Sobre la obra “Matilde: En las ojeras de la noche”
El músico chuquisaqueño, Alvaro Monroy, escribe desde una perspectiva crítica, acerca de la obra musicalizada por Cergio Prudencio.
El estreno de la obra “Matilde en las ojeras de la noche”, anunciada como una ópera, se promocionó como el evento más importante del Festival Música Para Respirar realizado entre agosto y septiembre de 2023. Los términos “ópera” y “Matilde” generaron mucha expectativa y muchos apoyos institucionales y particulares: “ópera”, porque en el imaginario colectivo (el público), implica una historia, con una trama de interés, actuada y cantada por varios personajes acompañados por una orquesta numerosa y con una producción escénica ampulosa. Y “Matilde”, por estar relacionado a Matilde Casazola, una artista icónica de la capital que para una gran parte de los habitantes de Sucre representa un monumento local debido a la gran cantidad de reconocimientos a su carrera como poetiza y compositora de música popular o folklórica (pese a que tal vez solo pocos conocen su obra literaria y solo puedan tararear alguna de sus composiciones en bailecitos o cuecas). En otras palabras si la organización de este evento tenía que escoger un nombre y una bandera para entusiasmar a las instituciones y público capitalino promedio es el de la maestra Matilde Casazola, que por mérito propio está en el podio de la música popular en Bolivia.
Dicho todo esto a modo de antecedente y aclarando que en general las actividades del Festival fueron excelentes por la calidad de intérpretes que se presentaron me voy a referir a la presentación de la obra principal en el teatro Gran Mariscal Sucre a la que fui invitado cordialmente por los organizadores.
Comenzando el espectáculo, el presentador, que también era el organizador principal del festival, dijo textualmente que esta iba a ser una presentación histórica puesto que el teatro estaba construido para hacer óperas pero que nunca se había hecho una allí, que esta iba a ser la primera; lo cual es una falsedad puesto que ya se montaron óperas con el foso orquestal abierto, propiciadas por el mismo teatro, parte de la Universidad San Francisco Xavier y por los Festivales de Música Barroca de La Plata: “La Serva Padrona” de Pergolesi (2013), “The Choice o Hercules” de G.F. Händel (2015) y “Dido y Eneas” de H. Purcell (2016), entre otras. El presentador también hizo anuncios que estaban muy alejados de la realidad objetiva, como que su organización, convertiría en el futuro a Sucre en capital de la música clásica del mundo, (título que por siglos ostenta Viena, la capital austriaca, y que difícilmente cederá este título a un país sudamericano). Este anuncio obviamente fue ovacionado por la concurrencia. Yo me tomé estos felices anuncios como una compensación o disculpa anticipada para lo que se iba a presentar.
Entrando ya a la obra, en la parte del montaje técnico, me sorprendió ver la configuración de los músicos separados a ambos extremos del escenario y el director al medio bajo el escenario al comienzo del pasillo, una colocación con un distanciamiento poco práctico para fines musicales, puesto que resta la comunicación que debe haber entre instrumentistas y entre instrumentistas y director. Pese a esto, gracias a su sistema de sonido y la experticia de los ejecutantes esto parecía no ser un problema para ellos. Pero si afectó la apreciación del espectáculo por parte del público que tenía que girar constantemente la cabeza cada vez que quería apreciar detalles de la orquestación. También llamó la atención el telón de fondo que era una gigantesca proyección de videos en bucle relacionados con el espacio exterior, al estilo de fondo de pantalla de Windows; algunos de ellos mal realizados pues se notaba que al no ser lo suficiente largos se pasaban en avance y en reversa para aumentar su duración, y eventualmente imágenes probablemente relacionadas con lo que ocurría en el escenario, digo probablemente porque no lo sé con certeza puesto que no entendí los textos que cantaba la protagonista.
Hablando del guión colectivo, este no presentaba ningún desarrollo, a mi parecer eran frases y versos sueltos de tinte progresista que no tenían ninguna trama, solo daban la percepción de que la única actriz en escena siempre estaba en conflicto pero no por situaciones vitales. A mitad del espectáculo, tal vez por no entender lo que se decía o cantaba o por aburrimiento la mayoría de las personas del público estaba pendiente a lo que pasaba en las proyecciones o a algún momento memorable de la orquesta. Cuando aparecía algo distinto a las lucecitas en bucle del fondo la gente se desperezaba y hasta quería aplaudir. Me pregunto si en algún momento la maestra Matilde Casazola se sintió homenajeada o por lo menos identificada con este personaje que parecía siempre al borde del suicidio.
Sobre la música, totalmente de estilo contemporáneo, nunca despegó de su color sombrío y aleatorio, utilizó los mismos recursos de la música incidental de películas antiguas de suspenso y no tuvo momentos memorables o que puedan emocionar al público, solo sirvió de refuerzo para el estado de ánimo depresivo de la protagonista. Recalco que desde el principio hasta el final esperaba encontrarme con algo interesante, por lo menos algún pasaje musical que pueda justificar mi expectativa por apreciar en vivo el trabajo del laureado compositor y director de esta obra. Lamentablemente no lo encontré. Tal vez es comprensible desde el punto de vista que este era un “encargo”, algo que tenía un plazo de presentación y un guión extraño para ser musicalizado (y espero que un pago razonable), y no algo sustancioso que brota de la voluntad e inspiración propia que estoy seguro que el maestro Prudencio hubiera logrado sin dificultad. Por otra parte y como punto alto, la solista vocal y los instrumentistas mostraron una técnica interpretativa exquisita y de alto nivel.
En fin, esta obra para mí fue un “monólogo musicalizado con música contemporánea” no una ópera y así debería haberse presentado para no generar expectativas vanas.
Pero el problema principal no fue la decepción de la obra como tal, el problema es lo fácil que es encandilar a la sociedad con proyectos artísticos pasajeros importados, que tienen rédito para instituciones o personas foráneas y no dejen nada para la ciudad, porque no se puede negar que hubo grandes financiamientos particulares o públicos, además de un gran apoyo institucional local, gran cobertura mediática, etc. Además, pese a la gratuidad de muchas actividades de este Festival (que por cierto deja mal parados a los artistas locales puesto que ellos sobreviven de cobrar una entrada y no es justa esta competencia); estos proyectos foráneos generalmente se presentan como la novedad, como algo que nunca se vio y que al hacernos el favor de presentarse en nuestra ciudad deberíamos cerrar la boca si los queremos criticar porque no estamos al nivel de cuestionar el trabajo artístico de los profesionales que nos visitan. Para graficar esto se me ocurre que desde fuera ven a Sucre como un niño que no conoce nada del mundo, solo está en su burbuja infantil y que se va a sorprender con cada truco que se le muestre. Si al niño le gusta el hombre araña, pues para su cumpleaños se trae un actor que se vista de hombre araña y se le jura que es el original y que se dio tiempo de su trabajo para venir a su fiesta. (úsese esta analogía no solo para el arte sino para muchas otras áreas).
Para finalizar; hace varios años se vienen desarrollando proyectos artísticos locales relacionados a la música clásica, que implican no solo las presentaciones artísticas, si no la formación de nuevas generaciones para el disfrute del arte y el desarrollo personal que este puede brindar; la mayoría de estos proyectos impulsados por personas particulares de la ciudad. Pero tristemente la respuesta habitual del público es de indiferencia, de las instituciones y empresas casi nula. Es un calvario conseguir apoyos y aspirar a llenar la mitad de un escenario ya es demasiado optimista. Pero cuando se trata de lo que viene de fuera, nunca faltan las filas para las entradas, las transmisiones, los reportajes, las notas periodísticas y los titulares grandilocuentes, que aunque sin fundamentos, tienen la premisa de que “si es de fuera debe ser bueno aunque no me haya gustado”.
*MÚSICO COMPOSITOR CHUQUISAQUEÑO - DIRECTOR DE LA ORQUESTA DE CÁMARA USFX Y MUSIKAL SUCRE