La danza ritual de la diva travesti
El activista por los derechos humanos, investigador y gestor cultural David Aruquipa nos envía la crónica de Rommy Astro: El talismán de Chijini
La historia de la festividad del Señor Jesús del Gran Poder, atesora una joya preciada que llevó el nombre de Rommy Astro, esa diva travesti que en años de dictadura desafiaba el poder, mostrándose felizmente maquillada por sus dominios territoriales, el barrio de chijini, de la ciudad de La Paz.
Me invita a su casa, en pleno corazón del recorrido festivo, está allí, sentada en un sillón rojo la misma Rommy Astro, hija predilecta del Gran Poder. Me recibe con un abrazo cálido, como quien recibe a la heredera de su legado. Ella sabe que mi vida en la fiesta es tan intensa como seguramente fue la suya alguna vez. Sabe también que busco los conectores pasionales que hicieron del Gran Poder una fiesta travesti en los años 70.
Siempre fue La Rommy, solo en sus primeros años en el espacio familiar y barrial le llamaban Rogelio, nombre que nunca quiso reconocer, para ese entonces, sin ley de identidad de género que le permitiera hacer el cambio deseado. Sus movimientos delicados y cansados son notorios, pero su calidez compensa todo. Su hogar refleja su libertad, y su historia está grabada en cada centímetro de sus paredes. Me invita a sentarme y rápidamente va a su dormitorio, y vuelve con un sobre añejo por los años que seguramente estuvo en su velador, contiene cuatro fotografías que evidencian su historia en el barrio de Chijini. Ella acompaña mi recorrido visual por cada una de las imágenes, son de impacto. Esa joven marica, hermosa y altiva, parece levitar bailando la morenada, emulando a una diva star, con los ojos cerrados en la mayoría de las fotos. Percibo cómo la pasión por la fiesta aún la acompaña, veo el fuego en su sonrisa declarando los años que han pasado, cuando era nombrada el talismán del Gran Poder; como tal, en una de las fotos más impactantes se la ve bajando por la calle Max Paredes, delante de una tropa de morenos embelesados por su belleza y seducción.
Su inicio en la danza de la morenada, es por los años 70, debido a su pertenencia al barrio donde nació, en la calle Sagárnaga de la zona Gran Poder. Bailó en diferentes fraternidades acompañada de La Diega, La Verónica y La Pocha. Ella enfatiza el uso del artículo “la” para nombrar a sus amigas, porque destaca el nombre femenino elegido por cada una de ellas, muchas también participaron en el Carnaval de Oruro y otras festividades. Los Reyes Luminosos fue su grupo de morenada destacado y con quienes viajó a distintos lugares. Contrataban su participación, pagándole muchas veces con materiales como pedrería y lentejuelas que luego ella utilizaba en sus trajes; quizás era intencional esa transacción, para garantizar los colores y brillo que debería tener.
Rommy y sus amigas fueron las primeras chinas morenas que, en delegación festiva llegaron al Perú a inicios de los años 70 para bailar en la fiesta de San Pedro y San Pablo de Juliaca. Una fotografía ilustra este pasaje: ella está en el centro con la mirada baja (en ese entonces era menor de edad), custodiada por la poderosa “Barbarella”, Peter Alaiza y La Ángela. Ahora ella sonríe y se emociona al recordar cómo el pueblo enloqueció al verlas, todos querían tocarlas y sacarse fotos con ellas, tal como refleja la imagen con varias niñas acompañándolas, estaban revolucionando el pueblo. Al ver la fotografía, me imaginaba la película, las aventuras de Priscilla: la reina del desierto, unas drag queens que atraviesan escandalizando distintos pueblos de Australia; pero esta vez se trataba de nuestras chinas morenas, en los pueblos del Perú, invadiendo las calles de Juliaca y llevando la creatividad y la moda que se implantaría desde entonces.
Rommy se refiere con mucho cariño y nostalgia a Peter, suspirando por los recuerdos, reacciona y se lamenta por cómo, siendo ellas las “creadoras” de la china morena y habiendo llevado al Perú este personaje, ahora es mostrado como folklore peruano, enfatiza al decir “las chinas, junto al conjunto de morenos, llevábamos trajes y bandas para bailar en las fiestas del Perú y poco a poco se fueron apropiando de nuestra creatividad”.
Hace una pausa, se levanta y vuelve con un vaso de refresco para calmar los ánimos. Coge otra fotografía y me señala un traje negro cubierto de piedras y estrellas brillantes que es el que más le gusta. Se la ve imponente en el ingreso por la avenida Entre Ríos, detrás del Cementerio. La misma foto está en un recuadro de televisor (práctica común de los fotógrafos de la época) y da la impresión de estar efectivamente en una transmisión de TV del año 1974.
Se queda mirando la fotografía, alabando su figura y la cintura que tenía esa época. Nombra algunas de sus musas como la Rosa Carmina o la María Antonieta Pons, de quienes copió junto a sus amigas los movimientos de rumbera cubana, levantando la pollerita con movimientos sensuales. Esto provocó batallas intensas con los organizadores del Gran Poder, quienes les pedían que bailasen con máscaras como en Oruro, pero su insistencia y atrevimiento hizo que mientras más les exigían cambiar, más acortaban el tamaño de la pollera, en una actitud desafiante.
La fiesta travesti. “Somos travestis y aquí vamos a bailar”
Rommy cuenta cómo el folklore ha hecho posible la visibilidad y orgullo de su identidad; fueron luchadoras contra el sistema, se impusieron a las fraternidades para ser aceptadas, ganando seguridad y valentía. El auge de las chinas morenas no solamente ha modificado las fiestas, sino también su vida cotidiana. Desde entonces, no sólo se maquillaban para bailar, sino para vivir. Salían a las calles con libertad, maquilladas, con pestañas postizas. Aunque la represión estuvo siempre presente, insistir fue triunfar. Ella cuenta que había un grupo de gays a quienes cariñosamente nombra como “maricas intelectuales” que andaban camuflados (de clóset), que se reunían en el reloj de la Pérez Velasco y al verlas murmuraban: “ya vienen las pintadas”. “Nosotras pasábamos orgullosas y pintadas pues, todas locas, maravillosas”, ríe Rommy a carcajadas.
El baile de Rommy Astro
Su sangre está teñida por la fiesta. El baile fue siempre su gran pasión, rodeada desde niña por eventos festivos, verbenas y en especial la fiesta del Gran Poder, a sus 9 años vio por primera vez a Carlos Espinoza “la Gran Ofelia”. Cuenta que escapó de su casa para ir a verla; “la he visto a ella, bella, y la he seguido hasta el local. La miraba atónita, era linda, tenía sus t’usus (pantorrillas en aymara) bien duros, sus botas y su media de red, ¡qué hermoso bailaba! Cuando fui a Oruro a bailar, la Ofelia bailaba siempre con careta, no mostraba su cara. Su danza era una hermosura, era alta, tenía una coreografía elegante, hasta hoy disfrutamos de esa herencia, era mi ídolo”.
El Talismán de Chijini
Rommy guarda buenos y malos recuerdos, pero al final siempre se queda con los buenos. “Aunque mis hermanos me reprochaban porque me maquillaba desde niña, mi madre tan buena me entendía. Igual me decía: ‘hijo no te pintes mucho pues, ya pareces esas putas del puerto, porque ella viajaba a Arica a traer mercadería. Yo me preguntaba cómo serían las putas del puerto, porque no conocía ni putas ni nada. Así era antes y de esa manera yo he empezado, yo he sido una de las primeras en mostrarme travesti. Todas se ponían calzados de varón y yo me ponía tacos, los tacos de mi madre me los chantaba y así salía chocha por las calles, muy feliz. Ya tengo mis años, pero tengo esos mismos aires; soy la Rommy Astro, el talismán de Chijini”.
Si es verdad que la fiesta tiñó la sangre de Rommy, no es menos verdad que Rommy y las demás chinas morenas travestis también tiñeron para siempre la fiesta con su presencia, su valor y la pasión por la vida que sueñan. Este es un homenaje a su vida y pasión por la danza en este mes de la morenada, ya que su cuerpo no está con nosotros desde hace varios años, su espíritu seguramente continúa danzando en el más allá, como una sublime china morena.