El Hoyo
El politólogo Wim Kamerbeek se toma un descanso para analizar la película El Hoyo, de Netflix, que estuvo entre las más vistas por el público boliviano desde que se inició la cuarentena. El resultado termina siendo un análisis del film desde las ciencias sociales y la política: obvio.
La película "El Hoyo" en Netflix, que no pienso de ella como una gran película, ni que la trama sea espectacular, no tiene que ver con una "lucha de clases" (y si fuera así, es de hecho, una lucha bastante tergiversada), y menos con un film de "izquierda", como muchas páginas de crítica especializada parecen sugerir (hasta hay algunas que la comparan con la premiada “Parásito”). Tan solo un ensayo hecho película y adaptado para Netflix. Me explico:
1. Se ha dicho que El Hoyo de Gaztelu-Urrutia es, implícitamente, una evocación a una "lucha de clases" en la que un "comunista", Goreng, intenta, primero, dar comida a todos los niveles (200, 250 y, por último, cifra desconocida) y luego, aliado a Baharat, busca "llevar un mensaje": la pannacotta intacta que diría "algo" al "nivel 0". En todo esto, no se encuentra una lucha de clases: sí, Goreng es empático y tachado de "comunista" por su primer compañero de celda, o nivel, pero una lucha de clases implica, al menos desde el comunismo, la desaparición de las clases sociales, del Estado y de la propiedad privada.
2. Si vamos a asumir que el Nivel 0 de El Hoyo es una metáfora para describir al Estado que distribuye "algo" que no llega a todos, y que es un Estado que prefiere que ese "algo" se concentre entre los niveles más cercanos, hablamos de un Estado que parece la prolongación de una clase ("burguesa", "capitalista", etc.). Pero Goreng y Baharat no buscan la abolición de este Estado, tan solo "mandar un mensaje", y la idea de que los niveles más altos son cómplices del Nivel 0 se descarta si tomamos en cuenta que los reclusos cambian de nivel cada mes. En vez del argumento sobre "lucha de clases" en El Hoyo, sería más justo hablar sobre el individualismo, la no-solidaridad, no cooperación o avaricia del ser humano, en otras palabras, una película que dice que, implícitamente, el ser humano es "malo" (eterna discusión filosófica, por cierto), pero esta vendría a ser una discusión "esencialista", lo que va en contrarruta al marxismo porque, como dice Marx, la construcción del hombre se da a través de la transformación de la sociedad y la historia, y de la naturaleza.
3. Es probable que la idea de "lucha de clases" se refuerce por el solo hecho que cada personaje en la película, excepto el jefe chef y varios chefs en el nivel 0, representa a un "paria". Es obvio que Gaztelu-Urrutia no pretende representar a todos los parias sociales modernos (faltarían, por ejemplo, los discapacitados, las lesbianas, los gays, los ciegos, que hayan más mujeres en el reparto y que estas sean más relevantes, etc, discusiones que encantan a un progresista promedio), pero la película tampoco tiene un argumento de "autosuperación personal": cómo se explica que una transgénero, vieja, con cáncer, y ex funcionaria del Nivel 0, termine sus días en El Hoyo? Si vamos a pensar que El Hoyo es un ensayo sobre la maldad del ser humano, que es individualista, avaro y nada empático, y que esto se refleja en que los parias modernos (un viejo, un negro, una madre soltera que busca a su hija) sufren más que el resto, el argumento de por sí es débil: a los parias también se les ofrece la posibilidad de rehabilitarse por una estadía en El Hoyo, y comer. Lástima que los parias, por ser parias, sean los más afectados psicológicamente en El Hoyo.
4. Si la película es un tratado sobre la maldad del ser humano, era bastante "obvio" que Goreng debía morir en sacrificio. Al final, uno nunca llega a saber cuántos niveles hay en El Hoyo, porque Goreng muere y se encuentra con Trimagasi, el viejo que es su primer compañero de nivel y al que come. Esto pretende, según Gaztelu-Urrutia, decirnos dos cosas: que la maldad del ser humano no conoce fondo y que cambiar una formación social requiere de un sacrificio. Por supuesto, la segunda idea es débil: no es que los cocineros desconocen lo que pasa en El Hoyo (quizás desconocen la distribución de comida y los actos de canibalismo, producto de la injusta distribución de comida entre niveles), y tampoco es que la pannacotta sin comer vaya a ser una ofensa para ellos (Gaztelu-Urrutia cree, además de que el humano es "malo por esencia", que existe algo como una empatía entre semejantes: que puede existir empatía de los cocineros del nivel 0 con los recluidos de los bajos niveles) y que las cosas cambien una vez que se enteren que han hecho algo "malo" e "ilegal" -una niña entre los reclusos-, pero es una idea coja dado que si es un ensayo hecho filme sobre la maldad del ser humano, nada debería decirnos que quien controla El Hoyo (el Estado, otros le dicen Dios) comprenda que debe enmendar un error una vez que se hace evidente si casi todo el tiempo, es un ente superior que deja a "libre albedrío" lo que pasa en El Hoyo. Una forma de autoridad despótica.
5. Si se va a extraer algo de El Hoyo -es decir, si las películas dejan lecciones- es que es una película que juega con los instintos básicos de supervivencia de un humano en espacio reducido, en compañía de un objeto preciado y de otro recluso, que va cambiando mes a mes. Pero además de quedarnos con la lectura de que El Hoyo es un tratado sobre la maldad del ser humano, que es egoísta, avaro y nada empático, la película -en plena pandemia global- muestra en vez de la dicotomía mal intencionada sobre una “lucha de clases”, una sobre los fuertes contra los débiles, más que evidente cuando los superhéroes Goreng y Baharat protegen la mesa de comida contra los hambrientos. Aquí, seguramente, radica la popularidad del filme de Gaztelu-Urrutia. Aunque, cabe decirlo, el mensaje es casi de autoayuda: un empático lector de El Quijote y un negro, fuerte, rescatan un mundo, pero no queda claro -se supone que no- si es que ese mundo ha sido derribado por sus acciones.