestaciones “antiimperialistas”. Lo recuerdo, aquel febrero de 1968 se produjo la ocupación de la Universidad de Roma con los primeros serios enfrentamientos con la policía. En abril tendrían lugar las ocupaciones de otras universidades americanas, como la de Columbia en Nueva York, y europeas creando el ambiente generalizado que recorría como un sentimiento de la época las nuevas formas de confrontación. Nuevos hechos, como el asesinato de Martin Luther King en Memphis el 5 de abril, aumentarán la sensibilidad y resistencia ante las formas del poder. Y será en los primeros días de mayo cuando desde Nanterre a La Sorbona se construya una lucha permanente de ocupaciones y confrontaciones varias con la policía, a las que se sumaron los liceos y universidades de toda Francia. El 14 de mayo será el comienzo de la huelga general, con la participación de estudiantes y sindicatos… Días que se prolongarán hasta mediados de junio con la evacuación del teatro del Odéon y de La Sorbona.

    Alguien ha definido Mayo del 68 como la “última barricada”. Unos meses después, el 20 y 21 de agosto las tropas del Pacto de Varsovia ocuparán Praga, terminando con la Primavera Checa. A partir de entonces se multiplicarán los frentes y las ideas iniciarán su deriva recordando la lucha por la libertad y la igualdad. Fueron unos días convulsos que pertenecen a nuestra historia más emotiva y cercana, que de nuevo nos interroga.

    La noche de Tlatelolco

    La noche de Tlatelolco es la recopilación de testimonios que habla sobre la matanza estudiantil el 2 de octubre de 1968 en México. Su autora Elena Poniatowska se dedicó a oír las múltiples voces de los protagonistas. En julio de 1968 durante el gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz, se iniciaron una serie manifestaciones y marchas estudiantiles en la Ciudad de México que criticaban el autoritarismo del gobierno, apoyaban las protestas en el mundo, pedían se respetara la autonomía universitaria y exigían la libertad de los presos políticos. La tarde del 2 de octubre de ese mismo año, después de que desde un helicóptero que sobrevolaba la Plaza de las Tres Culturas arrojara una luz de bengala, empezaron los disparos en contra de los miles de estudiantes, maestros, niños, ancianos, vendedores y el pueblo en general que colmaron el lugar. El número de muertos es desconocido hasta la fecha, pero se sitúa entre 300 y 500, con más 2000 detenidos. Este fue el fin de movimiento estudiantil, los Juegos Olímpicos se celebraron 10 días después en la Ciudad de México sin incidentes.

    Jean-Pierre Le Goff sobre Mayo del 68

    El Mayo Francés fue una gran puesta en escena, un psicodrama en el que se vuelven a interpretar grandes capítulos de nuestra historia, como la Comuna de París y las revoluciones del siglo XIX. Fue casi como una obra de Victor Hugo. Las barricadas, por ejemplo, no tenían mucho sentido: hasta En¬gels había dicho que no servían de nada. Pero el país entero se puso a escenificar 1789 una vez más…

    Mayo del 68 introdujo una flexibilidad en las relaciones sociales y humanas que era inimaginable. Francia se desprendió de los últimos despojos del siglo XIX, del moralismo católico y su glorificación del dolor. Surgió una mentalidad hedonista y se dejó de sentir el peso de los muertos. La sacralidad y la verticalidad del Estado fueron puestas en duda. Es absurdo que ciertos líderes prometan liquidar la herencia de Mayo del 68, porque ya está integrada en lo que somos.

     

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