La memoria y la rebeldía son imprescindibles

Uno de los libros más comentados del año en Bolivia, “Los hijos de Goni”, de la escritora alteña Quya Reyna, fue presentado en El Mercado Contracultural de Sucre. Gabriel Carrasco Jaldín comparte el texto de esa aproximación.

La memoria y la rebeldía  son imprescindibles La memoria y la rebeldía son imprescindibles

Gabriela Carrasco Jaldín
Puño y Letra / 02/05/2022 23:36

“Pienso que por eso los alteños y alteñas no necesitan tener mucho para recibir más de esta ciudad. Es que no hay receta para ser como somos, no estamos determinados, somos lo que somos y ya, para luego con todo nuestro ser (desde fideo con tortilla, desde un pollo frito, hasta huevo con ch’uñu) pasar a formar parte de un apthapi, de algo más grande, en donde nos compartimos y nos alimentamos de los aromas y sabores que nos regalan los demás y donde vamos y volvemos, recogiendo y dejando. Lo importante es volver al atado, ver cómo iniciamos, ver lo que le hemos dejado a los demás y lo que nos hemos llevado. Y quizás eso es el alteño: un plato sin receta, uno que se construye desde lo que hay en casa, desde lo que se cosecha, dependiendo la temporada”

La rebeldía también está en la escritura, en narrar la vida misma sobre la ciudad más joven de Bolivia, que ha enfrentado la estigmatización y ha tentado a más de uno a recrearla a través de imaginarios, en este libro Quya nos la muestra en nueve relatos desde su propia experiencia, su cotidiano vivir y la profundidad de sus costumbres y tradiciones. Relatos que miran en lo más íntimo y encuentran la conexión entre sus padres, hermanas, primas, tías, tíos, su entorno y sus luchas; que se muestran honestos y que desafían el transcurso del tiempo y el cambio en la situación socioeconómica de los ciudadanos y ciudadanas de El Alto. 

Los Hijos de Goni, relatos desde la memoria y los recuerdos más profundos de su vida y que al leerlos nos producen familiaridad y cercanía; su realidad, la comida, tradiciones, vínculos familiares, ser ciudadana de El Alto sin romantizar nada, las historias de los habitantes de una ciudad donde su común denominador es la lucha para no convertirse en algo que no toleran; lo que implica en el colegio, en la comida, en sus miedos, el ser hija de Goni, como en el relato que le da el nombre a este libro y que hace un recuento de uno de los episodios más dolorosos y victoriosos que vivió El Alto y Bolivia. Los textos están constituidos en un entorno y elementos culturales, con gran precisión en cada uno e identificados claramente, más allá de conocer que se habla de El Alto. 

La figura paterna y materna en la familia, la conexión con el padre trabajador y la madre trabajadora, conceptos que se van desarrollando juntos que potencian el relato, permiten ser parte del apthapi, el trabajo familiar y la vida de los comerciantes.

Textos que son narrados por diversas voces; una niña, una adolescente, una joven, que coexisten entre tradiciones, la comunidad y el comercio, relatos a través de la mirada de la niñez que captan la esencia del diario vivir, narrando lo trágico y lo emotivo. Esto permite al lector visualizarse entre potentes características de la ciudad, de su entorno; el comercio como forma de sustento, la solidaridad arraigada a la comunidad y la valorización de la cosecha en el entorno familiar, entre muchas otras. 

Si bien en el libro se puede ver el cotidiano de una ciudadana de El Alto desde su niñez y que las élites bolivianas ignoren todo sobre esta ciudad, no es más que una realidad similar a la que se ha vivido en otras partes de Bolivia en los años 90, ahí la importancia de leer Los Hijos de Goni.

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