Poemas de Carolina Zamudio
Puño y Letra, continúa su muestra de poesía latinoamericana, con Carolina Zamudio, una de las poetas argentinas más reconocidas del último tiempo.
Poeta y ensayista argentina (1973). Es una de las referentes de la poesía argentina de su generación en el mundo. Publicó: «Seguir al viento», Ediciones Último Reino, 2013 (Argentina); «La oscuridad de lo que brilla», edición bilingüe español/inglés, Artepoética press, 2015 (Estados Unidos) con traducción de Miguel Falquez-Certain; la antología «Doble fondo XII», Musgonia Colección, 2016 (Colombia); «Rituales del azar», edición bilingüe español/francés, Éditions Villa-Cisneros, 2017 (Francia) con traducción de Rémy Durand; «Teoría sobre la belleza», Imaginante, 2017 (Argentina); «La timidez de los árboles», Hilo de Plata Editores, 2018 (Colombia); «El propio río», Colección Lima Lee, 2020 (Perú), «Vértice», Raffaelli Editore, 2020, edición bilingüe español/italiano (Italia), con traducción de Emilio Coco y «Las certezas son del sol», summa poética, Valparaíso Ediciones, 2021 (España). Magíster en Comunicación Institucional y Asuntos Públicos, y Periodista. Creó y dirige la Fundación Esteros, y la Revista Esteros (www.esteros.org). Premio Universitario Siglo XXI del diario La Nación de Argentina y la Corona del Poeta en el Eisteddfod, Chubut, Argentina.
EN TIEMPOS DE SEQUIA
Yo, que prefiero absorber luna
a tomar el sol, regar la noche
de recuerdos y enhebrarlos
en farolas de una calle cualquiera.
Destender el mantel con los restos
y buscar los símbolos en las migas,
subir las escaleras cuantas veces sea
a temer desandar los pasos dados.
Ser vampiro en la niebla, merodear
la casa mientras todos duermen,
ser ama de la noche, esculpir
los deseos en las nubes pálidas.
Que soy pez en tiempos de sequía,
flor insólita en invierno,
búho que descree de su suerte,
señora a merced del viento.
No sé adónde vamos ni porqué
y cada mañana me ahogo
hondo en una página en blanco.
EN ESTA CASA QUE HAY EN MI
En esta casa que hay en mí
a menudo música se oye,
junto a la orilla de este puente
que es mi cuerpo
habitan seres ciertos
—a veces se quedan—,
las paredes no precisan
cubrirse casi de lluvia,
no de sol, no de rocío.
Se está plácido a veces aquí.
Sólo debes saber, querida,
una sombra
se refleja a ciertas horas
y somos así únicas, completas.
EL VIENTO RECONOCE SUS CONTORNOS
Una mujer camina al borde de un río,
pisa cada piedra a su paso,
siente lo rugoso del mineral
dentro de sí misma,
el viento reconoce sus contornos
y se despoja de las fuerzas para mostrarle
a la mujer en el río su sombra,
que muta junto al camino
y la aridez de la piedra.
Intercambios son viento y río,
luz, mujer y piedra;
el uno sabe de la propia existencia
por la vida en el otro,
ante el único: el tiempo.
Sin el viento el río es espejo,
sin las piedras la mujer sería
cuerpo sin caminos.
UNA MAS DE TANTAS OTRAS QUE SEREMOS
La rotación de celestes se repite sin fin.
Cerca del agua otra me piensa, me pierdo en ella,
al fin se sale inmune de todas las tormentas;
llueve muy dentro de mí, como así afuera.
Algo se detuvo, fue sólo un instante.
gira el más allá de las historias, su relato.
Seremos de este mundo inaugurando
una más de tantas otras que seremos,
quizá alguna vez alguien lea este sueño
de otro modo; nosotras sabemos ahora
cómo amarnos, sortear los temporales,
son siempre pasajeros, no hay vida sino
dentro del amor y sus mil caras,
frescas y livianas sin tanto testamento.
El destino está trazado,
escribo y bailo, no encajo con mi suerte,
lo he dejado dicho:
abonaré un trozo de tierra y serán
mías las sombras de los pájaros,
el viento y las caricias de los enamorados,
el amanecer y la caída del día.
LA CASA, LA MADRE
Las casas no tienen vida,
es la madre quien respira,
¿se oye hablar, en verdad,
vive, siente?
Los muebles crujen misterios,
una lámpara en la noche,
la madre es quien cavila.
¿En qué lugar de la mente
de la casa vive ella?
La comida no es el alimento
de la casa, de los hijos,
es ella quien rehuye nutricia.
¿Qué forma debe adquirir
La madre dentro de la casa?
Calor de hogar, de nido
las voces de la casa respiran
también en los objetos.
¿Los hijos dan vida a la casa,
a la madre, a las cosas ínfimas?
El cordón umbilical une a la madre
con los platos, las copas,
Los sillones de los abrazos.
¿Por qué los hijos son de la madre,
no de la casa que los ata?
La casa, la madre, los hijos
y el padre están cubiertos
de estrellas, plantas, piedras.
¿Qué significado tiene
ese universo ahí afuera?
Por momentos toma colores,
crayones, cuadros, la comida;
la madre buscó en su oscuridad
para aclarar de la casa el alma.
¿Qué color tiene la mente
de la madre para cada hijo?
El padre es por la madre
de la casa, el aliento amplio
para los hijos y la tribu toda.
¿Qué es, entonces, de los hijos,
el padre y la madre sin la casa?