“El 2018 acaba con una sensación de tranquilidad”
El escritor paceño Rodrigo Urquiola se hizo de otro premio más en lo que va de este año, esta vez el Marcelo Quiroga Santa Cruz. Reconstrucción es la novela que le da un nuevo reconocimiento a este autor, uno de los más
El escritor paceño Rodrigo Urquiola se hizo de otro premio más en lo que va de este año, esta vez el Marcelo Quiroga Santa Cruz. Reconstrucción es la novela que le da un nuevo reconocimiento a este autor, uno de los más premiados de la escena literaria nacional.
P. Cierras el año ganando el premio Marcelo Quiroga Santa Cruz, otro de los reconocimientos importantes de la escena literaria en Bolivia. Este año ya obtuviste el Premio Latinoamericano de Cuento Edmundo Valadés, con Senkata y el segundo premio Adolfo Costa du Rels de Dramaturgia, con La serpiente ¿Cómo recibes este reconocimiento en la recta final del 2018?
R. Lo recibo con mucha alegría porque, más allá del alivio económico que me permitirá continuar leyendo y escribiendo por un tiempo más, se avecina el nacimiento de mi tercera novela, el quinto libro de mi carrera.
P. Siempre has dicho que los premios son una de las pocas formas en que el escritor en Bolivia puede vivir de su trabajo ¿Qué otro tipo de incentivos deberían existir en Bolivia a tú criterio?
R. Lo que ha empezado a hacer el Premio Abaroa con lo de las residencias para escritores me parece muy interesante. Me gustaría, sin embargo, que no necesariamente sea por un espacio de tiempo tan breve, pero ya es un paso adelante. Y también que se abrieran nuevos concursos, eso ayuda. Sería interesante que Sucre, como capital de nuestro país, para no quedarse atrás de los municipios de La Paz y Cochabamba e incluso Santa Cruz, convoque a concursos que reúnan a escritores y que también puedan ser un incentivo para los creadores.
P. ¿Cuál es el argumento de Reconstrucción? ¿Cuál es el germen de la novela y cómo la desarrollas?
R. La idea de Reconstrucción, título provisional de esta novela, nació cuando tenía catorce o quince años y me dieron ganas de conocer la tierra de mi padre, que me había abandonado cuando era bebé. Yo vivía en ese entonces con mi abuelita, que era empleada en una casa grande de Los Pinos. Le dije Vuelvo en un rato, y me fui a Tarija con un dinero que ella me había regalado y otro que yo había ganado de cuando trabajaba de embolsador en el Hipermaxi. Pero no llegué al Chaco, que es donde debía llegar. Di algunas vueltas por la ciudad, hablé con varias personas, comí, fui a ver un Unión Central Guabirá que acabó cero a cero al IV Centenario y volví. Años después, escribí un cuento que nunca verá la luz sobre un chico que viaja buscando a su padre y que no encuentra nada o que quizás lo ha encontrado pero no ha querido o no ha sabido verlo, o sea, una historia sobre nada, sobre cómo puede irse el tiempo sin hacer nada. El cuento no me gustó y nunca lo publiqué ni lo publicaré, pero la idea dio origen a esta novela hecha de esa misma historia y de la historia de otros tres personajes que buscan para no encontrar nada, ficción hecha de ficción sin un asidero evidente, como ideada en el aire.
P. ¿Qué preparas para el próximo año?
R. Siempre trabajo una novela y un libro de cuentos, me he acostumbrado a ese ritmo. Si todo sale bien, 2019 también tendré cosas nuevas. 2018 ha sido un año, para mí, que no empezó muy bien, pero que acaba con una sensación de tranquilidad.
P. ¿Cuáles los mejores libros que leiste este año?
R. El mejor libro que leí en lo que va del año ha sido 2666, de Roberto Bolaño, una belleza. También recuerdo otros títulos, como Nostalgia, de Mircea Cartarescu, o La maldición de Ra, de Naguib Mahfuz, o El mar, de John Banville, o Santuario, de William Faulkner, o El hombre sentimental, de Javier Marías, o El sanador místico, de V. S. Naipaul, Campos roturados, de Mijaíl Sholojov, o La casa del silencio, de Orhan Pamuk, entre lo mejor que leí este año. En cuanto a narrativa nacional me gustó mucho Illimani púrpura, de Juan Pablo Piñeiro, Matías, el apóstol suplente, de Julio de la Vega, Sombras de verano, de Guillermo Ruiz, e Iluminación, de Sebastián Antezana.
Rodrigo Urquiola Flores, sus premios
Rodrigo Urquiola Flores nació el 1 de noviembre de 1986 en La Paz. Es autor de las novelas “Lluvia de piedra” (Mención de Honor Premio Nacional de Novela, 2010, Bolivia) y “El sonido de la muralla” (Premio Marcelo Quiroga Santa Cruz, 2014, Bolivia; Premio Interamericano Carlos Montemayor, 2016, México), de los libros de cuentos “Eva y los espejos” (2008) y “La memoria invertebrada” (2016) y de las obras de teatro “El bloqueo” (Premio Adolfo Costa du Rels, 2010, Bolivia) y “El retorno” (Premio Municipal de Dramaturgia Cochabamba, 2015).
Es también autor de los cuentos “La caída” (Finalista Premio Copé Internacional, 2010, Perú), “Mariposa nocturna” (Premio Adela Zamudio, 2013, Bolivia), “El pelícano” (Premio Binacional ArBol –Argentina Bolivia–, 2014), “El amante” (2do. Premio Internacional Antonio di Benedetto, 2014, Argentina), “El espantapájaros” (Mención Premio Iberoamericano Julio Cortázar, 2015, Cuba), “Mientras el viento” (2do. Prêmio Cataratas de Foz do Iguaçú, 2015, Brasil), “El cazador” (2do. Premio Franz Tamayo, 2015, Bolivia) y “Árbol” (Premio Franz Tamayo, 2017). (Revista ECOS)