Xavier Oquendo en su Mar inconcluso

Gabriel Chávez Casazola nos introduce al libro, recién publicado por Plural, del reconocido poeta ecuatoriano, ahora de visita por Bolivia donde participa en varios eventos literarios

Xavier Oquendo  en su Mar inconcluso

Xavier Oquendo en su Mar inconcluso

Xavier Oquendo  en su Mar inconcluso

Xavier Oquendo en su Mar inconcluso


    Gabriel Chávez Casazola
    Puño y Letra / 21/08/2022 02:58

    Cuando pienso en ella, en la poesía, me gusta recordar que nació como canto y como cuento, como el canto de un cuento o el cuento de un canto. Así lo anota Octavio Paz en La otra voz, un breve libro imprescindible para quienes nos hemos entregado a este oficio, a este quehacer.

    Si bien los siglos han separado a la poesía de la canción, en esencia la poesía sigue siendo música verbal y no pocas canciones cobijan, bajo el alero de la música, una alta poesía. A la vez, a pesar de haberse alejado la poesía de la narrativa, muchos poemas encierran una historia: nos la cuentan a su manera, hecha de imágenes y símbolos, o apenas aluden a ella, revelándola al velarla; eso, mientras unos rasgos de poesía siguen siendo suficientes para transfigurar el lenguaje de innumerables cuentos y novelas, dándoles otro espesor.

    Al componer una canción, contar una historia es fundamental. Pero aun sin tener qué contar o sin querer contar algo en absoluto, la música sola, en su pureza, puede emocionarnos como sólo ella y la poesía saben hacerlo. La música, esa misteriosa forma del tiempo, sin necesidad de palabras. La poesía, esa misteriosa forma del espacio, haciendo música con las palabras y el silencio.

    Quizás por eso, cuando abro un libro de poemas me dejo llevar como, de niño, lo hacía al poner un disco bajo la aguja y liberar de su prisión de vinil alguna sinfonía, algunos lieder, algún concerto. Permítanme entonces, tomarme la libertad de hacer este ejercicio al invitarles a abrir (y liberar de su callada prisión de papel) este libro, Mar inconcluso, la antología personal del poeta ecuatoriano Xavier Oquendo, que Plural acaba de publicar en Bolivia en la colección Agua Ardiente.

    Melodía: la sucesión, el tiempo

    Xavier Oquendo Troncoso (1972), una voz ya esencial en la poesía ecuatoriana y latinoamericana contemporánea, ha publicado hasta ahora once libros de poesía, entre 1993 y 2020. Han visto la luz también algunas antologías/compilaciones de su poesía, que él prefiere llamar “libros recopilatorios”, de distinta extensión, algunos traducidos a otros idiomas, que abarcan diferentes segmentos de su obra, a modo de cortes geológicos.

    El más reciente de estos “libros recopilatorios” es Mar inconcluso, una antología personal que escarmena poesía escrita durante 11 años, entre 2009 y 2020. Aunque queden fuera sus títulos iniciales (e incipientes), aquí está la nuez de la poesía de Oquendo, la destilación de sus poemarios más logrados. El tiempo durante el que encontró su voz poética (o ella le salió al encuentro).

    (...) Precisamente una antología organizada de forma cronológica (como ésta, que se ordena desde el pasado hacia el presente, a diferencia de lo que últimamente se estila), despliega la poesía en el tiempo, como la melodía lo hace con la música. En Mar inconcluso está marcada la proveniencia de cada grupo de poemas, desde los que corresponden a Solos (2011) hasta los textos más recientes, tomados de Compañías limitadas (2020). Así queda registrado –y puede ser seguido– el progresivo encuentro del poeta con la poesía, del que hablaba antes. Oquendo, por fortuna, no es un poeta de aquellos que nacen con la palabra poética realizada y madura, monstruos de la naturaleza, y el suyo ha sido, como el de casi todos nosotros, un camino, una seducción, una búsqueda, un deslumbramiento (al que no han faltado las noches oscuras del alma). De ahí el interés de leerlo en forma sucesiva.

    Pero, además, durante este trayecto el autor ha cedido en más de una ocasión (aunque parcialmente) a la tentación del libro único, a la usanza de Luis Cernuda con La realidad y el deseo, o José María Álvarez con Museo de cera. Se trata de una vía en verdad atractiva: en lugar de la publicación de títulos diferentes, ir alimentando uno solo con poemas nuevos mientras que se revisa (corrige, reescribe o suprime a veces) los poemas anteriores. Así, todas las ediciones de un mismo libro son borradores respecto al futuro y a la par mejoras en relación al pasado (sabiendo, con Borges, que la noción de texto definitivo “no corresponde sino a la religión o al cansancio”).

    En realidad, los varios “libros recopilatorios” de Oquendo son intentos de caer en los brazos del libro que insume todos los anteriores y los depura, como lo declara tempranamente en Salvados del naufragio: “Este es el único libro de poesía que he escrito”, dispara, para añadir luego: “Está compuesto por aquellos poemas que quiero salvar del olvido”.

    Quizás el poeta del Paralelo Cero –como se llama el encuentro de poetas, ya referencial, que organiza cada año en Ecuador– algún momento ceda del todo a esta tentación. Por ahora, lo más cercano a ese su hipotético libro único, abierto al tiempo y en el tiempo, es esta antología personal, donde Oquendo reconoce a los suyos y los salva del naufragio, sabiendo que todo mar es inconcluso pero también puede ser concluyente (y definitivo).

    Armonía: lo transversal, lo simultáneo

    La memoria, los padres y sus padres, los solitarios (Dios y el poeta, solos mayores), la identidad, el desdoblamiento (el amor como desdoblamiento), los otros que son nosotros, los amigos (la amistad como tribu), los pájaros, el agua (pozo, río, mar), los montes, las casas, cosas de la ciudad (buses y trenes y avenidas), la multitud, la música de su generación, los árboles, el aire (la poesía como aire: el poeta Julio Pazos me lo dijo un día: “la poesía es aire”), los ángeles, los hijos y sus hijos, la arcilla, la mujer (imposibilidad o deseo, nuevamente amor y desdoblamiento), la ausencia, la derrota, el dolor de ser uno (de ser uno otra vez), el humo... Y la poesía, esa zorra, que prostituye al poeta y no le da ni para el tabaco.

    Todo ello, todos ellos atraviesan, solos o juntos, solos y juntos, este libro de parte a parte. El mayor valor de esta (o de cualquier) antología personal resulta ser, entonces, no sucesivo sino simultáneo: el de un autorretrato que los ojos perciben de una sola mirada después de la lectura y en la relectura. Aquí el poeta ecuatoriano nos ofrece el suyo.

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