Puño y Letra

ARPAD DEBRECZENI:

Lo mío está en el ens ayo, en el encuentro

Hace cinco años se estableció en Sucre y comenzó a mirar la realidad musical de la ciudad desde adentro. Ahora Arpad Debreczeni, uno de los mejores violinistas de Bolivia, es parte del paisaje artístico capitalino al que

Hace cinco años se estableció en Sucre y comenzó a mirar la realidad musical de la ciudad desde adentro. Ahora Arpad Debreczeni, uno de los mejores violinistas de Bolivia, es parte del paisaje artístico capitalino al que ha aportado un Taller de Cuerdas y toda su experiencia y sensibilidad en la enseñanza de uno de los instrumentos más hermosos como arduos de dominar, el violín. Puño y Letra quería actualizar las opiniones de Debreczeni, sus proyectos y su visión sobre cómo ve ahora el campo musical de la ciudad.

P. Naciste en Santa Cruz, te criaste y estudiaste en Cochabamba, viviste un tiempo en La Paz y desde el 2014 resides en Sucre y tienes varios proyectos en marcha. ¿Qué fue lo más difícil para un músico de tus características de ambientarse en una ciudad como esta? ¿Qué cambios fundamentales has visto en el campo musical en nuestra ciudad y qué es lo que todavía le falta encaminar?

R. Por más sencilla que parezca la vida en un lugar siempre es complejo llegar y adaptarse.

Después de haberme iniciado en el violín a una edad temprana, aun viviendo en Santa Cruz, mi vida dio un giro y cambió de rumbo. Cambió el lugar, cambiaron las personas, las costumbres y sobretodo las emociones.

Crecí y estudié en Cochabamba. Me formé en el Instituto Laredo. Descubrí a mi maestro cuando tenía ocho años y por suerte apareció un maestro más cuando tenía trece años, sin duda, los dos pilares de mi formación.

La música es buena compañera, siguió mi viaje. Me encontré en La Paz con el desafío de buscarme, salir de las zonas de confort y enfrentarme al caos externo e interno. La Paz se presentó como un regalo y una oportunidad para valerme por mi mismo, así fue, dos años intensos. Deconstrucción.

Llegar a Sucre no fue difícil, pensar en una vida en esta ciudad tampoco. Como una imagen del deseo de vivir sin preocupaciones, donde el tiempo podría ser un aliado. Sucre es una ciudad linda, tranquila, caminas sin apuro. Para alguien que llega sin pretensiones, podría ser la ciudad ideal donde descansar después de haber tenido una larga vida. No era mi caso. Venía de estar muy activo, tocando bastante, dando clases en el Conservatorio; formaba parte del proyecto Bolivia Clásica y su orquesta de cuerdas, la mejor de este país. Tocaba en la Sinfónica Nacional. Había dejado el proyecto de música más importante que tenía en Cochabamba, Quimbando. Tenía ganas de viajar haciendo música y salir a estudiar.  Nunca es fácil encontrarse en un lugar. Tardé un año y medio en adaptarme y más o menos aceptar el ritmo que tenía Sucre. No soy una persona que le guste el ruido y menos hacer ruido. Todo lo que intenté desarrollar en Sucre, en primera instancia, fue acercarme a otros, interactuar con todos los músicos que podía, “clásicos”, no clásicos, “populares”. Finalmente, un aprendizaje: si no lo haces tú, no lo hace nadie. Empecé a caminar solo. No he visto grandes cosas en mi vida. No soy precisamente un músico de mundo. No me interesa estar en primera plana de los medios o salir al escenario y que se prendan fuegos artificiales; lo mío está en el ensayo, en el encuentro. El oficio de un artesano, de un músico, está en la transformación de su tiempo, no como un producto, más como una obra. Un testimonio de por qué estamos acá. Yo aún sigo buscando.

Creo que en Sucre la mayor dificultad en el área de música está en la formación básica y en la carencia de maestros con experiencia en diferentes instrumentos. Sucre no es un destino artístico, pero seguro que en diez años más podría serlo. Faltan instituciones serias, comprometidas con el desarrollo artístico musical, honestas en su formación, no sólo en el campo de la música clásica, también dentro de la música popular, como en otros países que tienen una suerte de tradición oral y académica como en Brasil, Argentina, Cuba, Venezuela, etc. Pero, primero lo primero: sentar y crear escuelas y talleres en formación básica y, además con otro enfoque, integral y humano, para ser artistas.

Hoy en Sucre contamos con el Taller de Cuerdas que dirijo, enfocado en la tradición del aprendizaje del violín y la viola. Se acaba de crear el Conservatorio de música que alberga la Universidad San Francisco Xavier, a cargo de dos músicos italianos, con bastante experiencia.

P. He mencionado que tienes algunos proyectos que has logrado poner en marcha este tiempo, entre ellos tu Taller de Cuerdas, ¿cómo te sientes al respecto? ¿Qué es lo que te ha dado esta experiencia y en general la experiencia de la enseñanza de tu instrumento en Sucre?

R. Voy doce años dando clases en diferentes ciudades. Formé el Taller de Cuerdas con el propósito de subir el nivel en la interpretación del violín, la viola y las cuerdas en general. Cuando llegué encontré una ciudad con poca actividad musical, no había orquestas semi profesionales, era muy escasa la gente que se dedicaba a las cuerdas. Dentro de la música popular, pocas propuestas, la mayoría habitaban en los bares y en la repetición. Incluso hoy, no hay alcance ni construcción de públicos más allá del entretenimiento, que por supuesto ese es rollo de cada uno. Me acerqué a los proyectos o instituciones que existían en ese momento, nuestras visiones no coincidían, nuestros procesos eran distintos. Frustrado en principio y luego agradecido, porque esa situación me abrió los ojos y reconocí dónde estaba y a valerme, una vez más, por mí mismo.

El Taller de Cuerdas es un proyecto nuevo, un laboratorio, el espacio en el cual he puesto en práctica todo. Es un taller donde se realizan ajustes, cambios, se reemplazan o reafirman conceptos, mutan ideas, se escucha música, nos retroalimenta. Los resultados son alentadores, más para alguien que sólo vive de dar clases, de la música y por sobretodo porque puedes demostrar que existen otras maneras de hacer las cosas. Esa es mi satisfacción y por supuesto el nivel en el que se encuentran actualmente los estudiantes que se acercan a las exigencias de otras ciudades.

P. Hemos visto los últimos días que los tres integrantes originales de Quimbando (Mao Khan, Chelo Arias y tú) se encuentran de nuevo ensamblados y con perspectivas nuevas para este año ¿Puedes adelantarnos algo al respecto? ¿Qué pueden esperar los seguidores de Quimbando este 2019?

R. Quimbando es otro laboratorio. No fue concebido así. El tiempo hizo en nosotros la necesidad de explorar, arriesgar en la música, en el texto. No hemos inventado nada y tampoco nada se nos ha impuesto. La libertad está en la creación, en la forma y “no forma” y eso es sólo tocando, haciendo. Entonces Quimbando siempre fue un espacio de experimentación para todos, incluso cuando tocábamos con toda la banda.

Han pasado seis años de nuestro concierto despedida, marzo de 2013 y luego tuvimos dos encuentros el 2016 y 2017. Desde entonces cada quien estuvo en lo suyo, algunos produciendo, estudiando o en algún oficio más. Creo que el tiempo abre una posibilidad de encuentro para nosotros tres, de dar opción a ese espacio, saber si aún Quimbando es el lugar donde podemos depositar lo que cargamos y transformarlo en música, encontrarnos con el otro. No somos los mismos. Este nuevo proceso quedará impreso en un disco y lo vamos a tocar mucho.

P. Además de estos proyectos, nos comentaste que tienes la idea o concepto para realizar un proyecto musical de tipo personal. ¿Sería la primera vez que te embarcas en un proyecto de este tipo? Tus otros compañeros ya lo han hecho antes ¿Cómo va el campo de la composición? ¿Este tiempo has estado produciendo algo en este campo?

R. Nunca antes había pensado en algún proyecto más, tenía Quimbando y eso era todo, era suficiente para explorar y disfrutar. Hace un par de años solté la idea de tocar, armar un proyecto con gente de Cochabamba después de haber participado con la misma en el FIC 2015. Tocamos un par de veces. Vivir en ciudades distintas no hizo fácil consolidar el proyecto. En Sucre busqué varios caminos para poder tocar y hacer música propia también. Vivir en la misma ciudad no garantiza nada.

La composición es un oficio. Yo no tengo ese oficio de compositor; me gusta cantar, tocar libremente mi violín, pero a la hora de componer, es sentarse a escribir o registrar, reescribir, borrar, abordar desde otra idea o ideas hasta cerrarlas, finalmente es un texto. A veces necesita tiempo, a veces no. Entonces que salga tal cual, bajo cualquier forma, la cosa es soltar. Es un trabajo diario. Comencé este año con el propósito de sentarme a transcribir estas ideas que están sueltas en algún lugar, borrarlas y volverlas a escribir, lo estoy haciendo. También asesorarme, aprender y compartir con quien quiera sumarse en el proceso de dar forma a estas ideas. Después de este proceso, no estoy seguro qué viene, busco encontrarme.

P. Tienes raíces húngaras, tu abuelo era violinista, tu padre es poeta ¿Tienes algún recuerdo de tu abuelo? ¿Cómo te acercaste a tu instrumento? ¿Cuál es la raíz en tu memoria?

R. Mi abuelo se llamaba Pál Debreczeni Nagy, llegó a Buenos Aires el año 1936 por invitación de la orquesta profesional Manditz Koi, eran treinta y dos músicos de origen húngaro. Fue el primer violín y primera voz de esa orquesta y además tocaba clarinete y saxofón al oído. Dentro de su repertorio también interpretaban boleros, tangos, música popular de la época. Cantaba muy lindo según cuentan las leyendas y tocaba el violín de una manera hermosa. No tengo en mi memoria éste registro, sólo una imagen de él cuando yo tenía un año. Falleció en mayo de 1984. Hay una herencia histórica, familiar. Por una especie de mandato, mi madre siguió al pie de la letra lo que mi abuelo le dijo cuando yo había nacido, que a la edad de cinco años me buscara un profesor de violín. Tal cual, las instrucciones se realizaron. Fundamental el ímpetu y el amor de mamá para darle a su hijo una oportunidad. Con ella practicaba todos los días mi violín, me llevaba a mis clases, era oyente en ellas, fue mi maestra en casa en mis primeros pasos.

Las preguntas sobre quién era mi abuelo, de dónde venía, por qué se quedó en Bolivia, o cuál era su violín, eran constantes. Habían respuestas y en ellas descubrimos un ser fascinante, un ser casi mitológico. Mi padre, quién nos acercó a su memoria lo hizo de la mejor manera y aún quedan muchas preguntas, historias por contar, un baúl por desempolvar. Mi padre es un caminante eterno, fotógrafo empírico y poeta silencioso. 

 

El violinista

Arpad Debreczeni nació en Santa Cruz de la Sierra en 1983. Desde muy temprana edad comenzó su vida en el violín.

Sus maestros principales fueron: Ricardo Rodríguez (Bolivia); Armando Vera (EEUU).

Bachiller del Instituto Eduardo Laredo. Becado por la Fundación Arnoldo Schwimmer, realizó estudios en la Academia Latinoamericana Superior del violín en Concepción-Chile a cargo del maestro Carlos Cifuentes.

Participó en los talleres y clases Magistrales de:

Hans Sheepers (Holanda), Eduardo Rodríguez (Bolivia), Roy Sonne (EEUU), Jorge Jiménez (España), Erick Hosler (EEUU), Katharine Gowers (Inglaterra), Ken Aiso (Japón), Jaime Laredo (Bolivia-EEUU), Anna Hiemstra (Holanda), Aiden Pendleton (Canadá). El año 2015 realizó cursos de invierno con Rafael Gíntoli (Argentina) y Freddy Varela (Chile) en la ciudad de Buenos Aires, Argentina.

Forma parte del proyecto musical Bolivia Clásica bajo la dirección de la pianista Ana María Vera. Gracias a este proyecto y a MusAid, recibe cursos de violín y talleres de pedagogía musical con Mimi Sweig (EEUU), maestra de Joshua Bell.

Fue concertino y solista de los siguientes ensambles:

Orquesta infantil y juvenil del Instituto E. Laredo; Ensamble “Arcos Barrocos” (Bach Fest); Orquesta Filarmónica de Cochabamba; Orquesta Bolivia Clásica; Ensamble “Nakumanata Iñemo” (Washington D.C.); Orquesta Sinfónica Nacional de Bolivia. Cuarteto Música Pro Arte; Cuarteto Boliviano de Cuerdas; Cuarteto SIRINUS; Cuarteto de cuerdas SINCOPADOS.

Desde el año 2006 es profesor en:

Instituto E. Laredo; Academia Juan S. Bach; Colegio Hughes School; Colegio CREAR; Conservatorio Nacional de Estado Música; Escuela Municipal El Alto; Colegio Santa Ana; Taller de Cuerdas Arpad Debreczeni.

Es músico en Quimbando desde el 2003. Cuatro discos grabados. Músico invitado por: Willy Claure; El Parafonista Comunidad Sonora; Manuel Monroy Chazarreta (El Papirri); Danilo Rojas; Marcelo Peña; Jenny Cárdenas; Negro y Blanco; La Manzana; Vadik Barrón; Atajo; Llegas; La Chiva; Mao Khan; Arias Kipperman; Lero Lero Yasfankipank band. Christian Aillón.


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