La indiferencia de los patos, de Benjamín Chávez, es, en su estructura, una odisea, un viaje lleno de obstáculos que la heroína debe superar para encontrar lo mejor en sí misma. Pero el frío y el silencio del altiplano distan mucho de los mares griegos, aunque no por ello menos cargado de misterios. Misterios que adentran al lector con eficacia y no poco humor a este viaje en busca de un destino incierto, reconfigurando lo que dejamos atrás y lo que está por venir en un paisaje inacabable que te mira expectante.
La protagonista, una joven de vientitantos de la que nunca conocemos su nombre, no es exactamente un Odiseo. Tras una tremenda farra en cuzco, se embarca hacía La Paz, en busca de una nueva vida. Todavía borracha, descubre que los caminos han sido bloqueados, y tras un arranque guiado por una sed de aventura, o pura ingenuidad, decide emprender el viaje a pie con su maleta de ruedas como fiel compañero.
Es en ella en la que se vislumbra el sentido de la obra. Al momento de salir de la ciudad, será un punto fuera de lugar en el paisaje. Rebotando de dirección en dirección, fascinada e irritada de los pequeños detalles de la vida en el altiplano. Sin comprender las fuerzas que mueven los hilos en el teatro. Simplemente jalando la maleta entre rocas esperando una cama y una ducha al final del recorrido.
Con sus monólogos que sueltan a cada tanto palabras en inglés y francés, con sus amigos chinos y rusos que la despiden en fiesta de Cuzco y, sobre todo, con su intención de dejar atrás su pasado, la chica es una metáfora perfecta de los hijos de una sociedad en la era globalizada, que mira hacia adelante, en riesgo de perder su historia y a sí mismo en el proceso.
Pero esta idea no es presentada en tono recriminatorio. El lector se encariña desde el principio con el humor y la soltura de la chica, no pudiendo evitar sentir empatía cuando sigue a tropezones indicaciones mal dadas por los servidores públicos y la gente del lugar. Benjamín Chávez, muestra en su lugar un viaje de crecimiento, duro por momentos, como debe ser crecer en el altiplano, pero cargado de sentido y con algunas manos amables que guían a este pez fuera del agua.
El otro personaje esencial es el mismo altiplano, que observa indiferente la caminata de la joven. Que está plagado de reglas contradictorias, de lugareños amables pero que la heroína no puede más que rasgar el velo de sus vidas, sin comunicarse nunca completamente; a pesar de hablar el mismo idioma. Este páramo inmenso se reviste de una esencia mágica que se siente de a poco, que funge como fuerza redentora de una generación que busca desesperadamente un hogar, pero que se aleja sin mirar atrás, huyendo de los recuerdos, de lo que hace ser lo que es.
Al final, eso es lo que muestra la obra, el choque entre la nueva estirpe y los espíritus que rondan su tierra. Uno tratando de olvidar y los otros tan cargados de memoria, de belleza y de complejidad, que al intentarlo, termina uno durmiendo al costado de la calle, muerto de frío. Recordándonos que está bien migrar, que en este nuevo mundo extender las alas y volar se hace necesario, pero no podemos mirar con indiferencia lo que se deja atrás.
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