Spinetta, corazón de diamante
Nat Geo estrenó su documental sobre Luis Alberto Spinetta: Guerrero de luz. Conducido por su hija Catarina, revela material inédito y reconstruye su perfil a la luz de la obra del cantante.
Nat Geo estrenó su documental sobre Luis Alberto Spinetta: Guerrero de luz. Conducido por su hija Catarina, revela material inédito y reconstruye su perfil a la luz de la obra del cantante. Puño y Letra aprovecha este marco para pedir a varios colaboradores, entre músicos y escritores, para que nos den su perspectiva sobre el trabajo de el Flaco. Los spinetteanos de esta edición son: Juan Pedro Debreczeni, Gustavo Choque, Luis Orellana y Vadik Barrón.
El Flaco, eterno y vital
Juan Pedro Debreczeni
Spinetta llegó a mí en forma de Almendra y Pescado Rabioso, cuando gota a gota, su música y metáforas fueron calándome hasta estremecer los huesos. Era el tiempo de las tardes eternas, allá en el Music Hall, como bautizamos al living de Pacho González, donde con los amigos dedicábamos largas horas a desgastar cintas de decenas de casetes y en alguna que otra oportunidad el brillo metálico de los discos compactos y su arte impreso. Música fundamental que nos definió en los años venideros, dibujando noches memorables entre copas y acordes.
En ese entonces Spinetta me resultaba un músico inasible, escurridizo y misterioso. Las mismas dinámicas y posibilidades de consumo hacían que sus discos aparezcan en nuestras manos como eclipses de sol. Eran un llamado, una convocatoria, un encuentro necesario.
Así, de a poco, y sin ningún orden, en una suerte de aprendizaje, me fui acercando a su obra, a veces desbordante, otras incomprensible. Un hilo de Ariadna que me ayudó a transitar por el laberinto de mis días, de mi existencia… “Tengo que aprender a volar entre tanta gente de pie”.
Nunca me interesaron mucho los documentales sobre la vida de los artistas, siempre me bastó su obra como producto pleno de sus procesos y momentos. Sin embargo, el último Bios dedicado a Spinetta me regaló algo inédito y preciado, como el lado B de un disco nuevo de vinilo. Más allá de ratificar su inagotable talento y virtuosismo, fue un viaje íntimo hacía el humano y lo humano de su música.
Entre el testimonio de sus amigos, allegados y tomas del músico en diferentes momentos de su vida, entrañables en sí mismas, vinieron a mi mente las imágenes del mismo Flaco, armado con su guitarra al frente de una banda monumental, rompiendo aquella noche de septiembre de 2002, en Sucre, cuando súbitamente dejó de tocar y con su diáfana voz nos puteó para que dejemos de moshear, paremos los oídos y abramos la mente a la compresión de su música y lírica… alucinante.
Como a muchos, el docu del Flaco hizo rebrotar en mí el ansia de escuchar su música y volver a discos que me hicieron la vida elevándome durante largas caminatas. Pero también fue una invitación a descubrir otro tanto, porque cual caja mecánica, su obra es Pandora en sí misma, no importa por dónde empieces, si te atrapa, no vas a dejarla nunca más, mientras él nos abraza inocentemente.
¡Queda mucho más que el viento!
Luis “Pepito” Orellana
Afortunadamente este genio de la guitarra, el canto y la composición, nos deja un disco para cada momento de nuestra vida, es que así podemos ir conociéndolo a través de nuestra propia necesidad auditiva. Entonces, si tienes un amigo roquero puedes recomendarle “San Cristóforo” un disco muy eléctrico, si tu amigo resulta jazzista, el disco póstumo “Los amigos” le va caer muy bien, y con tu viejita podrías bailar “Ana no duerme” de Almendra, solo como ejemplo de lo extenso de su carrera.
Tantos discos editados y ninguno parecido al otro, es más, el estilo de su música no se parece a otro, toda la obra de Spinetta es un ejemplo de la evolución de un músico firme en sus convicciones. Él mismo que no escapaba de la considerada por algunos “locura” porque sabía que de ahí venía la creatividad.
Seguramente todo empieza desde niño cuando le escribía cartas a su primer amor, su mamá, con una madurez que a los diez años ya podía hacer poesía y estar hablando de cosas dolorosas como la muerte en el mismo verso. Alguien lo recuerda, ya más grande, como el flaco con el libro bajo el brazo. Eso puede explicar la grandeza de su poesía pero también su filosofía de vida.
En cuanto a lo musical Luis fue un tremendo autodidacta, solamente le enseñaron los acordes principales y él como todo artista, que solo necesita mirar para continuar, hizo que su estilo de tocar y componer sea único, además de tener las ideas en su cabeza y pedazos de letras por todo lado (buen dato). Él aprendía de los músicos con los que tocaba, pues siempre estuvo rodeado de genios musicales con los que compartía parte del desarrollo de los temas pues les daba la libertad de aportar, sentía que los músicos más bien, dan y no te quitan. De esta manera facilitó el surgimiento de grandes estrellas que aún seguimos descubriendo, gracias a este universo Spinettiano tan respetado.
Una polera de Pescado Rabioso pasa desapercibida entre los Heavymetaleros, pero también queda muy elegante adentro del saquito jazzero para salir a tocar, es por eso que la música de Luis Alberto, felizmente, nos abre sus brazos a todos, ya sea por su energía, romanticismo a su manera, complejidad armónica, por su voz o por su riqueza en la composición, tan gigante en su lírica que diseña sus propias palabras, como en su música que nos muestra otros colores como una extraña paleta creada entre sus acordes y su voz.
Su obra queda como un sorbo del momento sentimental, político o familiar que estaba atravesando, al momento de componer y/o grabar, todo fue para mejor… hay discos con mucha más rabia y mucho más amor que otros, es por eso que podemos disfrutar de cada uno como un todo, con diferentes colores, climas, conceptos y sentimientos.
Para todo artista Luis Alberto con su música, su poesía, sus dibujos y pinturas nos muestra como varias artes pueden convivir en una sola persona, como una complementación y esta será la mejor manera de desarrollar toda nuestra capacidad creativa, nos motiva a la búsqueda de la riqueza interna, al pulido de esa joya que cada uno de nosotros somos y es por eso que también lo conocen y entienden artistas de otras ramas, como músicos de otros géneros, a mi parecer, por su responsabilidad y cariño por el arte.
Le deja a la humanidad su mensaje que guarda la esperanza de poder cambiar la manera de pensar de las nuevas generaciones tan afectadas por la música actual, pues en sus letras vamos a encontrar un modelo de orden, perseverancia, confianza en las personas y fe en uno mismo, es el mejor antídoto en contra de esa música que solamente está destruyendo la creatividad, los con ritmos y melodías que no exigen pensar y letras que están destruyendo todos los valores.
Spinetta: Un humano fuera de este mundo
Gustavo Alejandro Choque
Ricardo Mollo, el gran guitarrista y cantante de Divididos, tuvo un momento casi místico cuando Catarina Spinetta le permitió abrir el estuche que contenía la famosa guitarra roja personalizada símil Fender Stratocaster de Luis Alberto (la misma que tocó en Sucre en su única visita el 18 de septiembre del 2002). La tomó con cariñoso cuidado e interpretó un pasaje de Despiértate nena para luego mirar al cielo y decir “Ya está Luisito, ya la guardamos”.
Fue uno de tantos momentos emotivos que la serie Bios, de la cadena Nat Geo, regaló en su episodio dedicado a uno de los músicos más complejos, completos, respetados y amados del rock argentino y latinoamericano.
Debe ser una especie de sacrilegio hablar acerca de Luis Alberto Spinetta cuando apenas se conocen los acordes mayores, menores y una que otra séptima. Opinar acerca de su lírica y su música seguramente ocuparía arduamente a círculos académicos. Por otra parte, hacer cronología sobre su evolución/metamorfosis desde Almendra (con un Luis adolescente) hasta el concierto “Spinetta y las bandas eternas” (no mucho antes de confirmarse el cáncer del que finalmente murió), ya fue labor periodística de la que se encargó en su momento Eduardo Berti (que dio testimonio en Bios) y otros a quienes Spinetta atendía a regañadientes, reacio como era a dar entrevistas o aparecer ante los medios.
“Hay que respetar la posibilidad de no escuchar mi música y de tomar referencia en otras cosas”, dijo en alguna ocasión. Y desde esa perspectiva, parece apropiado hablar del Spinetta humano (más humano que la mayoría); del que escribió que no podía despertarse sin amar o que hablaba de paz, pero no de un modo hippie-demagógico, sino como una manera práctica de vivir sin arruinarse los días con violencias innecesarias. Y es que Spinetta era fuente de cierta sabiduría blindada contra un mundo cotidiano cada vez más violento, cada vez más pendiente/dependiente de las industrias y del dinero.
Ese rechazo al consumismo fue el que llevó a prácticamente odiar, o por lo menos resistir, a la canción más famosa y más “bonita” que escribió: “Muchacha ojos de papel”, cuya hipercomercialización resultó siempre incómoda para Luis. Y no es que Spinetta haya preferido las escenas underground, sino que simplemente iba produciendo su obra sin preocuparse demasiado si encajaba o no con lo que las tendencias iban imponiendo como moda.
En su lucha contra la mediocridad, afirmaba que el arte no es un compromiso, sino que era, más bien, un destructor de compromisos entre la forma y el pensamiento, alentando de ese modo a la liberación, la exploración y a seguir al “instinto que muere con la muerte”. Por medio de un manifiesto entregado a cada espectador del concierto de presentación de Artaud en 1973, llamaba a “denunciar a ciertos grupos musicales por repetitivos y parasitarios que atentan contra la música desprejuiciada estableciendo mitos con imágenes calcadas de otras músicas”.
En comunión con su pacifismo, Spinetta rechazó los fanatismos en todas sus formas e instó a “cuidar al que está al lado”, como una simple manera de convivir, porque para él, como para todo el mundo, resultaba evidente la creciente insensibilidad humana, sólo que a él parecía afectarle más que a nadie:
Alguien debió conservar y cuidar con amor, este jardín de gente.
Eso es lo que nunca será...
El respeto y pleitesía con los que Ricardo Mollo tomó la guitarra de Spinetta se replicó de muchas maneras en generaciones de músicos no solamente argentinos. Va más allá de la simple y hueca idolatría. Es la conciencia de que Luis Alberto Spinetta fue un ser humano con una sensibilidad y entendimiento que son cada vez menos alcanzables en el “collage de la depredación humana”.
Dale gracias (versión condensada y reciclada)
Vadik Barrón
No creo que un artista tenga que ser un ejemplo para nadie. La vida de Spinetta está consignada en los libros pertinentes, y es una lectura recomendada, y los que lo seguimos admiraremos varias facetas de su vida. Proponerlas como reglas o modelos a seguir sería pretencioso y una traición a su legado de humildad. Pero su obra, sus canciones, las palabras con que nos iluminó son las que quiero celebrar, siempre fragmentariamente, desde el pequeño rincón que habito. Una carrera de más de 40 años, (al menos) 6 bandas eternas, más de 40 discos, 62 años de un músico fantástico al que sólo se le puede dar las gracias.
LA CANCIÓN LLEGA HASTA EL SOL
“Muchacha (ojos de papel)” es uno de los más preciosos y dulces exprimidores de lágrimas inventados por el hombre. Cuesta creer que el tipo tenía 18 años y que su banda ensayaba en la casa de sus padres y que éstos ayudaban a ponerle nombres a las canciones. La transición a los 70’s es de no creer. En tan sólo una década el mismo tipo, (igual que otro capo, Charly García) pasaba de la ternura adolescente a una estetización del desencanto existencial, un elaborado juego de metáforas capaces de eludir la censura y una desprejuiciada, generosa y prolija musicalidad de alto vuelo lírico, siempre en el contexto histórico de la penumbra dictatorial argentina.
El rock seminal del cuarteto Almendra trifurcó la exploración sonora y temática, siempre en –curiosa– sintonía con el rock inglés. Si Almendra era adolescente, porteño y vagamente beatlero sus derivaciones marcarían rumbos más descifrables. Emilio del Guercio y Rodolfo García optan por un rock de teclados y sintetizadores, en paralelo al sonido y surrealismo crítico de Genesis o Yes, y el violero Edelmiro Molinari desata un demonio llamado Color Humano, un power trío precursor del stoner, una suerte de Black Sabbath con vuelo esotérico.
Pescado Rabioso, la banda de Spinetta de 1971 a 1973, desarrolla en “Desatormentándonos” un símil delirante de Deep Purple, en “Pescado 2”, que podría llamarse “18 maneras de escribir una canción”, una amplitud de recursos musicales envidiable, hasta llegar a esa obra cumbre que es “Artaud” donde la criatura musical spinettiana adquiere un rostro característico y su autor una dimensión que excede lo musical para convertirse en referente generacional y estético. Entre “Artaud” y el fabuloso trío Invisible, para mí –con Seru Girán- el mejor ensamble instrumental de esa década, aparece un disco de anécdota (“Spinettalandia y sus amigos”) que trae al Spinetta más folk, más hippie en un ejercicio lúdico que deja joyas como “Descalza camina”, “Vamos al bosque” o “Ni cuenta te das”.
NUNCA ESTUVE AQUÍ, QUERIDA...
Invisible era una hermosa salvajada. Un espejo fracturado que admitía poliritmia, extensos e intensos pasajes y atmósferas instrumentales, un discurso elaborado, abundante en delirio e introspección y una banda sonando como los dioses sobre composiciones impresionantes. Otra cosa linda para agradecerle al Flaco: gracias al arte del primer disco de Invisible, conocí los fabulosos welten de ese locazo llamado M.C. Escher. Y de aquellos años (1974-76), clasicones como “Los libros de la buena memoria” (con el bandoneón de Rodolfo Mederos), “Durazno Sangrando”, “Elementales Leches” o “Azafata del Tren Fantasma” que testimonian la calidad y el pico creativo del trío Spinetta-Rufino-Lorenzo. La experiencia auditiva de los 3 álbumes (más algunos singles) que dejaron registrados es sencillamente un trance.
AÑOS LUZ
Su aproximación o, mejor dicho, reapropiación del jazz a su propio universo musical, con la posterior formación Spinetta Jade (1978 a mediados de los 80’s con intermitencias), muy en la onda de Steely Dan de poner el virtuosismo al servicio de la canción pop, le permite entrar con sofisticación, y cierta fama y fortuna en los años ochenta sin olvidarse nunca de la canción acústica (en esa época, repleta de chorus) directa, íntima, emotiva. Las melodías de los temas del Flaco son tan claras que sólo enfrentándote a ellos desde un instrumento reparas en lo intricado de las armonías que, por otra parte, no eran producto de una búsqueda racional o forzada de Spinetta -así lo testimonian los propios (virtuosos) músicos de esa y posteriores bandas-, sino fruto de una imaginación gigante y una intuición visionaria.
PAN
Después, una obra sin fisuras, que uno ya podía seguir en tiempo real: “Pelusón of Milk”, un divertimento donde el Flaco toca todo, juguetea con la caja de ritmos y contiene ese hermoso tema camote “Seguir viviendo sin tu amor”, entre otros. Y desde “Fuego Gris” (1993) hasta “Un Mañana” (2008) los álbumes se demoran un poquito más en salir, pero nos lo presentan siempre en plena forma musical, inspirado, sabio, enamorado, entrañable.
En medio, y para no olvidarme, otro punto alto es el trío que encara a finales de los 90’: el poderoso trío junto a Marcelo Tórrez y Daniel Wirtz, Los Socios del Desierto. Un bandón que rockea en grande y tiene un espacio de acción enorme entre el sonido eléctrico y canciones para todos los gustos. Un discazo doble, otro en vivo y otro con “Los ojos” escrito en braille en la portada acaso no sean suficientes, pero es una formación para la historia.
Para el majestuoso concierto de las Bandas Eternas, del 2009, en que reunió a los sobrevivientes musicales de su periplo, lejos de especular y lucrar con un falso revival, Spinetta desalienta a los sponsors y organiza su propio homenaje, ensaya meses con sus amigos de toda la vida y se manda un concierto que por sí mismo es ya un legado definitivo a la música popular en español. Sin intermediarios entre lo que siempre tuvo para decir y la gente. Una despedida planificada no habría salidos mejor.
MAÑANA ES MEJOR
Con Spinetta aprendí que la música viene de adentro, que esa energía es lo que te permite relacionarte con la realidad, la objetiva y la subjetiva, de una manera estética, ejerciendo el principio básico de ser libre creativamente a toda costa. Que las canciones pueden llevarte lejos y traerte de vuelta fresco, renovado, que pueden indagar en el alma común de las gentes, exorcizar tus demonios, hacerle bien a alguien, certificar que queda belleza en el mundo. No voy a hablar de la penumbra. Gracias por todo. Eres árbol, hoja, salto, luz. Se te quiere, Flaco, haces falta.
BONUS TRACK
Me colé a la conferencia de prensa de Spinetta y, después del natural embeleso de ver a un ángel regalar humildad e inteligencia con su claridad de palabra, me uní al bollo que le pedía un autógrafo, junto a entusiastas desconocidos, apelotonados como lagartijas en torno suyo. ¿Para quién?, preguntó con esa voz de niño, de ave. Para Vadik, creo que dije, balbuceante. Levantó, la mirada y me preguntó: ¿es una banda? Era Sucre, era Silver Sorgo, era el 2002, mi primer libro salía y Camaleon empezaba a perfilarse como una banda de verdad. Esa noche junto a Malosetti, el Tuerto Wirtz y Claudio Cardone dieron un concierto inolvidable por ¡diez pesos! No conozco artista más íntegro. Su presencia, su influjo, su obra, son un rayo fulgente. Dale Gracias.