Sergio Mercurio: Viejos, arte y pandemia
Tomamos de la Revista Diners, una entrevista con el artista argentino Sergio Mercurio que presenta Viejos, este jueves 28 de septiembre, en Yotala.
Tres días antes de que vuelva a presentar Viejos, uno de sus espectáculos más populares, en Quito, Sergio Mercurio se sentó en una de las butacas del Teatro San Gabriel para reflexionar sobre la vejez y los personajes de su obra.
En medio de esta conversación confesó, entre otras cosas, que el reencuentro con el público luego de la pandemia no ha sido como él esperaba. “Si tú ves, no es que la gente haya salido corriendo a buscar arte. Eso me ha hecho sentir como un náufrago y es algo que estoy trabajando para un nuevo espectáculo”.
¿Cómo ha cambiado tu mirada sobre la vejez después de la pandemia?
Es evidente que la pandemia tocó, especialmente, a la vejez; más allá de las suposiciones y de las teorías conspirativas. Los viejos sintieron de forma concreta su posible final. Creo que fue un golpe muy duro, incluso, más que todos los que ya se habían dado antes, y que tienen que ver con una realidad; la sociedad no sabe qué hacer con ellos. Por el miedo a morir, muchos viejos eligieron no ver más a sus nietos. Ahí se terminó de quebrar algo que estaba lentamente deshaciéndose. En la pandemia los viejos dejaron de ser abuelos.
Entonces, ¿los viejos siguen siendo una realidad que la sociedad no quiere mirar?
El problema es que la sociedad te propone cada vez más métodos para que no seas viejo, para que evites la vejez. Hay un montón de propuestas para tener una vejez activa, pero para mí, eso no deja de ser un engaño por una simple razón, cada vez hay menos abuelos. La abuela o el abuelo que cuida al nieto es una figura que no existe más. Hoy tenemos personas de 65 años que más bien están pensando qué carrera universitaria pueden estudiar o en qué trabajar de los 70 a los 80 años.
¿Qué perdemos con esa ausencia de los abuelos?
Para mí, la construcción de un ser humano es distinta con abuelos que sin ellos. Yo he tenido la fortuna de tener a cuatro personas que hacían de abuelos. ¿Y qué es para mí hacer de abuelos? Entiendo que un niño que no pasa frío y que no tiene hambre, lo único que necesita es ser visto. No es vital que haga mil actividades al día, sino que alguien lo vea. Mis abuelos me veían y creo que eso fue muy importante para ser quien soy.
¿Pero ahora no vivimos en un mundo en el que todos pueden ser vistos?
Creo que el mundo 2D (bidimensional) ha tergiversado esa idea al infinito. Todos quieren ser vistos, pero redes como TikTok o Instagram no tienen nada que ver con lo que en el pasado significaba ser visto por un abuelo.
Ahí entra tu propuesta de vivir más en el un mundo de cuatro dimensiones.
Siempre he tratado de hacer un teatro que no sea solo de observación, sino uno en el que el público se comprometa con lo que está pasando. Lo he convertido en mi opción artística y quizás en mi opción de vida. A mí, esta obsesión por las dos dimensiones no me toca, porque creo en el valor de las cuatro dimensiones. Trabajo para que la gente que llega al teatro se olvide dónde está y comience a sentir quiénes son, o quiénes podrían ser.
¿Puedes pensar en algo positivo respecto de cómo vemos la vejez en la actualidad?
La vejez es una construcción que tiene cosas positivas y negativas. Ahora no es sinónimo de muerte, porque mientras estés vivo puedes comenzar cualquier proyecto. Para mí, lo que no tenés que hacer, y esta es la gran trampa, es esquivar ser viejo. Ser viejo es una posibilidad increíble para el que la quiere disfrutar.
Como les sucede a muchos de los viejos de tu obra…
Esta obra trata de los viejos de antes. De esos que tal vez no tuvieron más que hacer que insistir en cosas que están pasadas de moda y que entran en ridículo fácilmente. Para mí, ellos han hecho algo que es extraordinario: sostenerse en el tiempo.
¿Y los personajes de Viejos cómo ven ahora su vejez?
Podemos decir que ellos no saben que hubo una pandemia. Hasta hace cinco años, quizás era posible que te encuentres con alguno de estos personajes en la calle. Ahora, incluso, hay algunos que pueden llegar a ser folclóricos, en el sentido de que alguien puede verlos pintorescos.
¿Por qué se sigue viendo a la vejez como algo escatológico. Se habla mucho del viejo de mierda?
Es un tema que hablo en mi obra y creo que tiene que ver con que muchos viejos no tienen el poder para defenderse. Usamos el de mierda… con todos aquellos que no tienen cómo defenderse. Por ejemplo, cuando mi personaje del Indio Navajo se pierde en el desierto habla de la sabiduría, pero la sabiduría sin fuerza no funciona y los viejos son sabios, pero muchos han perdido su fuerza. Mi intención es que cuando las personas salgan del teatro puedan reconectarse con sus viejos, ausentes o presentes.
¿Qué es lo que más recuerdas de tus viejos?
Recuerdo a mi abuelo Juan, que era carpintero, cuando estaba en su taller y me daba unas maderas para que me entretuviese mientras él hacía su trabajo. Después de jugar me tiraba a dormir en el aserrín, con la seguridad de que nada malo me podía pasar, porque estaba cuidado. Esa misma sensación tuve con todos mis abuelos, incluso, cuando ya era grande y ellos tomaron decisiones para acompañarme en las mías.
Imagina que alguien pudiera volver humano a uno de tus personajes, como sucede en Pinocho, ¿a quién elegirías?
No elegiría a ninguno, porque no me parece necesario. Te voy a contar una anécdota. Cuando estrené la obra en Quito, una viejita de 99 años vino a verla y al final le dijo a un amigo en común que si yo podía hablar con el personaje del Profesor para que él pida su mano.
Volví tres años después y la misma viejita, con 102 años, se repitió la obra y recibió un ramo de rosas de manos del Profesor. Que alguien se haya enamorado de él siendo un títere, me parece que habla claramente del valor que aún tiene la imaginación.