Memorabilia de Isabel Antelo: Cada cuento un souvenir
Nuestra serie de colaboraciones con la Carrera de Literatura de la UMSA continúa con una nueva reseña de la obra de la escritora tarijeña Isabel Antelo.
Memorabilia de Isabel Antelo es la ópera prima de esta autora tarijeña nacida en 1992. La palabra que titula el libro significa “las cosas que son dignas de ser recordadas” y mantiene una relación muy fuerte con la palabra souvenir. En esta obra el texto escrito y el cuento son tratados como el souvenir de algún acontecimiento. En todo caso, se trata aquí de la memoria, de rememorar, de resucitar aquellos acontecimeintos. La literatura como memorabilia, que apuesta a considerar el objeto material del libro como uno en el que se sintetizan los recuerdos de las cosas dignas de ser recordadas. ¿U olvidadas? Depende del cuento con el que nos encontremos en este libro.
El cuento que inaugura el libro, titulado “Cementerio”, narra la historia de un anciano “flaco, seco y débil” que se encuentra en una habitación de un cementerio de elefantes. En un principio este hombre no logra acordarse de nada acerca de su vida hasta que se mira en el espejo del baño improvisado de la habitación precaria en la que se encuentra y «a oleadas» los recuerdos invaden su mente. No es casual que el primer cuento del libro trate sobre la pérdida y la recuperación de la memoria. ¿Cómo se relaciona la literatura con los recuerdos? Este libro responde, en cada uno de los cuentos, de distinta manera a esta pregunta.
El cuento “El silencio como enfermedad” tiene un personaje que regresa a la tierra de su infancia después de muchos años fuera y se siente extranjero, no puede relacionarse con su familia y amigos de buena manera. Esta dificultosa relación es el panorama de la narración.
"En conclusión el lector encontrará aquí un libro de cuentos muy variado cuyo hilo rojo podría ser la memoria. Cada cuento es un souvenir de acontecimientos que han ocurrido antes (así sea en la imaginación) y que ahora ocurren sobre la página".
En el cuento “Conejo”, Antelo pone sobre la mesa la típica situación de caza entre padre e hijo que presenta un ritual de iniciación para la vida adulta y de vinculación forzada que inevitablemente sale mal. El joven narrador, al igual que el conejo a quien tiene entre la mira del rifle, es víctima de su propia inocencia, de una «curiosidad infantil» y de una «confiada inmadurez» que lo llevan a no poder estar a la altura de las exigencias de la caza. Cerca del final del cuento, la autora demuestra que tiene la pluma para poder relatar el paso del tiempo: “Tres meses después, mamá se casó con el tío Antonio. Yo lloré en el entierro de papá y luego ya dejé de llorar. Crecí tres centímetros en el verano; fume un porro en una cancha de futbol con los vecinos del barrio; le toqué los pechos a la hija de doña Tere debajo de la mesa: me caí de cabeza estando borracho y recibí doce puntos en la frente; dejé la escuela y luego la retomé; sentí la mano caliente del tío Antonio sobre el rostro, pero no lloré. Dejé a mamá, manejé un auto y lo choqué”.
Isabel Antelo es capaz de escribir el paso inevitable del tiempo sintetizado y enardecido en un párrafo que lo contiene, que se convierte en el souvenir de todos aquellos acontecimientos que ocurrieron y que la literatura transforma. Acontecimientos que reclaman un espacio el cual quieren habitar aparte de la memoria: sobre la página. Todos estos cuentos leídos en hilera no dejarán de provocar algún efecto en el lector que haga que se cuestione las razones por la cual algunos recuerdos permanecen y otros no.
El cuento “Estructura de una Azucena” juega a contar una historia a través de la descripción. Tarea dificil porque el modo descriptivo no narra acontecimientos. A modo de La vida instrucciones de uso de Georges Perec, quien se imagina que la fachada de un edificio parisino ha desaparecido revelando así lo que está ocurriendo en cada cuarto en un mismo instante, Isabel Antelo se propone el mismo ejercicio imaginativo con un edificio que se encuentra a cinco cuadras del estadio y se llama EDIFICIO AZUCENA. El cuento está dividido por partes que nombran distintas habitaciones del edificio para describir lo que ocurre en cada una de ellas y en la medida en la que transcurre un instante va exponiendo lo que hay en cada una de las habitaciones, las escaleras, la entrada y la terraza.
En conclusión el lector encontrará aquí un libro de cuentos muy variado cuyo hilo rojo podría ser la memoria. Cada cuento es un souvenir de acontecimientos que han ocurrido antes (así sea en la imaginación) y que ahora ocurren sobre la página. Memorabilia merece ser leído con entusiasmo de cabo a rabo y no será dificil para el lector engancharse con la lectura.