Susana Baca
Aprovechamos la nueva postulación de la gran cantante peruana Susana Baca a los premios Grammy de este año para publicar el homenaje de una boliviana amante de su música: Daniela Peterito
Gran parte del soundtrack de mi vida en Perú estuvo ambientado por Susana Baca. Cuando nos mudamos al primer departamento y bailé descalza El Surco en la sala, sellé mi presencia allá en cuerpo, alma, chanclas, hígado y canas.
Más adelante conocí a abuelas iguales a ella, sentí en mí esa hermosa presencia y cobijo de tener abuela por segunda vez, de voz tersa, con perfume de mar, de cabello de birutita, finito y agazapado, siempre con la tibieza en las manos, de labios delgaditos y esperanza en el rostro. Conocí el amor en su forma más compleja, entre calles interminables y tráfico estridente, atravesando ambulantes con chucherías y el sol de lleno en mi espíritu kolla. Aprendí a abrazar esa compleja ciudad que zarandea con actitud de estibador borracho.
Cómo me hubieran faltado formas de expresar sentimientos si no hubiera sido cobijada por su música, cómo hubiera podido dar un paso más y sentir lo terriblemente superficial de la vida, si no hubiera caminado por esos jirones siguiendo sus pies descalzos, cómo se me habría nublado la mirada sin su voz, cuán mentirosa me hubiera sentido sin poder explicar a mi gente que me iba y no tenía explicaciones y, sobre todo, cómo explicar sin ella que podía existir tanto amor.
Años después, en la agonía de esa relación, una vez que pasó la avalancha de éxitos y murió la flor (algo de lo que yo no me había dado cuenta), se anunció una presentación suya en el Teatro Nacional, “Memorias del corazón”, un concierto emotivo y lleno de paz, una paz que ya era difícil en esos días. No lo sabía, pero era la despedida.
El concierto fue tan hermoso que no pudimos hacer más que separarnos para siempre. ¿Cómo engañarnos más?, si acabábamos de escuchar la voz más pura y tersa de esta galaxia y aledañas, diciéndonos que para eso no se vino al mundo, sino para amar tan salvajemente como un alud aplasta un mondadientes, ¡así y solo así!, con todas las formas plenas de sinceridad a quemarropa.
Salimos abrazados, quizás fue el último abrazo. Antes de siquiera decir algo, ya flotaban frente a nosotros mil años de flojera, de armar una nueva vida, de mudarse nuevamente, ¿Quién? Yo, obviamente. Ese fue el último momento legítimo que tuvimos, ahí frente a la multitud todo era muy claro, amores así no debían mancharse, por lo menos no ese día, no en ese lugar.
Días después terminó todo el trámite, para él fue un gran discurso de tratados llenos de eufemismos, yo terminé mi negación y empecé una novela turca, nada personal, simplemente nuestras naturalezas a flote. Él fue claro y contundente. Yo lloré. Repito, nada personal, solo naturaleza humana. Cosas que suceden.
Por eso, hace pocos días, cuando Susana fue premiada por su voz y su disco A Capela, luego de nuevamente musicalizar el último año y mi nueva vida, desde acá, me conmoví. En especial ahora por el protagonismo de su voz, que había sido la razón central del disco, solo ella, inmensa y completa frente a todo, sobreviviente solitaria, dejando todo desde la forma más íntima, sencilla y artesanal, desnuda y wajcha (¡como yo!) mirando el mundo solo con su cantar, así como hace meses volví a mi otro nuevo hogar, solita, cargada de mí y lo poco que traía, pesando más mis cargas internas y mi voluntad de amar nuevamente, para que no queden más pruebas de que la vida te sorprende, te sujeta, te zarandea y luego, te canta para que despiertes.
DPS
Sucre, 20-11-21