A Charly en sus 67

Aprovechamos el último cumpleaños de uno de los más grandes ídolos del rock en español para preguntar a varios músicos bolivianos si es verdad que Charly García es “parte de la religión” musical latinoamericana y por qué

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Vero Pérez Efecto Mandarina

Vero Pérez Efecto Mandarina

Alejandro Pacho González  Cantautor

Alejandro Pacho González Cantautor

Sergio Antezana Cantautor

Sergio Antezana Cantautor

Nacho Rocha La Chiva

Nacho Rocha La Chiva

SAY NO MORE

SAY NO MORE

Charly

Charly


    Vadik Barrón
    Puño y Letra / 29/10/2018 00:55

    Aprovechamos el último cumpleaños de uno de los más grandes ídolos del rock en español para preguntar a varios músicos bolivianos si es verdad que Charly García es “parte de la religión” musical latinoamericana y por qué. La ilustración es de Marco Tóxico y el artículo introductorio es de Vadik Barrón. Responden Vero Pérez, Sergio Antezana y Pacho González.

    El hombre del renacimiento o el renacimiento del hombre

    El vértigo de nuestra época nos priva de maravillarnos ante la descomunal obra, la letra certera (tan lírica como vulgar), el arraigo pop, la capacidad de mimetismo y adaptación, la destreza instrumental, el inteligente manejo del background anglo, la habilidad para mantenerse despierto, lúcido, gracioso, apolítico e irreverente, la “maravillización” (técnica de mezcla y masterización sonora que García reclama como propia), y el periplo personal que ha conseguido realizar el artista argentino en los últimos cuarenta años. Ya sea desde el folk adolescente y existencial de Sui Generis, cuando nadie en estas latitudes sabía quién era Graham Nash o Joni Mitchell; en la encriptada y culta crítica al régimen dictatorial de los últimos años de aquel dúo y en la experimentación sonora de La Máquina de Hacer Pájaros; en el Dream Team que armó con Serú Girán; en los coqueteos pop y la decidida afiliación al new wave de principios de los 80’s, continuada por álbumes solista impecables donde el beat box y el sintetizador destacan; en el telón inasible de “La hija de la lágrima”, que inaugura una nueva era: "Say No More", que nos traería más experimentación, delirio, oscuridad y comportamiento errático acorde a las circunstancias del amanecer de un siglo agitado; o en esta nueva señal de vida y vigencia: el lanzamiento simultáneo y online de “Deberías saber porqué”, el nuevo corte, tan nuevo como clásico, grabado con nueva banda. Asistimos al renacimiento del hombre.

    No intento esbozar una teoría, sino discurrir alegremente sobre el tema de la genialidad y su marcada sociedad con lo que llamamos locura. Me ha tocado ver partir a algunos de los que considero más capos: Kurt Cobain, Shannon Hoon, Layne Stayle. También a tipos increíbles que se marcharon de este planeta, desde este país por cierto, sin dejar una puta cinta de cassette o las cenizas de sus poemas enamorados (también he soportado la tragedia de ver a actores y guitarristas transformados en oficinistas o pedagogos. No sé qué es peor). Heredamos la leyenda de la generación del 27, o sea, para mí, aquellos que celebraron (es sólo un decir: sabemos lo tristes que estaban) el número antedicho de cumpleaños antes de entregar el envase: Jimi Hendrix, Jim Morrison, Janis Joplin u otros excesivos occisos que también se fueron jóvenes, como Brian Jones o John Bonham. A todos ellos, unánimemente, se les atribuyen rasgos de genio y/o de loco. Y ojo que solo nombro rockeros más o menos recientes, que si nos metemos con los poetas, los músicos de jazz, los escritores checos, los pintores bigotudos que se van a Tahití y los pianistas rusos, no acabaremos nunca.

    El historiador de arte Arnold Hauser afirmaba: «las obras de arte son provocaciones con las cuales polemizamos», vistas así, su asimilación a un contexto comercial y complaciente, su paso de contestatario a pop, destruiría los valores artísticos de la obra o, como en el caso de Cobain, al artista. La pregunta para los más radicales sería: ¿qué es peor: morir o venderse?

    Esa exigencia de provocación no solo se entiende en el contenido de la obra, sino también en su portador, el creador de la misma, que a veces asume la provocación como un estilo de vida. El constant concept Say No More, acuñado en los 90’s parecía ser el habitat natural de las bravatas y berrinches de Charly (algunos lúcidos y entrañables como cuando, consultado acerca de su posible incursión en la política, declaró: “Emperador o nada” y otras espeluznantes como su salto desde un noveno piso a la piscina); pero en algún momento el slogan se convirtió en alter ego, entonces Charly empezó a abofetear periodistas en los aeropuertos o a lanzarle vasos de whisky a Bjork (afortunadamente con pésima puntería).

    “La neurosis hace al artista y el arte cura la neurosis”, sentencia Philippe Brenot en Genio y Locura. Sin adentrarnos en el distrito propio del psicoanálisis, podríamos aportar que, el artista, canaliza su neurosis (la que, según Freud, es inherente a la constitución de todo sujeto psicológico) hacia territorios creativos y nosotros, la humanidad, el público, tenemos dos opciones: ignorarlo o divinizarlo (dejo para otro día el arduo tópico de la inspiración).

    No todo es color de rosa como bien lo saben Daniel Johnston o Jeff Buckley, ambos gringos, ambos músicos geniales, ambos bipolares, ambos suicidas, con la diferencia de que el último se suicidó (o eso se cree) y el primero hizo un pacto con el Diablo. La “melancolía” aristotélica, idealizada después en la imagen del artista melancólico -por sensible y ensoñado-, dio origen a la noción sublimada del Hombre del Renacimiento. Y cuando uno habla de hombres del renacimiento se refiere invariablemente a Leonardo da Vinci como su paradigma: un hombre dotado de inteligencia y sensibilidad notables, y al mismo tiempo de una capacidad técnica y una disposición al trabajo en las más disímiles disciplinas del entendimiento humano, reconciliando ciencia y arte, saberes a los que la pereza histórica general insiste en confrontar.

    En los tiempos que nos han tocado vivir, los aspirantes a artista picoteamos un poquito de todo: cortamos a los indeseables en el photoshop, subimos poemas automáticos a los blogs, twitteamos nimiedades cuando no vulgaridades, manoteamos la guitarra acústica que pedimos en nuestro cumpleaños número 15 cantando una lamentable versión de un lamentable tema de Octavia, hacemos cortometrajes relocos con las cámaras de nuestras mamás, etc.; en fin, todos sabemos hacer de todo. La diferencia con el Hombre del Renacimiento es que el tipo sabe hacerlo todo bien.

    La genialidad, esa cualidad indefinible, tiene en Charly García a uno de sus más dignos supervivientes. A mí no me queda más que agradecer la posibilidad de escuchar nuevas canciones suyas por un tiempo. Por suerte aún hay tipos que caen de alto en la torre, se sacuden el polvo y te dicen: “Me tiré por vos”. Tips modernos del fin del mundo, filosofía barata: es solo rocanroll y si no te gusta te podés matar. Tal vez no te interesen las aventuras y desventuras de un drogadicto. Pero deberías saber por qué.

    Vero Pérez

    Efecto Mandarina

    Charly ha sido y es parte de la religión musical latinoamericana porque creo que ha ido agarrando adeptos en diferentes etapas de su vida musical. A mí en particular me acompaña desde los 16 años cuando me dijo que las chicas que no saben reír jamás van a bailar. Luego en una etapa un poco más depresiva me alegraba con una película sordomuda, me mostraba que toda nostalgia tiene esperanza. Y era un tipo tan particular que vivía de la esperanza tanto así que sobrevive hasta lanzarse del séptimo piso a una piscina. Sus ganas de vivir han sido las que me fueron marcando el paso con su música. Poco a poco luego de amar el Influencia, pasé a su época anterior, el Tango 4 junto a Aznar que demostraba cómo ángel y demonio podían encontrar un equilibrio. Es un disco perfecto. Y más atrás con Seru me permitió redescubrir la rebeldía desde un lugar más maduro. Yo fui al revés con Charly. Y creo que fue la mejor manera de entenderlo realmente. Nos ha aportado líricas, pianos, ideas, conceptos, todos basados en una rebeldía que sólo puede darse en alguien que tuvo un encuentro con el diablo. Un diablo latinoamericano, un pueblo lleno de confusiones, complejos, colonialismo, pobreza, riqueza y alegría, muchísima alegría, que no es solo brasilera. Charly es un músico que siendo quizás egoísta, ególatra y ensimismado en su arte en la manera más positiva que existe nos lo dio todo. Se lo agradezco. Siempre.

    Alejandro Pacho González

    Cantautor

    En lo particular lo tengo muy arriba en esa especie de compleja jerarquía de ídolos, dioses y semidioses del arte, en este caso de la música, aunque si uno ve el recorrido entiende esa conexión enorme que tiene en realidad con la filosofía de vida de un personaje que es parte de una rebeldía que parece muerta o deformada. Con excesos y sin ellos, el artista argentino fue protesta, fue vanguardia, fue rock y lo que le sigue y ahora es todo eso que significa. Describir, o hacer al menos una aproximación al trabajo de Charly García y a lo que el personaje significa en el imaginario latinoamericano es algo bastante complejo pero bueno, partiendo de la sólida, continuada, larga y tan visible trayectoria del artista argentino, tenemos que darnos cuenta que nos encontramos con uno de los más importantes referentes musicales vivos en nuestra parte del continente. No se diga más.

    Sergio Antezana

    Cantautor

    Fito dice: “yo puse las canciones en tu walkman” en la canción Al lado del camino, pero el que le puso las canciones en el walkman a Fito, es Charly. Eso equivale a dice que es el abuelo o el padre o el padrino del rock en español, al menos en estas latitudes. Desde su primer disco, cuando era prácticamente un adolescente, supo tejer las combinaciones de palabras, acordes y melodías que hacían únicas las cosas más simples. Canciones que te dejaban mirando el cielo estrellado, despeinado de risa, pensando que eras parte de algo, que las cosas tenían propósito, qué importaba si no era cierto, al menos era cierto mientras duraba el tema. Por eso hay canciones de Charly que te llevan a algún lugar, no es sólo una evocación emotiva, es un viaje.

    Nacho Rocha

    La Chiva

    Charly García es definitivamente parte de la religión musical latinoamericana y mundial, en su obra musical podemos apreciar la creación de lenguajes místicos adelantados a cada época que le tocó vivir, coherente también con la búsqueda constante de sí mismo y dispuesto a pagar el precio que sea necesario para seguir siendo uno. Charly sin duda, tiene esa capacidad de construirse y destruirse rápidamente, es parte de la religión. La vanguardia es así.

    SAY NO MORE

    Jugaste,

    mentiste,

    fallaste,

    no viste quien soy.

     

    Amaste,

    te fuiste,

    curaste,

    pediste perdón.

      

    Alguna vez

    algo tenía que pasar

    (no sé si lo entenderás).

    Yo siempre estuve aquí,

    no sé que hiciste en mí.

    Porque mi vida es

    tan triste,

    yo sé que

    existe la voz (la voz).

    Pediste perdón (perdón).

     

    Mi vida es

    tan triste,

    yo sé que

    existe la voz, (la voz).

     

    Charly en breve

    Charly García cumple 67 años. El máximo referente del rock argentino, nacido el 23 de octubre de 1951, llega a esta altura de su vida con algunos achaques de salud que le impiden realizar giras extensas y con presentaciones en vivo sólo autorizadas por sus médicos, pero con un presente musical que no lo pone lejos de su legendaria obra.

    Su último disco de estudio, "Random", editado en febrero de 2017, cosechó excelentes críticas. Además, sus shows recientes, donde se lo vio muy conectado con sus músicos, tuvieron una gran convocatoria, con carteles de "localidades agotadas" en cuestión de pocos minutos.

    A pesar de los momentos difíciles que enfrentó, García es un músico que no perdió vigencia jamás y es quizás el único rockero de su generación que supo renovar su público. Sus propuestas siempre fueron renovadoras, desde Sui Generis, pasando por la Máquina de Hacer Pájaros y hasta Serú Girán.

    En la actualidad, una amplia franja de sus seguidores ni siquiera habían nacido cuando se disolvía Serú Girán y García comenzaba a transitar su etapa solista con tres discos íconos de la época como "Yendo de la cama al living", "Clics Modernos" y "Piano Bar".

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