Poemas de Carolina Zamudio

Puño y Letra, continúa su muestra de poesía latinoamericana, con Carolina Zamudio, una de las poetas argentinas más reconocidas del último tiempo.

carolina zamudio carolina zamudio Foto: internet

Puño y Letra/Alex Aillón Valverde
Puño y Letra / 19/07/2022 09:34

Poeta y ensayista argentina (1973). Es una de las referentes de la poesía argentina de su generación en el mundo. Publicó: «Seguir al viento», Ediciones Último Reino, 2013 (Argentina); «La oscuridad de lo que brilla», edición bilingüe español/inglés, Artepoética press, 2015 (Estados Unidos) con traducción de Miguel Falquez-Certain; la antología «Doble fondo XII», Musgonia Colección, 2016 (Colombia); «Rituales del azar», edición bilingüe español/francés, Éditions Villa-Cisneros, 2017 (Francia) con traducción de Rémy Durand; «Teoría sobre la belleza», Imaginante, 2017 (Argentina); «La timidez de los árboles», Hilo de Plata Editores, 2018 (Colombia); «El propio río», Colección Lima Lee, 2020 (Perú), «Vértice», Raffaelli Editore, 2020, edición bilingüe español/italiano (Italia), con traducción de Emilio Coco y «Las certezas son del sol», summa poética, Valparaíso Ediciones, 2021 (España). Magíster en Comunicación Institucional y Asuntos Públicos, y Periodista. Creó y dirige la Fundación Esteros, y la Revista Esteros (www.esteros.org). Premio Universitario Siglo XXI del diario La Nación de Argentina y la Corona del Poeta en el Eisteddfod, Chubut, Argentina.

 

EN TIEMPOS DE SEQUIA

Yo, que prefiero absorber luna

a tomar el sol, regar la noche

de recuerdos y enhebrarlos

en farolas de una calle cualquiera.

Destender el mantel con los restos

y buscar los símbolos en las migas,

subir las escaleras cuantas veces sea

a temer desandar los pasos dados.

Ser vampiro en la niebla, merodear

la casa mientras todos duermen,

ser ama de la noche, esculpir

los deseos en las nubes pálidas.

Que soy pez en tiempos de sequía,

flor insólita en invierno,

búho que descree de su suerte,

señora a merced del viento.

No sé adónde vamos ni porqué

y cada mañana me ahogo

hondo en una página en blanco.

 

EN ESTA CASA QUE HAY EN MI

En esta casa que hay en mí

a menudo música se oye,

junto a la orilla de este puente

que es mi cuerpo

habitan seres ciertos

—a veces se quedan—,

las paredes no precisan

cubrirse casi de lluvia,

no de sol, no de rocío.

Se está plácido a veces aquí.

Sólo debes saber, querida,

una sombra

se refleja a ciertas horas

y somos así únicas, completas.

 

EL VIENTO RECONOCE SUS CONTORNOS

Una mujer camina al borde de un río,

pisa cada piedra a su paso,

siente lo rugoso del mineral

dentro de sí misma,

el viento reconoce sus contornos

y se despoja de las fuerzas para mostrarle

a la mujer en el río su sombra,

que muta junto al camino

y la aridez de la piedra.

 

Intercambios son viento y río,

luz, mujer y piedra;

el uno sabe de la propia existencia

por la vida en el otro,

ante el único: el tiempo.

 

Sin el viento el río es espejo,

sin las piedras la mujer sería

cuerpo sin caminos.

 

 

 

UNA MAS DE TANTAS OTRAS QUE SEREMOS

La rotación de celestes se repite sin fin.

Cerca del agua otra me piensa, me pierdo en ella,

al fin se sale inmune de todas las tormentas;

llueve muy dentro de mí, como así afuera.

Algo se detuvo, fue sólo un instante.

gira el más allá de las historias, su relato.

Seremos de este mundo inaugurando

una más de tantas otras que seremos,

quizá alguna vez alguien lea este sueño

de otro modo; nosotras sabemos ahora

cómo amarnos, sortear los temporales,

son siempre pasajeros, no hay vida sino

dentro del amor y sus mil caras,

frescas y livianas sin tanto testamento.

 

El destino está trazado,

escribo y bailo, no encajo con mi suerte,

lo he dejado dicho:

abonaré un trozo de tierra y serán

mías las sombras de los pájaros,

el viento y las caricias de los enamorados,

el amanecer y la caída del día.

 

 

 

LA CASA, LA MADRE

Las casas no tienen vida,

es la madre quien respira,

¿se oye hablar, en verdad,

vive, siente?

 

Los muebles crujen misterios,

una lámpara en la noche,

la madre es quien cavila.

 

¿En qué lugar de la mente

de la casa vive ella?

La comida no es el alimento

de la casa, de los hijos,

es ella quien rehuye nutricia.

 

¿Qué forma debe adquirir

La madre dentro de la casa?

Calor de hogar, de nido

las voces de la casa respiran

también en los objetos.

 

¿Los hijos dan vida a la casa,

a la madre, a las cosas ínfimas?

 

El cordón umbilical une a la madre

con los platos, las copas,

Los sillones de los abrazos.

 

¿Por qué los hijos son de la madre, 

no de la casa que los ata?

 

La casa, la madre, los hijos

y el padre están cubiertos

de estrellas, plantas, piedras.

 

¿Qué significado tiene

ese universo ahí afuera?

 

Por momentos toma colores,

crayones, cuadros, la comida;

la madre buscó en su oscuridad

para aclarar de la casa el alma.

 

¿Qué color tiene la mente

de la madre para cada hijo?

 

El padre es por la madre

de la casa, el aliento amplio

para los hijos y la tribu toda.

 

¿Qué es, entonces, de los hijos,

 

el padre y la madre sin la casa?

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