Teixidó y el laberinto
Al día siguiente de la presentación de un libro, conocí a Raúl Teixidó y a su laberinto... de una forma extraña, diferida. Debido quizás a la fiesta, las cosas de ese día siguiente se hicieron más frágiles, como construidas de un cristal delicado y color salmón. Y el tiempo se revelaba como si tod
Al día siguiente de la presentación de un libro, conocí a Raúl Teixidó y a su laberinto... de una forma extraña, diferida. Debido quizás a la fiesta, las cosas de ese día siguiente se hicieron más frágiles, como construidas de un cristal delicado y color salmón. Y el tiempo se revelaba como si todo, absolutamente todo, fuera pasado y táctil.
“…Y en medio de Pavanne pour une infante difunte, apareció usted Teixidó…”
scEribí tiempo después para un libro invisible. Fue mi tío, uno de esos ingenieros amantes de la literatura y del cine, quien con urgencia, con el tono de algo que debía hacerse, me habló del secreto autor sucrense que vive en Barcelona.
Recién lo conocería 10 años después... pero ese momento fue epifánico.
A continuación, y para que inteligentes amigos, como G. Bello o J. Bueno, puedan incorporarlos al canon de la mejor literatura boliviana, hago unas breves reseñas de los que considero mejores libros de don Teixidó:
A orilla de los viejos días, es algo así como una guía espiritual de la ciudad de Sucre y sus habitantes. 1950-60. Contada e inventada desde los recuerdos de juventud e infancia, donde se combinan estampas locales con momentos de increíble film en primera persona... Es a la vez un libro inconcluso y de final sumamente abrupto... un primer tomo de En busca del tiempo perdido, en el que destacan el doloroso relato sobre la madre y la casa, el inicio de una amistad signada por el cine, a cuya honra Teixidó dedica la mitad de su obra. Es también una Ars poética de lo que fue y sería la obra de Teixidó, amando a las siete musas y soportando por ellas el peso del smog de lo real. A la tía que me contagió genéticamente su amor por los libros, cuando ya no podía ver, le gustaba que algunas tardes le leyese este libro.
Cuento de Otoño, es una novela corta que con austeridad narra un idilio, el origen de un amor más o menos correspondido y, en todo caso, esa arquitectura imaginaria, castillo de naipes hecho de anhelos amorosos, conservados desde la infancia o arquetipados en la adolescencia, que un solitario profesor de edad madura profesa a una actriz presentadora de TV. La cercanía rutinaria al personaje, que pese a su edad y dureza (o por ellas) también se muestra frágil y expectante, los escasos dos encuentros reales sobre los que edifica el ansía, y la esperanza de encontrar o fundar con ella hogar y amor y en su lugar hallar la muerte... La sequedad, sobriedad del relato y su único tema: estar enamorado a destiempo o a contracorriente, y su trágico y verídico final hacen de este cuento de amor una experiencia honda, amarga y agradecida.
Neón y terciopelo, es una novela alucinante donde nada y todo termina pasando. El Plot-pretexto: Un hombre, que bien podría ser el protagonista de cuento de otoño y que en realidad es el protagonista de todas las (auto)ficciones de Teixidó, se traslada a un edificio en una ciudad española. De ahí sus días se convierten en un punto de vista, un vaso comunicante, una cámara de 16mm filmando las vidas que transcurren en su piso, en su edificio, en toda la ciudad. La novela está abarrotada de sensibles retratos breves, de encuentros, algunos casuales y otros recurrentes, con personajes que ocupan todas las casillas de la condición humana. “quédate quieto para encontrar lo que buscas” y la vida transcurre serena, resignadamente. Por la estructura y la situación me recuerda bastante a 2046 de Wong Kar Wai (pero la película es de 2004, mientras el libro de Teixidó es de 2001). Como los otros libros que aquí reseñó, la cualidad cinematográfica de este es clara. La novela está lista para ser filmada. Teixidó es un cineasta en prosa. Llena de momentos agradecidos y nostágicos, se siente esa empatía con las vidas de los otros, esa breve certeza de que avanzamos en un río plural donde nada humano nos es ajeno. El romántico final es como una solución en literatura a aquello que la vida quizás no nos ha dado: esa doméstic bliss, esa simple rutina de pareja o de familia que al autor se le aparece como una solución mágica al peso de nuestra existencia.
Con permiso de Franz. Aquí dos vertientes coinciden. Paréntesis. En Teixidó vive y lucha , la tensión entre inventar y contar lo ocurrido letra por letra. Literatura como liberación o como constatación de una esclavitud. Tensión: aceptar el mundo real y sin embargo esto que ocurre y que llamamos mundo real sea la mejor de las ficciones posibles. Tomó muchos años llegar a hacer estrategias, a él, un stuart de los preceptos realistas, para decidirse por lo onírico. Aunque a esto ya nos acercaban las publicaciones en su blog, esas transcripciones de sueños llamadas enemigo interior y aún más antes el sueño del pez. La vida de Teixidó en distintos momentos, como algunos que quedan reseñados en A la orilla de los viejos días, es reelaborada aquí en pro de la ficción. La ficción: algo así como una patria, esa bandera blanca sobre un mar azul que él decía inalcanzable, y que sin embargo esperaba pacientemente a que se acercara a la orilla (“espera pacientemente sentado a tu mesa y el mundo se rendirá a tus pies, no tiene otra opción” F.K.). Como decía, varios capítulos documentales de A la orilla..., se convierten en este nuevo libro en pequeños diamantes de ficción, hermosos en sí mismos (económicos, misteriosos, llenos de giros y con un resonante golpe final) pero lo son más aún si uno Identifica el suceso real que les dio origen: así en el cuento sobre el padre que hizo un mal negocio (que en la ficción se suicida) o aquel del cinéfilo (increíble escena documental de él y su madre en el cine mientras dura una tormenta, la cual termina haciendo un apagón) cinéfilo que deviene animal y elige la sala de cine como su madriguera.
Pues bien: todo el oficio acumulado, ejecutado por Teixidó estoicamente, palabra por palabra (“escribo con el borrador” bien se aplica a él) en 50 pacientes años llegan a un fruto extraordinario en Con permiso de Franz. Me recuerda a Roy Anderson. También él, luego de los 50, cambió de súbito a ese estilo irónico y surreal... Donde un horno carboniza humanos para producir música... Me recuerda a mil filmes y a un personaje que en ellos elabora meta-ficciones. QUizás las ideas son sucedáneo de nuestros pesares, pero quizás hay una revancha final (after the final no comes a yes) en que esos mismos pesares son materia de ficción, materia a modelar. Pura invención.
Con tantos libros como años en su haber, Teixidó ha tejido un laberinto, que, Como En Kafka, Es en parte suyo y en parte impuesto. Veo en él un ejemplo ético hacia la obra, algo así como un amor que no claudica, la fruta granada que sostienen los ascetas. Y me siento honrado por su amistad, a la que le doy la función del mentor en una película...
Todo esto lo intuí o lo supe ese día después de la presentación de un libro... Cuando toda la vida parecía estar ya escrita.