Milován España: muertes y resurrecciones de una ciudad
Brevemente, Ciudad humana (2019) es un texto ambientado en 1989, poco antes de la caida del muro de Berlín

Brevemente, Ciudad humana (2019) es un texto ambientado en 1989, poco antes de la caida del muro de Berlín, suceso que marcaría el fin de un horizonte utópico de izquierda y, por otro lado, el triunfo del capitalismo y la democracia como sistema ecónomico y forma de gobierno dominante respectivamente. Sin embargo, esto es algo que los personajes de Ciudad humana todavía no lo saben.
Quizás, de una manera algo extemporánea, los personajes de la novela discuten todavía las posibilidades del triunfo o el fracaso de una revolución proletaria, los métodos a utilizarse. Forjada en las aulas, es una novela de la amistad, pues sus personajes, los presentes y los pasados, se conectan entre sí en la universidad, en esas charlas después de clases donde, al calor de unos tragos y al son de unas guitarras, se apuntan los males de la nación, se tejen grandes soluciones, casi siempre definitivas y violentas, siempre y cuando el discurso de necesidad justifique la adopción de otros crímenes en aras del bien común.
En Ciudad humana volvemos a encontrarnos con una estética del enfrentamiento propia de nuestra Latinoamérica postdictatorial. No es ya la historia de la lucha de grupos armadados revolucionarios metidos en el monte, menos la de una guerrilla urbana complotando bajo las sombras. Es más bien una lucha abierta, de gente marchando, gritando y bloqueando la ciudad. La épica y el clímax de las batallas humanas se han mudado a las calles, al choque sostenido y a menudo intrascendente de los grupos estudiantiles en contra de las fuerzas regulares del orden. Es un status quo que, sin embargo, enaltece a sus actores, les da prestigio, les concede la ilusión de batallas ganadas, que la lucha los conduce eventualmente a un triunfo..
Ciudad humana navega sincrónicamente en ese entonces de la ciudad, siempre vista desde los ojos de una élite letrada y universitaria, culturalmente homogénea, aunque amenudo también enfrentada ideológicamente. Sin embargo, el texto de España se sumerge también en una exploración diacrónica de la urbe, a partir de la lectura de los “papeles encontrados” pertenecientes al antepasado de uno de los personajes principales. A partir de estos papeles Ciudad humana se convierte en un texto esotérico, que amenaza revelar un secreto destinado tan solo a unos cuántos elegidos, protegido, a su vez, por una hermandad encargada de salvaguardar el misterio contra viento y marea. La novela de España, desde sus primeras páginas, sugiere la existencia de un lugar donde la ciudad revela su paisaje primigenio, quizá aquello que estaba antes de ser la ciudad que ahora conocemos, tal vez un secreto llegado a cuestas en el lomo de las mulas de los primeros conquistadores. Es un algo que concentra las fuerzas más oscuras de la urbe, acaso también el germen de su propia destrucción.
Aquellos papeles encontrados del antepasado narran tambien los entierros y renacimiento de la urbe después de sus cíclicos debacles, la Guerra Civil, La Guerra del Chaco, el terremoto de 1948. “La ciudad es la encarnación de la historia”, indica el autor de esos papeles, “es en las edificaciones humanas donde se puede palpar la belleza que los hombres son capaces de crear”. En la lectura de estos “papeles encontrados” advertimos un deuda, la fascinación del texto por la huella que la gran historia va dejando en la arquitectura, la capacidad de la ciudad, casi como una unidad autónoma, de reconstruirse, impulsada por el deseo de unas élites de normar y trascender su propio tiempo, por posponer, nuevamente, de la ciudad el apocalipsis, reconfigurando en el proceso la utopía de una ciudad futura.
La ciudad desde la literatura, indica Edgardo H. Berg, cumple una doble función, la de ser el fresco donde se proyecten “las imágenes de deseo, presentes o ausentes, reales o imaginarios” y la de “erigir el mito de la ciudad literaria”, que trascienda y modifique con el tiempo a la ciudad real. A menudo también, comenta Alberto Manguel, el propósito de una ciudad es establecer una entidad social segregadora y conservadora, destinada a unos cuántos afortunados, pues el comienzo de nuestra noción misma de ciudadania es la idea de privilegio, indica el autor.
La ciudad como el fresco de los deseos, y como el sitio de un conocimiento privilegiado y segregador son dos nociones presentes en los personajes de la novela de España, donde la urbe puede ser la posibilidad de todo y de nada a la vez, una empresa, sin embargo, a la que es imposible renunciar porque la naturaleza de la urbe y su destino, alimenta a su vez la voluntad y el destino final de los personajes :
El amanecer era uno de los espectáculos que amaba (narra a la ciudad uno de los personajes de España) Tonos azulados ya bosquejaban un horizonte de montañas y colinas brumosas que era parte de sus primeros recuerdos. Luces tímidas se filtraban entre los cerros protectores y coloreaban construcciones familiares. Las torres de las iglesias primero, altos mástiles de navíos que emergían de un vasto océano sin color, organismos petrificados de naves que surcaban el tiempo, es sueño desmesurado, mezcla de luz y tiniebla que en el horizonte se perseguía a sí mismo.
En instantes como este, emerge algo irracional y a su vez determinista: la novela sugiere que, a pesar de las muchas voluntades que la posibilitan, “en un momento sublime”, la ciudad adquiere una conciencia propia que influye finalmente en el carácter de las personas que la habitan, proyectando en ellas ya sea sus ideales de perfección o, caso contrario, toda su pobredumbre.
El final de la novela afortunadamente resuelve distintas interrogantes, la naturaleza de un misterio, la identidad de un asesino, también la de un traidor. Es lo de menos. Su estructura episódica, de puntos de vista cambiantes, la tenue huella que sus múltiples personajes dejan el palimpsesto de la historia, nos recuerda que, como en la novela de Ivo Andric (El puente sobre el Drina), sobre la ciudad, sobre una calle que se recorre o un puente que se cruza, todos somos ya espectros de antemano, tan solo el murmullo de lo que vendrá: “Desde que mordimos la manzana”, indica otro personaje “supimos que la vida es un flujo, un río que no se detiene, pero nada más. No estamos fuera del río, no salimos o entramos en él, somos parte de él”.
En ese sentido, a lo largo del texto y a través del recuento de la historia de nuestros monumentos, de los personajes y los instantes de epifanía, de locura y derrota, de muerte, zozobra y renacimiento que los hicieron posible, se repite y vuelve una constante pregunta en el texto: ¿cuál es nuestro legado? ¿Cuál es la huella que dejaremos en el imaginario de esta urbe, las formas de nuestro deseo que encuentren su minúsculo espacio en la ciudad del futuro, este sueño desmesurado? Desde ya podemos afirmar que en este siglo, a desmedro de lo que quede, autores como Teixidó, Pacheco, Barahona, Aillón y ahora Milován España, van bosquejando los las imágenes y las formas, siempre incompletas, del rompecabezas de una ciudad no menos real que la real, aunque tal vez más duradera, el entramado de nuestra ciudad escritural.