¿Qué es panfletaria?
Un paseo por las páginas del poemario Panfletaria, de la mano de sus autores César Antezana/Flavia Lima
Cuatro poemas largos y un texto en prosa.
Con sendos pies de página para cada título.
Con el sello editorial de una máquina de alto calibre artesanal: Autodeterminación.
Panfletaria es un accidente.
Toda publicación lo es.
Porque la escritura detiene/estanca/aquieta/amarra. Impide el movimiento de las palabras.
Los rezos que antes repetía el hechicero, los lee ahora el sacerdote. La poesía que otrora acompañaba los largos viajes de los pueblos y se tejía a su cotidiano, ahora se produce y publica lejos de ellos y sus sordas caravanas. Porque leer y escribir en nuestros territorios atravesados por la experiencia colonial, son señas de separación-diferenciación y jerarquización: separa lo culto de lo vulgar-rudimentario, lo letrado de lo ignorante-analfabeto, etc.
Este resulta un juego perverso de enajenación en el sentido marxista: nuestras voces quedan atrapadas en los libros y entonces dejan de ser nuestras. Las palabras escritas se nos presentan como otras, como extranjeras, como insuperablemente ajenas. Un viejo conflicto: oralidad y escritura.
Y si dejan de ser nuestras, entonces dejan de hablar de nosotras. O lo hacen solo de una manera, en un solo sentido, congelando una pequeña parte de algo que aún se mueve.
“Panfletaria es profundamente política en el sentido de habitar el enfrentamiento, la paradoja, la negación de la negación.”
Panfletaria es un híbrido que antes de ser escritura fue acción, movimiento. Todos los textos que yacen aquí han sido antes performances, intervenciones callejeras que desearon desordenar el mundo, recrearlo, reinventarlo a varias manos: no con acciones solitarias, sino con acciones y reflexiones colectivas.
En este sentido, Panfletaria es acción-poesía que apuesta por la modificación constante. Gesto de superación del accidente. Como la revolución permanente de L. Trotsky. Como el kairós de las primeras comunidades cristianas y que seguiría sucediendo (el espíritu santo sería, en la teología católica, aquello que se transforma con la historia, que se modifica de acuerdo a las necesidades de su pueblo: la tercera persona de la trinidad es la que más nombres tiene para referirse a ella en la biblia. Qué ironía: mientras aquí pareciera que la iglesia entera dependiera de defender a unos cuantos curas alcahuetes).
Cada lectura pública de Panfletaria será una alteración a su propia escritura. Un atentado contra sí misma. No solo en la improvisación que responde al ánimo lector de cada instante, sino también en la reelaboración de sus poemas, de sus versos; en la intervención de sus textos. Cada lectura promete la modificación de una de sus partes: solo así podrá seguir diciendo algo.
Entonces Panfletaria aparece siempre deformada, modificada, superada en una serie de incontables anexos, separatas, adendas, en formato de fanzine-hoja dominical de misa-panfleto-libelo-volante que se le adjuntan, que se publican a su vez, para superar la publicación única, mística, aural que adquiere tales títulos a cambio de su petrificación insuperable.
Este es como el ejercicio de quien ajusta la imagen para enfocar y desenfocar, una y otra vez, para modificar lo que se mira en un continuum de imágenes. O en todo caso para entregar la imagen sumida en un transcurso temporal que apenas podemos imaginar y no, pues ese enfocar y desenfocar constantemente distrae: señala su carácter de artificio, de manipulación, de artificialidad y modificación. Un pedazo de algo que sigue siendo. Enfocar y desenfocar sin presionar REC.
Panfletaria es profundamente política en el sentido de habitar el enfrentamiento, la paradoja, la negación de la negación. Porque no es un ejercicio postmoderno, porque cuando se mueve no lo hace por mera inercia estética, relativizándolo todo. Cuando Panfletaria se mueve lo hace para afirmar el grito. Cuando grita afirma, pero su afirmación parte de habitar la paradoja. Inspiradas en Sara Harding y todo ese feminismo de izquierdas declaramos: esta es una voz llena de subjetividad pero que pretende tejerse a otras mil subjetividades para encontrar entre todas algo parecido a la verdad, al amor, a la justicia, a todo ese rollo del que parece que nadie quiere hablar por temor a ser tildada de fundamentalista o ingenua o progre o setentera.
Esa es la afirmación. No dudamos de lo que ahí decimos. Dudamos del momento en que lo hacemos. Por eso el movimiento.
Y este es también el sentido de Flavia Lima. Ella se mueve, grita, guarda silencio y vuelve a empezar. Panfletaria es su manifiesto.