El grito del ganso

Mac Lean escribe sobre la relación de Elias Canetti y los animales en su obra.

El grito del ganso El grito del ganso

Juan Cristóbal Mac Lean
Puño y Letra / 14/10/2019 21:08

Los apuntes de Elias Canetti, en cualquiera de sus tomos editados (La provincia del hombre, El corazón secreto del reloj, El suplicio de las moscas) están plagados de referencias a los animales. A veces, como es común en ellos, Canetti cita fuentes a las que difícilmente podría acceder el lector común. Algunos libros, o autores, suenan a remotos, seguramente desaparecidos ya de todo estante. 

Una particular cita suya y en la que seguramente se reconocía mucho él mismo, es de “Soutine a Emile Szittya”, como lacónicamente reza al final del párrafo: “Una vez vi al carnicero del pueblo abrirle el cuello a un ganso y dejar que la sangre corriera. Quise gritar, pero su mirada alegre me hizo un nudo en la garganta”. Soutine mira esa garganta sangrante y prosigue. “Aún siento aquí aquel grito. Cuando, de niño, dibujé un retrato primitivo de mi maestro, intenté liberarme de aquel grito, pero fue en vano. Cuando pinté el cadáver del buey, aún quería liberarme de aquel grito. ¡Y todavía no lo he conseguido!”. 

El no liberarse del grito del animal que muere, o directamente del silencioso o aterrador grito de la muerte, es un leitmotiv constante, empecinado y explícito en toda la obra de Canetti.  Tanto es así que cuando la muerte masiva y general toca a los animales, para él las consecuencias pueden ser mucho más terribles de lo que pensamos: “Cada especie animal que se extingue vuelve menos probable nuestra subsistencia. Sólo ante sus formas y voces podremos seguir siendo humanos. Nuestras metamorfosis se desgastan si se extingue su origen”. 

¿Y de dónde proviene el dejo de sabiduría antigua o de revelación oracular que baña sentencias semejantes? ¿Dónde están sus fuentes? Para responder a ello, lo mejor es atender a la bibliografía de Canetti, como muy bien se dio cuenta Roberto Calasso. 1 Gracias a él sabemos, por ejemplo, lo que dice Canetti sobre el libro que “desde hace dieciséis años está en (su) posesión” y del que “me ha sucedido pensar que es el libro más importante entre todos los que conozco”. El libro era: W.H.I. Bleek y L.C. Lloyd. Specimens of Bushman Folclore, London, 1911. Especímenes de folclor aborigen. No conozco ningún otro escritor para el que un libro así hubiera podido ser tan importante.

Alentado por Calasso, uno puede recorrer los títulos de las páginas de la bibliografía de Masa y poder y quedarse con aire soñador ante algunas de esas joyas. Un poco al azar, tomemos algunos ejemplos:

– Casarius von Heisterbach: The Dialogue on Miracles. 2 vols. London 1929.

– Chamberlain, B. H., Things Japanese. London, 1902.

– Fortune, R.G., Sorceres of Dobu. London 1932.

– Lot-Falck, É., Les Rites de Chassechez les peuples siberiens. Paris, 1953. 

 

Un diálogo sobre los milagros, Cosas Japonesas, Hechiceros de Dobu, Los ritos de caza entre los pueblos siberianos… Solo esos títulos puestos en fila ya casi suenan a versos de algún poema remoto y fantástico. El mismo Canetti, líneas antes de mostrar su bibliografía señala que en ella abundan “fuentes míticas, religiosas, históricas, antropológicas, biográficas, psiquiátricas”. No es nada raro, entonces, que por las sendas que abren libros semejantes, entre malezas tan ceñidas, vaya uno a toparse con animales. Y se entiende entonces que el Canetti-bosquimano que se interne en senderos tan inquietantes: “Los animales que pueblan nuestro pensamiento deben volver a ser poderosos, como antes de su sometimiento”. 

Los fenómenos de la caza, o más propiamente los de la caza ritual, están lejos de constituirse en una potencia de sometimiento. Como una prueba de ello, una prueba que además se contrapone al grito del ganso, está ese canto, esa invocación que los kwakiutl dirigen al primer salmón pescado, tal como el gran antropólogo F. Boas lo cuenta: antes de volver a soltar el primer salmón que pescó, el pescador entona: “¡Bienvenido, Nadador! Te agradezco por estar yo mismo con vida y en esta estación, en la que vuelves a visitarnos en nuestra bondadosa comarca; y si nuevamente vienes por aquí, Nadador, es también para jugar conmigo y mis instrumentos de pesca. Vuelve, ahora, hacia tus compañeros y diles…”. Eso Boas lo cuenta en Etnología de los kwatiutl 2 , que no aparece en la bibliografía de Canetti, mientras que sí lo hace otro libro de Boas: Kutenai Tales. Los cuentos kutenai. Ese canto al salmón, de todas maneras, es algo que Canetti hubiera incluido, uno imagina, entre sus Apuntes. Mitos, cuentos, antiguas religiones, sueños… En todos ellos, en todas esas fuentes a las que tanto atiende Canetti, figuran esencialmente los animales, como es bien sabido, y olvidado. Animales que a veces pueden ser hasta semisagrados. De tal manera, ellos siempre desempeñan su parte en todo origen primordial. O en nuestras metamorfosis, dice Canetti, pero al mismo tiempo tienen mucho que ver con los sueños: “La fuerza de los sueños está ligada al polimorfismo de los animales. Con su desaparición nos enfrentaríamos a la extinción de los sueños”. 

Canetti, que leyó incansablemente sobre imperios y desapariciones, sobre el poder y sus matanzas, se horroriza profundamente ante la posibilidad de que el hombre pueda provocar, e incluso promover, la extinción masiva de especies animales. Abundar en ella equivale a cortar con los orígenes, cerrar las fuentes primigenias. Para él, en efecto, “El progreso del mundo depende de que se mantengan con vida más animales”. En sus apuntes Canetti siempre imagina situaciones imposibles, traza utopías descabelladas. Una vez le gusta imaginar, en un rasgo de humor negro, a un ratón comiéndose a un gato. Pero después de haber estado jugando con él.

 Igualmente, se complace a veces en pensar qué impresión, o recuerdo dejarían los hombres en los animales en caso de extinguirse antes que ellos. Pero no podemos saberlo: “Lo inalcanzable en los animales: cómo te ven ellos”. Lo que sí, y repetidamente conocemos, es el grito del ganso, el grito de muerte que Canetti lleva atorado en la garganta y del que tampoco puede liberarse. Sin embargo, “siempre esperamos del hálito de los animales que se trastoque en nuevas palabras inauditas”. Es en el peligroso filo entre esos dos extremos que hoy nos encontramos, entre el grito de muerte del ganso y la impronunciada palabra de vida. Y sabemos bien hacia cuál de los extremos nos dirigimos…

1 Ver Confesiones bibliográficas, en La locura de las ninfas y otros ensayos. Sexto Piso, México 2004.

2 Citado por Marcel Henaff en Le Prix de la verité. Seuil 2002.

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