El dominio de lo andino y rural en el cine boliviano
Alejandro Pereyra Doria Medina, uno de los gestores del Cine Club Teixidó de Sucre, toma el primer guante del debate, luego de la proyección de “98 Segundos sin sombra” de Juan Pablo Richter, sobre lo que él considera el “dominio de la imagen andina de Bolivia en el extranjero”.
Alejandro Pereyra Doria Medina, uno de los gestores del Cine Club Teixidó de Sucre, toma el primer guante del debate, luego de la proyección de “98 Segundos sin sombra” de Juan Pablo Richter, sobre lo que él considera el “dominio de la imagen andina de Bolivia en el extranjero”. Este Jueves 14, se estrena el filme GASPAR de Diego Pino.
El cinedebate del Jueves 1 de Julio, en el TEXIDÓ CINECLUB se convirtió, hacia el final, en algo tenso. Una persona en el público me acusó de ser prejuicioso e irresponsable por las ideas que acababa de expresar. Yo, moderador del CINECLUB en ese momento, me vi sorprendido, y con cierto desasosiego que, a pesar mío, siento cada vez que alguien pelea. Sin embargo, ese momento me hizo pensar en por qué el cine en Bolivia es tan complicado, por qué una película no puede ser una película sino un campo de batalla sociológico, político, hasta étnico.
A pesar de este trance, celebrando la ocasión para que un cinedebate sea tal, incluso si en diferido, a nombre personal y no del grupo TEIXIDÓ, tomo la oportunidad de desarrollar la idea que motivó aquella actitud, sobre todo con la sensación de que existe mucho material para sustentarla.
Idea central: la imagen andina de Bolivia domina la imagen de Bolivia en el extranjero. Recuerdo haber dicho lo siguiente: "Esta película (la de Richter) tenía chances para postularse por Bolivia a los Oscar. Sin embargo un grupo de cineastas, mayoritariamente de La Paz, que anualmente escoge la candidata, optó por otra película (la de Kiro Russo), porque existe en nuestro cine este notorio andino centrismo". Ante ello yo mismo reacciono ahora y afirmo con justicia que el Gran Movimiento es una muy buena película, pese a su mística andina exotizante. A la vez considero que 98 Segundos sin Sombra, sin ser una gran obra, tiene muchas virtudes que, para el caso de "postulación al Oscar", quizás la ubicaban mejor. Su historia lineal, la complicidad que se establece y es lograda por el gran debut actoral de Irán Zeitún, la paleta y hasta la música la hacían una experiencia más asequible. Mientras la fragmentariedad y densidad, exploración en diferentes registros&lenguajes, y el tono collage interpelante/delirante de El Gran Movimiento, son un desafío que se agradece y difícilmente sería apreciado bajo la bandera de "contar una buena historia", premisa sacrosanta de la academia estadounidense.
En realidad en este artículo no se trata de que una película sea buena o regular en sí, sino de qué puertas le serán abiertas si explora-exporta lo andino o rural: qué fondos recibirá de qué países y en qué festivales podrá ser programada. En otras palabras, si dos proyectos de calidad comparable hablasen, uno desde lo andino y otro desde una zona o realidad diferente del país, creo que es mucho más factible que el que trata del mundo andino (si indígena mejor) reciba fondos extranjeros para realizarse y la obra resultante tenga más opciones de ser distribuida. Repito: El proyecto puede ser muy bueno en sí, pero me parece que existe un extra a favor si se piensa sobre todo en fondos o festivales europeos. Fondos y festivales discriminarán lo andino y rural positivamente.
Creo que todx cineasta en Bolivia que ha intentado un proyecto de largometraje conoce la dificultad añadida que es no adscribirse al canon doble rural/andino. Lo difícil que será hablar de las ciudades, de la clase media o alta, y en suma de todo lo que ese canon deja fuera.
Charlando con P. Barriga sobre lo acontecido en el CINECLUB, él me preguntaba: pero ¿qué hace que las películas andinas sean mejores? (…) como toda ciudad importante La Paz aglutina fuerza, poder, lleva una vanguardia que es visible desde sus parques hasta sus políticas culturales. Es natural que cuente con artistas mejor preparadxs, sobre todo en cine que tanto de técnica productiva requiere; es natural que La Paz aglutine, proyecte y domine.
Es imposible que se desconozca aquello, tanto como que se crea que asistimos en igualdad de condiciones a la hora de querer hacer películas desde el entorno que nos toca vivir, para aspirar a fondos o festivales; o que nuestra palestra de incidencia es equitativa.
Por otro lado entiendo que para mucha producción cara o barata, pero de poco alcance a nivel de ideas o propuestas, el argumento aquí expuesto puede ser una buena excusa: "sí, nuestra película no estuvo en esos festivales, porque sólo están interesados en lo rural y en lo andino. Son unos snobs”. Pero ocurre a intervalos y es una especie de esclavitud mental que una película valiosa o con elementos valiosos que se sale del canon, que sea buena pese a no tener ramitas de laurel, atraviese las salas de Bolivia como un fantasma.
En la sala estaba también un joven montajista sucrense que estudió cine en Cuba, quien añadió: "esta película de Richter es fresca y nos muestra otra Bolivia, no necesariamente la que se espera en Europa".
¿Es que quienes de algún modo con nuestro trabajo queremos mostrar algo distinto de aquello tenemos algo que nos impide entender que ese es en realidad el camino? ¿o es que la conciencia de que existe ese atractivo camino, el rural andino, hace que quienes podrían hacer otro tipo de películas opten por este método para asegurar su producción, hacer un producto for export?
Como me dijo alguno de los críticos que hacen el festival Radical: la receta es: “lengua franca + exotización del otro”.
Obviamente se necesita mucho más que tratar de lo andino y lo rural para que una película pueda ser valorada en las codiciadas vitrinas llamadas Festivales de Cine clase A. Se necesita ser unx buenx cineasta y haber logrado una buena producción y tener buenos contactos, en el buen sentido.
Al cine latinoamericano le cuesta valorarse a sí mismo, y sólo lo hace a través de festivales, por lo general de otros continentes. Para ello es probable que muchas veces los propios proyectos estén hechos a medida, pretendiendo lograr la aceptación de tales espacios, en un juego de “-les aceptamos porque son exóticos/ - De acuerdo, seré exótico para ti". La circulación entre nuestros países es mínima y apenas estimulada pero creo que hay cinematografías próximas y un tanto más libres, como la Argentina, principal exportadora de filmes al Brasil, por ejemplo, donde la gente rompe taquilla debido al gran nivel de storytelling de lxs cineastas gauchxs.
La visión solemne, el duro traje trágico o dramático del que tienen que vestirse nuestros filmes para ser aceptados en festivales A, ocurre, creo, por tratar de hablar en el único tono que nos permiten los resquicios de ventanas que se reserva a nuestro cine. Y por miedo a equivocarse, ya que los cineastas serios consideran a la comedia un género vulgar, o demasiado difícil, se nada en la parte baja de la piscina y con dificultad se practica el arte cinematográfico en cualquier otro género que no sea el drama. Si tenemos en cuenta esa predilección de los festivales por la tragedia, lo rural y las clases empobrecidas, se explica muy bien que una película que (salvo su actor protagonista) aporta tan poco al cine, como Cementerio de Elefantes, se constituya en uno de los referentes de estas décadas, tanto en público nacional como en varias plataformas internacionales.
Esa visión/filtro/preconcepto de los festivales. Es una barrera del sonido difícil de romper: veamos que hasta hoy el cine que habla de las ciudades y clases medias bolivianas (a las cuales pertenecen la mayoría de lxs cineastas bolivianxs) es un cine ínfimo en circulación y reconocimientos comparado con el que aborda la matriz expuesta.
Ensanchar ese resquicio de ventana dependerá bastante de un cine independiente, menos concentrado en agradar en festivales, ¿o apuntando a festivales más pequeños? , pero con la libertad para crear, moverse, soltar la cintura y buscar esas reconciliaciones entre festivales y públicos... ahora que es tan barato producir depende de los estudiantes&autodidactas generar otras imágenes de Bolivia. Porque al final el cine, como dice mi amigo Barriga, es un lugar, el cine mismo es un país, y su ciudadanía es el lenguaje cinematográfico.
Al dejar el Cineclub un docente, prudente y joven, trabándose y un poquito pálido por los exabruptos de mi eventual interlocutor, me aconsejó en voz baja: “la próxima es mejor dejar que hable sólo la gente”. Pensé que esa era una linda solución pero un segundo después vi mejor y le respondí: “no, está bien que haya una controversia, de eso se trata un cinedebate".