Siete autoras para lo siniestro

Cercanas generacionalmente, siete de las autoras más leídas hoy multiplican y procesan en sus obras el miedo y la oscuridad que signan estos tiempos. Un mapa de sus lecturas, obsesiones y búsquedas.

Siete autoras para lo siniestro

Siete autoras para lo siniestro

Siete autoras para lo siniestro

Siete autoras para lo siniestro


    Mauro Libertella 
    Puño y Letra / 19/09/2022 00:25

    Son una generación literaria. Nacieron en distintos países latinoamericanos (Uruguay, Bolivia, Venezuela y Argentina) y muchas luego se fueron, por diseño o por azar, a otros lugares, a otras lenguas (Colanzi a Estados Unidos, Rodríguez a España, Schweblin a Alemania, Trias a Colombia), pero decimos generación porque leyeron los mismos libros, tuvieron experiencias comunes y bailaron las mismas canciones. La edad también atañe a la cultura; ellas se formaron en un mundo globalizado.

     Quizás hayan empezado a escribir en un campo literario distinto al actual, pero muy pronto (entrado el siglo XXI, digamos) se hizo visible una red que enhebraba a muchos de sus libros y, sobre todo, quedó claro que había miles de lectores buscando una literatura así.

    Los libros de terror y de relatos inquietantes -incluso las historias “raras”- ocuparon el centro de las mesas de novedades y detentan posiciones destacadas en los rankings de los más leídos. Que todos o casi todos esos libros estén siendo escritos por mujeres no es una casualidad. El género también aumentó las preferencias.

    Algunos de los libros que ellas escribieron trabajan sobre un terror de temas más tradicionales, siempre efectivos –fantasmas, espectros, apariciones–;otras despliegan el miedo de la sordidez urbana e incluso las desapariciones.

    También las enfermedades son un eje que está en algunos de estos libros y que la pandemia volvió actual;la violencia y la locura son otras cartas de esta baraja que nunca se agota, porque los miedos cambian y siempre se renuevan pero mantienen su raíz.

    Para entender un poco más las influencias, obsesiones y problemas con los que lidian estas autoras, les pedimos a siete narradoras (hay muchas más) que desglosaran sus lecturas e intereses. Mapear es una manera de recorrer la literatura, una forma de capturar el presente siempre escurridizo y que parece cambiar antes de que se lo pueda pensar.

    Tenemos la impresión de que esta es una época literaria de baja intensidad en materia de disputas estéticas. En los años 60, los realistas se cruzaban a duelo con los vanguardistas; los bares y revistas literarias eran arenas de ese duelo de cuchillos verbales afilados. Hoy la conversación pasó a la redes sociales, los festivales y entrevistas.

    Contrapuntos de hoy

    Con otros recursos que los del siglo XX, sin embargo, se fueron instalando al menos dos grandes líneas en la narrativa contemporánea: la autobiográfica y la de la imaginación. Dos líneas que no son nuevas, por supuesto; tienen una enorme tradición, pero han encontrado en estos días una renovación.

    Del “giro autobiográfico” ya se habló demasiado, y está ligado a una vuelta de la no ficción y también a cierta expansión regional de la crónica, pero también a las películas basadas “en hechos reales” e incluso a los Reality Shows o los biodramas teatrales.

    De las novelas de imaginación se habló un poco menos pero, si repasamos los gustos de los lectores en los últimos, digamos, diez años, los libros de construcción ficcional pura siguen ocupando el lugar central que siempre ocuparon, y los géneros, a veces invisibilizados por la crítica, son lo que los lectores se llevan de manera masiva.

    Algunas de las autoras de esta nota escriben ficción pura (Samanta Schweblin, Liliana Colanzi o Agustina Bazterrica, por caso), otras han pasado por una literatura más autobiográfica y luego fueron llegando a una ficción más nítida (Fernanda Trías o Marina Yuczuck) y otras escriben tanto ficción como no ficción, como en el caso de Mariana Enriquez y sus contrabandos de temas y de recursos.

    Las etiquetas se despegan muy rápido, asi que no les busquemos ninguna a estas narradoras. No hablemos de modas, de tendencias, de nueva ola. Ahí están los libros, que multiplican y procesan algunos de los miedos que todos tenemos como individuos y como sociedad, y a los que no hace falta reducir con un adjetivo o un título.

    Liliana Colanzi

    Santa Cruz, Bolivia, 1981. Es autora de libros como “Nuestro mundo muerto” y “Ustedes brillan en lo oscuro”.

    Cuentista inquietante, moderna, trabaja con elementos contemporáneos para jugar entre el horror y la ciencia ficción.

    *** Crecí leyendo a Stevenson, Wilde, Horacio Quiroga, las hermanas Brontë, Poe, al Augusto Guzmán de La cruel martina, a Stephen King y Elsa Bornemann. Más adelante descubrí a Conrad, Mary Shelley, Lovecraft. Mis cuentos tienen deudas con Felisberto Hernández, Silvina Ocampo, Brian Evenson, Rubem Fonseca, Flannery O’Connor, Amparo Dávila. Y del horror más contemporáneo me gustan mucho Mariana Enriquez, Carmen Maria Machado, Mónica Ojeda, Clyo Mendoza, Fernanda Trías, Mariano Quirós, Giovanna Rivero y Silvia Moreno-Garcia, por nombrar solo algunos.

    *** Muchos monstruos son abyectos y a la vez terriblemente seductores, y amenazan con arrastrarnos a su umbral, que es el umbral de la contaminación. La figura del diablo siempre me pareció mucho más compleja y seductora que la de Dios. Un personaje que transgrede un límite, que cruza una frontera prohibida, es más interesante en la literatura que uno que obedece o que sigue un camino más convencional.

    *** Tengo el miedo de los que sufren ataques de pánico, que es el miedo a volverme loca. Los memes me hacen reír. Mis cuentos más oscuros tienen también una dosis de humor, por más que sea humor negro. No solo es posible que convivan ambos registros, sino que es necesario, al menos para mí: un cuento precisa de matices, de contrapuntos, y en especial uno de horror.

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