Que algo quede

El escritor y músico boliviano, Oscar García, escribe un ensayo sobre la mentira y su naturaleza

El escritor y músico boliviano, Oscar García, escribe un ensayo sobre la mentira y su naturaleza El escritor y músico boliviano, Oscar García, escribe un ensayo sobre la mentira y su naturaleza

Oscar García
Puño y Letra / 20/06/2022 20:48

La gente miente, ni las urracas ni los perros, ni los colibríes ni las ballenas azules lo hacen. Nadie ni nada más que la gente. Miente y odia. Se podría decir que ama pero es lo de menos. Se la pasa en general. Detestando a otra gente, deseando el mal, envidiando, mintiendo. Se miente a veces por hacer que otras gentes se sientan bien y ese hecho puede llegar a desarrollar una especie de síndrome relacionado con quedar bien siempre y en todo lugar pese a quien le pese.

Entonces escriben al amigo al que no soportan: “Estuve viendo fotos de la promo y no es como dices, que eras el más feo del curso, la verdad es que había gente de verdad fea, yo, por ejemplo”.

Y así, descubre que existe la posibilidad de no decir nunca lo que piensa para lograr una imagen de empatía y bondad que es, en realidad, un trastorno consecutivo que con el tiempo se convertirá en una manera de comunicarse con la otredad, mintiendo. Esta clase de sujetos se hacen desde la infancia y puede provenir de la familia.

“No le digas a tu tío que tiene una oreja más grande que la otra, sé buena chica”. Y la chica, a sus 52 años, sigue siendo buena y evita decir lo que piensa, que es una manera de mentir, constante, normalizada.

Están quienes mienten porque no queda otra alternativa, han roto una copa de cristal fino, la única copa que quedaba de la vajilla de la tatarabuela. Inventan algo, le echan la culpa al gato, al viento, al hada de los garbanzos. No rompieron la copa, no se gastaron esos cien bolivianos, no estuvieron en aquella fiesta, no quemaron la hornilla eléctrica, no perdieron el arete ese de plata. Nunca asumen haber cometido una pérdida, un accidente. Nunca. Entonces mienten. A lo mejor traen también de la infancia una culpas cargando en las espaldas. “Ahorita me van a conocer, quien haya roto el plato ese se va a encontrar con el palo, ya me voy a estar enterando, mejor que me digan quién”. Desde entonces, mienten.

No faltan las personas que dicen que no saben mentir pero están mintiendo porque saben que al decirlo van a sembrar una duda razonable para que el resto quede como en fuera de juego. La duda sembrada es la mejor arma en las gentes que tienen la gran habilidad de mentir mientras desarrollan una verdad basada en los cimientos más sólidos de una mentira.

Entonces se pasean por las cabezas de otras gentes, como Pedro por su casa, entran, salen, se sirven un café, se acomodan en el hipotálamo ajeno, hacen pis en la amígdala del cerebro ajeno y si quieren cambian la verdad por otra que es la que quiere oír el interlocutor. Si se sabe escuchar, observar, analizar los hechos, cotejar las acciones, comparar, detenerse, pensar, es posible pescar las mentiras y en ese caso, fingir que se está creyendo todo. No hay mejor persona mentirosa que la que hace creer a la persona mentirosa, que está creyendo todo cuanto se le cuenta. Estas últimas, son las mentirosas silenciosas, las que se hacen que creen cualquier cosa.

Bueno y están quienes mienten para mantener los poderes, para mantener a otras gentes, a la multitud, empobrecida, para hacerse de bienes ajenos, para castigar, para matar, para sembrar terror. “Te vas a ir al infierno, los muertos esos estaban armados hasta los dientes, si no votan por el nuevo ratero, o sea yo, va a llover fuego sobre sus humildes cabezas, los funcionarios de impuestos irán casa por casa a secuestrar a sus gatos, va a subir la gasolina, se va a acabar el arroz en los pollos a spiedo”. Así, mienten porque no saben vivir de otra forma.

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