Reconstrucción

Uno de los escritores esenciales de la nueva narrativa boliviana, Iván Gutiérrez, analiza “Reconstrucción”, el libro del laureado autor paceño Rodrigo Urquiola Flores. La obra fue ganadora del Premio Marcelo Quiroga Santa Cruz el 2018.

Iván Gutiérrez, analiza “Reconstrucción” Iván Gutiérrez, analiza “Reconstrucción”

Iván Gutiérrez
Puño y Letra / 29/11/2021 03:14

“¿Es esto un sueño? ¿La memoria es ese sueño que podemos ver aunque estemos despiertos? ¿La memoria es un espacio ficcional que podemos manejar a nuestro antojo, que podemos reconstruir? Entonces, si se la puede transformar, ¿continúa siendo memoria? ¿Lo que no fue y pudo haber sido también existió? Quizás solo sea una cuestión de territorios, de ubicar el espacio preciso” (P. 99). 

Reconstrucción es la novela con la que Rodrigo Urquiola ganó el premio Marcelo Quiroga Santa Cruz 2018. La propuesta del texto demuestra solidez, estilo y la mirada de un escritor que tiene mucho que decir. La precisión del lenguaje reconstruyendo la vida de los personajes además de contextualízalos, nos permite mirar una poética que por largos momentos hace que se nos olviden las acciones y más bien perdure la belleza del decir. El marcaje del ritmo en la composición del lenguaje, permite que el título además de sostener el fondo de la interioridad y de la intención de la historia, también deje ver al lector reflejado en la anidación de palabra a palabra. 

“No pude dormir ha salido de casa y ha caminado entre los árboles. Se ha sentado sobre un viejo tronco de quebracho y se ha puesto a contar las estrellas mientras los insectos fabricaban el habitual sonido de sus vidas. Ha retornado y, después de mojarse la cara con agua de la noria y dejar que el viento nocturno le secara la piel, se ha acercado a la porqueriza y les ha acariciado la cabeza a los cerdos inmóviles que, al percibirlo, una sombra emergiendo de la noche, han lanzado breves chillidos y, poco a poco, como si hubieran reconocido a su dueño a un mismo tiempo, han ido apaciguándose. Ha caminado unos breves pasos tambaleantes, ha respirado profundo el aroma de la noche clara y, después de quitarse las sandalias, se ha vuelto a meter en la cama. Ha hecho todo esto y no ha sucedido nada. El insomnio permanece, es alcohol hecho de aire que ingresa al alma por la piel” (P.54).  

Reconstrucción es una novela que crece paso a paso, y en cada uno se vuelve más contundente. La belleza de la narrativa de Urquiola en este proyecto ha superado por mucho lo anterior escrito (sin menospreciar las obras anteriores); pero en esta ocasión la historia presentada en una suerte de pantallazos que por momentos mantienen una continuidad y por momentos son fragmentos cortados de episodios sueltos que en el mismo proceso del arco narrativo se van encontrando, imprimiendo su mayor belleza en el hecho de mirar el movimiento de los seres que habitan la obra, con más intriga que lo que puede pasar o pasarles.  

La novela nos presenta la historia de cuatro personajes, en cuatro tiempos que, si bien, en la linealidad temporal no responden en algunos casos a una continuidad, sino que más bien a una suerte de espiral del tiempo; pero que permite al lector ir sabiendo sobre la trama desde los relatos del presente o el pasado, que finalmente por la narrativa que se desarrolla es lo que menos importa, porque lo importante es que la literatura está respirando. 

Reconstrucción es una novela sobre el estar al borde. Se trata del peligro de mantener y cruzar la línea. En la que de forma acertada se entrelaza capítulos de la historia del país, con la locura engañosa de los personajes, que están amplificando, o reduciendo hasta de forma incómoda el impacto de los riesgos. A la vez que la acción viene acompañada por reflexiones pertinentes sobre la experiencia de la escritura. Escribir para sobre-ver, o sobre-beber. 

Urquiola es un autor que no debe demostrar nada, porque su obra lo ha demostrado todo. Es de los pocos escritores de hoy, del que se puede hablar de su escritura como un proyecto. A pesar de que la referencialidad actual por el encriptado código de reseña literaria como si fuese critica literaria, tenga más atención en la venia de titulares por escritores que no tienen un proyecto y solo una reducida propuesta de un par de obras. Haciendo que la atención donde debe importar quede desenfocada, por elementos secundarios, o más del abrazo social. 

Por eso mismo el proyecto crítico pendiente con reconstrucción no amerita la comparativa con lo que se escribió últimamente. Sino como el mismo proyecto escritural lo demanda. La novela está postulando un manifiesto sobre la escritura. El autor plantea el inicio de la novela con un primer personaje en escena, que quiere ser escritor y del que además en un juego de poeticidad absoluta lo conocemos desde la mirada del cuerpo muerto de su madre en el cajón del velorio. 

“¿Asesinar a tu madre? Imaginas es hacer ¿No es haber llegado muy lejos? Dimas sabes que él sería incapaz. Recuerda lo que le costó ahogar a aquel gato enfermo en el río cuando sus amigos le pidieron la prueba de valor. Pero la escritura, dice Dimas, es el lugar donde pueden hacerse las preguntas más difíciles. Las respuestas son lo de menos. Importa el camino, no el destino” (P.27).

Reconstrucción nos encamina a la dificultad de la comunicación a partir del contacto con la muerte, con el final. La pulsión de “lo desaparecido” afecta de entrada la posibilidad de sostener la elocuencia por la expresión, hasta ir perdiendo el relato cronológico de los acontecimientos y finalmente ser afectados en la propia expresión que pareciera que pierde relación con la acción, como si lo que cada personaje va confesando tiene una propia burbuja que acapara el ritmo de “la realidad” del tiempo y el espacio de la novela. 

Los cuatro personajes aparecen en la historia desde el momento en el que “lo desaparecido” actúa. El que desaparece instaura otro tipo de apariencia, que como especie de código solo cobra presencia desde el nombrarlo. Se conoce al primer personaje Dimas desde el siguiente relato sobre la muerte de su madre. “Ha muerto, después de una larga lucha en contra de esa caída a lo profundo que podría significar”. Aparece Mariana el segundo personaje, a partir de la presencia con lo siniestro. “Le he dado cien bolivianos y ha dicho: -han destripado a un perro”. El tercer personaje es Deterlino Flores que es introducido en la historia a partir de la siguiente apertura. “Una guerra no se acaba nunca, piensa Deterlino Flores mientras piensa las guerras no deberían empezar nunca, mientras piensa las guerras no deberían terminar nunca, mientras una voz invisible, una voz que casi no es suya, le dice a sus oídos tengo sed tienes sed”. El cuarto personaje Hilda aparece en la narrativa desde un punto muerto. “Es el momento. Ya no se pregunta por qué su padre ha tardado tanto tiempo, desde la mañana hasta esta hora de la noche, para empezar la persecución. Ahora es inútil todo, lo sabe. Pero agradece que, por fin, el instante preciso haya terminado sucediendo. No habrá otra ocasión igual a ésta. Nadie podrá verla. Nadie podrá atraparla. Nadie podrá evitarlo. Nadienadienadienadiena”. 

La palabra reconstrucción implica el movimiento existencial por el cual, desde su aparición, la interioridad de los personajes lleva al lector a la indagación de la búsqueda por un lugar en el que se pueda habitar un propio significado. Lo atroz, del desaparecer está en el ya no poder mencionar un nombre, una palabra, un recuerdo. Por eso lo primero que comienza a reconstruir la novela es el decir, de tal manera que, aunque vaya desapareciendo el mundo, las palabras todavía quedaran para darnos el último aliento.

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