En Casa
El escritor chuquisaqueño Fabricio Callapa nos cuenta cómo son sus jornadas de cuarentena mientras libra batallas en red que bien podrían parecerse a la realidad de nuestros días.
1. Me cuesta hablar sobre estos días, es más fácil vivirlos, dejarlos que acontezcan y nada más que eso. Pensarlos son un quebradero de cabeza.
2. Hablamos y nos escribimos con mi enamorada. Ella se fue un poco antes de que esto se volviera tremendo, antes de que empezaran a vaciarse las calles y haga una última compra de mercado.
3. He visto muchas cadenas, noticias, publicaciones de Facebook, videos de Youtube y creo que la opinión, ligera de sentido crítico, y la desinformación se han vuelto aliadas de esta pandemia. Se trata de la primera vez que un virus se hace tan global y evidente como fenómeno informativo, también viral.
4. Un amigo escribe en un grupo de Whatsapp que, a diferencia de los europeos, nuestra genética le ganará la pulseada al virus. Después, comparte imágenes sobre avistamientos de ovnis.
5. Veo comentarios que se tornan irracionales y empiezan a estigmatizar a poblaciones enteras. Asocian con masistas a los alteños, pero los más infectados están en el oriente. Hay personas que quieren sacarle una tajada política al asunto. Reniegan de la falta de hospitales. Reniegan de las fuerzas armadas en las calles.
6. Y yo... juego desde una computadora en una plataforma online de fans para fans con mi primo y mis viejos compañeros de colegio. Al momento de pensarlo me siento miserable. No soy quién para juzgarlos. Solo podría decirles: es mi manera de vivir estos días. Nada más.
7. Vivo con algunos ahorros que hice antes de renunciar a mi trabajo. En casa no falta nada, pero es lo justo. Intentamos no salir porque tenemos a mi abuela que ya está entrada en años. Antes ella salía al mercado a vender ungüentos y mentisanes con quien era su pareja, quizás ella más que todo como una forma de pasatiempo y, él, como una forma de sustentarse... pero, ¿qué habría ocurrido de tratarse del único sustento de vida y justamente en esta época? El problema está ahí.
8. Alguien... tiene que haber alguien detrás de cada uno de nosotros. Nuestra familia, nuestros amigos, nuestro barrio, nuestra comunidad. Se trata de una cadena de colaboración, es necesario encontrar el hilo que anuda nuestra humanidad, no vernos desde el conflicto, desde el disenso... al menos por ahora.
9. Vuelvo al juego. Me conecto e iniciamos una conversación de voz entre los cuatro. El juego se cuelga. El servidor nos expulsa. Uno propone jugar otra cosa. Lo vamos pensando mientras algunos recorremos el poligonal planeta de Phantasy Star Online Blue Burst, una versión de PC del juego en línea insignia de la difunta Sega Dreamcast.
10. Cuando estamos los cuatro, nos enfrentamos a monstruos y nos damos indicaciones para no separarnos, para no morir en el camino, para volver al centro de control y aprovisionarnos, para levantarnos cuando caemos derrotados. Llegamos a uno de los monstruos finales y uno de nosotros se encarga de curar al equipo, otro ataca a distancia y dos nos ofrecemos de señuelo. Acabamos el nivel, todos a salvo.
11. Hemos buscado alternativas para jugar en algún otro momento, ofertas gratuitas y de bajo soporte gráfico. Hay bastantes. Mundos de battle royale y de todos contra todos. Me divierte competir, pero también la experiencia de colaborar se me queda grabada. Busquemos que sea algo en modo cooperativo, les digo. Sí, estaba chala, uno de ellos responde. Sí... así también debiera ser después de apagar la computadora.