Gaby Vallejo: la escritura de los vulnerables

El escritor y poeta, Gary Daher, conversa a profundidad con Gaby Vallejo y nos aproxima a su obra

Gaby Vallejo: la escritura de los vulnerables

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    Gary Daher
    Puño y Letra / 31/01/2024 23:35

    Declaraba Mauricio Peña Davidson: “A mí, sí, la literatura, específicamente la lectura de Borges, me ha salvado la vida”. Dejando testimonio de lo trascendental que puede ser la experiencia de la lectura, quisiera anotar que acaso el aspecto más entrañable de Gaby Vallejo , entre las tantas facetas de su activísima vida —donde la narrativa, la literatura infantil, el ensayo, el feminismo y los viajes comparten un lugar preponderante— sea su vocación indeclinable de maestra de lectura. 

    Tal vez por eso me recibe, para esta conversación, en la biblioteca que impulsa con todas las fuerzas y donde ha volcado sus ansias, que son las de enseñar a leer, pero no solamente, según podría suponer o imaginar el poco avisado lector, como “el acto de pasar la vista por lo escrito o impreso comprendiendo la significación de los caracteres empleados” (que es la definición de la enciclopedia Encarta), y ni siquiera como el acto de “entender o interpretar un texto de determinado modo”, sino en la medida en que significa amor a la lectura. Un amor que se concreta todos los días que enseña a leer a jóvenes y niños cochabambinos que se dan cita en la biblioteca, que Vallejo creó junto a siete compañeras y en la que colaboran actualmente un grupo de jóvenes voluntarias. Sépase de entrada que el nombre de esta biblioteca es “Th’uruchapitas”, en lengua quechua, “Mejillas de barro”, en castellano. 

    Los principios y los ensayos

    “Yo he nacido en esta ciudad de Cochabamba”, nos cuenta Gaby en medio de “Th’uruchapitas”, “en la que entonces se llamaba calle Perú, hoy avenida Heroínas de la Coronilla, en la misma esquina de la calle Lanza.  La casa ya no existe. En parte de lo que fue se levanta hoy un edificio y las movilidades que cruzan de Este a Oeste seguramente lo hacen por el terreno en el que estaba la habitación donde nací, porque la calle era estrecha y para habilitar la actual avenida de doble vía tuvieron que derruir las casas de la calle Perú que estaban en la acera sur. Era una casona donde estaban alojadas las familias de los cuatro hermanos Canedo Arze. Todos los chicos nacimos y convivimos allí. Recuerdo la cocina oscura por el humo de los fogones a leña. Era sombría y tenebrosa, llena de hollín: el lugar del terror cuando era de noche. Los niños no entrábamos, porque allí estaba el campesino, el indígena, un ser misterioso y silencioso: el que venía a poner mote para las familias precisamente por las noches. En la cocina estaba lo que se llamaba ‘la concha’, la olla de barro. Los campesinos venían por turno a hacer su pongueaje ”.

    Gaby nos cuenta que la literatura la heredó de su madre en forma oral: “Ella se sabía muchos poemas de memoria, y tangos, antes de que existieran los gramófonos”. Y continúa relatando cómo su primer escrito fue “un poemita, en un cuaderno de escuela”, según ella un desahogo provocado por la reacción de sus mayores que, viéndola a sus trece o catorce años acompañada por un niño de retorno de la escuela, cuestionaron “cómo una niña decente, una señorita podía aparecer acompañada por un niño del otro sexo”.  Este texto, nos dice, “fue muy importante porque descubrí el poder de liberación del sufrimiento que tiene la escritura”.

    Pero, en realidad, Gaby Vallejo comenzó escribiendo ensayos. Todo comenzó a partir del trabajo de final de grado de un curso de Literatura Hispanoamericana que disfrutó por una beca obtenida para estudiar en el “Instituto Caro y Cuervo” en Colombia. Se trataba de un ensayo que estudiaba la estructura literaria de Alcides Arguedas, en una época en la que estaba en boga el estructuralismo. Al regresar a Bolivia, Gaby copió a máquina el manuscrito y se animó a enviar el trabajo a la casilla de correos del ya mítico suplemento Presencia Literaria. Grande fue su emoción cuando, luego de un silencio de tres meses, “un domingo, se publica una edición dedicada exclusivamente a Alcides Arguedas. El primer texto era de Porfirio Díaz Machicao y, al lado de ese texto, sorprendentemente, se imprimió el mío. Fue increíble, un regalo de Dios, que aquello que había enviado por si acaso, apareciese resaltado de esa manera. A la vuelta de la carta de agradecimiento, Quirós  respondió con palabras de aliento para mi trabajo: ‘Es que tienes garra para escribir, tienes que seguir escribiendo’”.

    De repente, Gaby Vallejo, que todavía no llegaba a los treinta años, se encontró, gracias a esa apertura, con la publicación de varios de sus trabajos de ensayo. Estos versaban sobre la narrativa boliviana e hispanoamericana, hecho que finalmente produjo la publicación del libro En busca de los nuestros: análisis y crítica sobre literatura boliviana (1987), doce ensayos sobre autores bolivianos de su autoría, donde se hallan tres sobre la obra de Marcelo Quiroga Santa Cruz, uno sobre Fundadores del alba de Renato Prada Oropeza y otro sobre Matías, el apóstol suplente de Julio de la Vega. “Aún mantengo varios textos inéditos, especialmente sobre el boom latinoamericano”, revela.

    La narrativa como respuesta a la violencia

    Sensibilizada “con todos los muchachos que se habían comprometido con el Ejército de Liberación Nacional , asesinados, perseguidos, buscados, y que tuvieron que huir”, Gaby Vallejo publica en 1973 su primera novela, Los Vulnerables, escrita en un periodo de paro del magisterio “que duró unos seis meses”.

    Las experiencias vividas durante su docencia en el colegio de varones “Mejillones” de Cochabamba, fueron determinantes para conmover la sensibilidad de la escritora en este sentido. Nos cuenta que, en aquella época, el director José Pereira Claure, de formación comunista y que recientemente había regresado del exilio, transformó el colegio en un espacio de “construcción de guerrilleros”. Así que el establecimiento vivía permanentemente en medio de discursos impetuosos e intempestivas salidas de los jóvenes activistas para tomar las calles. Varios de esos muchachos murieron o desaparecieron, “porque eran jóvenes que se implicaban en los movimientos políticos”.

    La dictadura , que tuvo un carácter opresor pavoroso, provocó que el miedo circulara en las familias porque había mucho que estaba prohibido decir, y de repente aparecía uno, entre los familiares o amigos, que en la jerga se llamaba “buzo”, que era un delator. A esto se sumaba la acción de los paramilitares, que no eran ajenos a su mundo, como el caso de los hermanos [Gary y Guido] Alarcón: “Guido, que fue mi compañero en la Normal, católico religioso, estaba formándose para cura y resultó ser uno de los más feroces paramilitares”.  

    “Yo creo que sentíamos que algo muy distinto de lo que habíamos vivido antes estaba sucediendo […] Todo esto fue fabuloso, cómo no lo vas a recuperar: estás viviendo, estás oyendo, estás sintiendo. Entonces lo que hice fue incorporar todo eso”, afirma Vallejo refiriéndose a su segunda novela, ¡Hijo de opa!, escrita y publicada en plena dictadura, en 1977, tras ganar el Premio Nacional de Novela “Erich Guttentag” en 1976, confirmando así las palabras de Willy Muñoz: “Su estatus de pionera corre paralelamente a su valentía”.  

    ¡Hijo de opa! y la posterior La sierpe comienza en cola son novelas que, de acuerdo a Muñoz, “ponen en tela de juicio a los encumbrados en el poder, a los que se escudan tras su posición social y exponen sus desmanes y corrupción como en aquella época aciaga de dictaduras, novelas cuya escritura arriesgaba claramente la integridad física de nuestra escritora”. 

     “Yo creo que sí, que tenía consciencia de todo eso, siempre he sido muy audaz y la envié al concurso de ‘Los Amigos del Libro’, que dirigía Werner Guttentag, aunque luego de ganar el premio y de su publicación, me dijo por teléfono (seguramente desde otro teléfono porque todos pensábamos que teníamos los teléfonos intervenidos): ‘Tienes que esconder todo lo que sea político de la izquierda, por favor. Estás en la lista negra’”, rememora Gaby, que entonces reunió todos los libros que consideró sospechosos para la dictadura y los dejó en una tienda de barrio vecina para que se los guardaran, con el pretexto de “que no tenía dónde ponerlos”. 

    Pero en lo que se refiere a su escritura Gaby Vallejo no sentía miedo, “pues, cuando me preguntaban por qué había escrito aquello, decía: los militares no leen, y menos libros de mujeres. En una época, claro, en que las mujeres no habíamos entrado ni a la literatura, ni a la vida política y social del país, como ocurre hoy”.

    Posteriormente, en 1991, publica la novela La sierpe empieza en cola, que según la autora “no sólo buscaba mostrar el hecho del asalto de Calamarca, sino indagar por qué son apresados, hostigados, por qué mueren, por qué matan a los periodistas, pues el tema segundo de la novela trata de la muerte del periodista que conoce dónde fue a parar el dinero”. Permaneciendo siempre en la temática de la vulnerabilidad, la novela se hace interesante, modernizando el modo narrativo en Bolivia, dada la preocupación por el lenguaje incluyendo entonces atisbos de metaficción: “En esta novela he intertextualizado muchos fragmentos de periódico para incluirlos, para intentar darle el lenguaje del periodismo”. 

    Actualmente tiene una novela concluida, completa. Al respecto nos dice que contiene “una temática no precisamente política, sino destinada a destapar la vida de los pobres. Mi temática tiene que ver siempre con el pueblo, las víctimas, porque los vulnerables en la vida corriente son los marginales, los que están en los barrios de los cerros, los jóvenes rebeldes, los niños, las mujeres. Hay mucha gente que me ha seguido por esto de las mujeres. Porque las mujeres son víctimas del machismo, de la pobreza o de su propia ignorancia porque nunca se han dado el sitio”. 

    Feminista “de acción”

    “Desde muy niña he sido subversiva, subversiva contra lo que sentía que eran los varones. Creo que esto me ha llevado a sentirme feminista. Me considero feminista en la escritura, porque muchos de mis personajes, si se hace un seguimiento, tienen un pensamiento feminista. Y las defiendo desde ese pensamiento. Toda mi vida he escrito así”, afirma Gaby, con su habitual energía.

    Entonces se entusiasma y nos cuenta una anécdota que la muestra de cuerpo entero en su actitud permanente a favor de la mujer: Werner Guttentag estaba celebrando los cincuenta años de la fundación de su editorial, y para ese evento invitó a los escritores que había publicado y vivían en todo el país. Para el acontecimiento se preparó una gran fiesta, una cena, donde también se instaló un escenario. “Al escenario, don Werner llegó montado en una bicicleta, viejito como era”, apunta Gaby. “Allí explicó que él había llegado a Bolivia, no recuerdo por qué razones específicas, aunque todos sabíamos su condición de judío perseguido, a Oruro, en bicicleta”. A continuación del discurso, se anunció una rifa, donde los ganadores recibirían un premio: un libro para los varones y un ramo de flores para las mujeres. “Y a mí me toca la rifa. Entonces, ya subida en el escenario digo: ‘Yo no voy a recibir un ramo de flores, voy a recibir un libro’, con todo el argumento del caso, y continué: “Pero voy a quedarme a esperar al siguiente varón, aquí, para darle mis flores”. 

    “En otra ocasión”, continúa Gaby con nostalgia, el escritor “Humberto Guzmán, en la presentación de algún libro, con el vozarrón que le caracterizaba, exclamó: ‘Aquí entre nosotros se encuentra Gaby Vallejo, una mujer de pelo en pecho para escribir’. Claro, yo me reí como todo el mundo, pero luego contesté que le agradecía enormemente esa opinión que mostraba cómo él me estaba viendo, pero al mismo tiempo que se diera cuenta de que esa manera de ver las cosas venía de un pensamiento machista, porque mostraba que la mujer no podía escribir, y que para hacerlo solo se lo podía hacer como hombre”.  

    Por cierto, esta posición Vallejo la ha expresado también de manera escrita y clara, como ocurrió cuando varias escritoras fueron convocadas para escribir sobre tres aspectos: ser mujer, ser escritora y ser latinoamericana. Su texto fue muy bien recibido e incorporado en el libro Mujeres de Palabra, Palabra de mujer, de manera que la invitaron a la presentación del libro, junto a otras escritoras latinoamericanas, en Puerto Rico.

    También nos cuenta su experiencia con el proyecto Basta, promovido por la escritora chilena Gabriela Aguilera, que buscó que cien mujeres de cada país latinoamericano escribiesen diciendo un basta a la violencia contra la mujer, a través de microcuentos: “Me propuso trabajar con Bolivia, pero sólo pude reunir 39, ya que varias no quisieron formar parte del proyecto…” Y eso que estamos hablando del año 2014. Sin embargo, lograron hacer “una publicación con mucho éxito”. El proyecto, que tuvo apoyo de la Unesco, el PEN Internacional y el PEN de mujeres, en Bolivia consiguió una segunda edición gracias a las gestiones de Estela Rivera y así se logró con la Gobernación de Cochabamba no solo una gran distribución del libro, sino el incremento del número de participantes a 49.  

    “En ese sentido, yo me siento no feminista de teoría, sino de acción, de manera que cuando tengo ocasión de participar o de decir al mundo lo que pienso, lo digo, causando siempre malestar. Ser feminista para mí es buscar un sitio, el sitio que nos merecemos, que nos debe la humanidad, y que tenemos el derecho de conquistar. Esa es una verdadera revolución: una revolución sin sangre, sin armas”, concluye. 

    La viajera

    Gaby Vallejo ha viajado, y mucho, montada en ese brioso caballo que es la literatura y en la acción que es parte de su personalidad y de su vida. Pionera también en este esfuerzo de intentar llegar al otro, pues es una de las primeras escritoras bolivianas en haber atravesado fronteras, no ha cejado en asistir a encuentros de literatura, sí, pero de la mano de la enseñanza de la lectura, de la literatura infantil y juvenil, que es la base de su proyecto de bibliotecas, y, claro, de los temas de género.

    Ha visitado más de 20 países gracias a los libros. “Escojo tres” viajes, nos dice.  “A Corea del Sur para escribir entre 22 escritores del mundo el libro Historias de paz. Este libro se publicó en inglés y coreano, mi cuento ‘Las cuatro esquinas del mundo’, se publicó en castellano años después”.  El segundo viaje nombrado es su “permanencia durante tres meses en la Biblioteca Internacional de la Juventud en Münich, con una beca para investigar y escribir un libro; el resultado de esto fue el libro De toros y rosas, en defensa de la escritura de mujeres”.  El tercer viaje fue por otra beca para escritores, al Castillo de Lavigny, en Suiza. “Compartí con una escritora de Marruecos, con un inglés, otra de Egipto, uno del país de Gales y una tailandesa. Estadía fascinante por el encuentro con tan variadas culturas. Además, estábamos encerrados de lunes a sábado medio día. Teníamos el compromiso de escribir un libro. Salí con el borrador de El placer y la muerte”, hace memoria.  

    Podemos así decir que Gaby Vallejo ha abierto una senda en la mediterraneidad literaria que vivía Bolivia, un rasgo pionero que ahora, en el siglo XXI, se ve traducido en la buena cantidad de narradores y poetas que llevan su obra y el nombre de Bolivia a otros países y continentes para encontrarse con otros escritores y lectores.

    “Para mí, el escritor no tiene que ser un ser solitario”, afirma, “eso está bien mientras escribe, que nadie le interrumpa es un derecho sagrado; pero después eres un ser social, en la sociedad, por lo tanto, tienes que moverte, primero para que te conozcan, finalmente tú escribes para que los demás te lean, y luego para decir algo, acaso importante para los demás. Sin los demás no se mueve nada”, propone Vallejo. 

    “Por ejemplo, a raíz de una reunión de mujeres escritoras en Puerto Rico, una de ellas se me aproximó para proponerme la fundación del PEN Bolivia. Así que hice la fundación del PEN Bolivia de mujeres, solamente con mujeres de Cochabamba, pero como aparecieron algunos varones interesados, es que decidimos fundar el PEN Bolivia con carácter general, es decir, sin discriminación de sexos. A partir de allí no ha dejado de crecer”.

    La ciudad y “Th'uruchapitas”

    Pero, aunque ha viajado tanto, para Gaby su ciudad natal y de residencia es única. “Cochabamba es mi Cochabamba. Yo amo mucho a mi ciudad. He escrito mucho sobre mi ciudad, pequeñas cosas, pero con mucho amor. Ciudad de contrastes, por un lado, el pueblo común con su música y su comida y bebida, y por otro lado la ciudad antigua que todavía se conserva, sus calles y sus costumbres”. 

    A su ciudad le ha regalado, precisamente, su proyecto más querido: la Biblioteca Infantil “Th’uruchapitas”, donde “siempre estamos recopilando la memoria oral de los pueblos. Hemos ido a trabajar a los cerros, y a los cerros y a los cerros y tenemos tanta documentación interesante publicada registrando la memoria oral de los pobres, que es tan rica, tan admirable y, al mismo tiempo, tan injusta”. 

    De esta investigación oral ya se han publicado siete entregas, y está a punto de lanzar la octava. Los temas versan especialmente sobre la migración, tomando testimonios de personas procedentes de “pueblos insignificantes de Potosí, de La Paz, de la misma Cochabamba, cómo se ubican en la tierra, cómo se apropian, qué problemas tienen, y cómo se incorporan a lo que es una ciudad”.

    Gaby Vallejo toma aliento y nos cuenta: “Hace unos treinta y siete años un grupo de siete profesoras, mujeres todas, decidimos, ante la situación de que en el país no va a cambiar la temática de los libros porque no está en el plan de los gobernantes, ni de las autoridades educativas, ni nada, fundar algo para nosotros como grupo. Desde entonces, cinco seguimos activas, porque una ha muerto y otra tiene una embolia. Y mantenemos de tal manera el espacio de la Biblioteca ‘Th’uruchapitas’ que se han incorporado al proyecto maestras voluntarias años y años. Y contamos con libros de todas partes del mundo”.

    El proyecto recibe desde hace siete años el apoyo de la Unesco, además de la Universidad Apalache de Estados Unidos porque tiene una vinculación con libros en español, y otras entidades internacionales como la fundación Fun for Children y Save the Children, permitiendo que libros, materiales y dinero para su funcionamiento hayan sido posibles.  Además, un programa mensual hace que los niños, que asisten de 3 a 5 de la tarde, sean recibidos en grupos, y cada grupo cuente con una docente. “Los niños vienen porque los papás creen que aquí se arregla a los niños que no leen. Y los padres se van muy contentos porque salen los chicos lectores, gracias a nuestra metodología”, relata con alegría.  Y a partir de allí surgen nuevos programas, como aquel en que “los niños una vez por semana salen con una chofer y una animadora llevando libros y se distribuyen por alguna plaza y hacen leer a todos los que están allí, gente mayor, niños, empleadas domésticas, vendedoras de refresco, los policías, todos leen los libros que llevan los niños”. 

    Acciones de esta naturaleza han llevado a que Th’uruchapitas gane en 2003 el premio IBBY-ASAHI al mejor grupo de promoción de lectura del mundo, consistente en diez mil dólares y un diploma. Esto ha permitido que todas las revistas especializadas en literatura infantil los hayan publicado. “Tenemos publicaciones en griego, en alemán, en inglés, en coreano y en todo”. En estos momentos, la Biblioteca Infantil ha sido propuesta por otros países, no por Bolivia, al premio “Astrid Lindgren” en Suecia, dotado con un monto de cien mil euros. Gaby no deja de soñar en las posibilidades que traería para su amado proyecto este valioso premio.

    Los maestros literarios

    Antes de despedirnos, entre los estantes de los libros de la Biblioteca que ha creado, Gaby Vallejo recuerda a los escritores que considera sus maestros. “Como narradora puedo nombrar a Anaïs Nin, que tiene muchos manuscritos sobre su vida sexual, sobre sus relaciones incestuosas con su padre, y sobre la vida artística, la significación del arte, de la pintura, de la pintura y otras artes. Todo lo que ella ha escrito es con total autenticidad y valentía, y luego erotismo, humanidad, respeto a la mujer. Tengo todos sus libros, porque acaso sea la mujer que me hubiese gustado ser”, confiesa.

    “En cuanto a la poesía, considero que es el género más alto. Es el género que más te hace vibrar, porque con tan poco, con una palabra, con una frase, se puede descubrir el mundo. Y si me preguntan cuál es el poeta que prefiero, ahí está Borges, como poeta, más que como narrador”.

    Gaby Vallejo en breve

    Gaby Vallejo (Cochabamba, 1941), escritora y educadora boliviana. Fue docente por 18 años en la Universidad Mayor de San Simón. Encargada de Bibliotecas Populares y del Centro de Documentación de Literatura Infantil del Centro Portales, Fundación Patiño, por 16 años, en Cochabamba. Fundadora del Taller de Experiencias Pedagógicas y de la Biblioteca Infantil Th'uruchapitas. Fundadora del Comité de Literatura Infantil-Juvenil de Cochabamba. Presidente por varias gestiones de la Unión Nacional de Poetas y Escritores y del Pen Bolivia, a los que pertenece; y miembro de la Academia Boliviana de la Lengua. En los últimos años se ha dedicado a promocionar la lectura entre los niños. En novela publicó Los vulnerables (1973), que mereció una Mención de Honor en el Premio Nacional de Novela “Erich Guttentag”; ¡Hijo de opa! (1977), ganadora de dicho Premio en 1976 y llevada al cine con el título de Los hermanos Cartagena en 1984; La sierpe empieza en cola (1991), Encuentra tu ángel y tu demonio (1998), Ruta obligada (2008), Tatuaje mayor (2009) y Amalia, desde el espejo del tiempo (2012). En cuento dio a conocer Del placer y la muerte (2004) y Múltiples como la vida (2012), mientras que en ensayo publicó En busca de los nuestros (1987), Cartas a un ángel muerto (2001), con motivo de la muerte de su hijo, y Papeles de viaje (2002). Tiene en su haber varios libros de literatura infantil, entre ellos Juvenal Nina (1981), Detrás de los sueños (1987), Mi primo es mi papá (1989), Con los ojos cerrados, Premio Nacional de Literatura Juvenil (1993), Amor de colibrí (1995), Sí o no así de fácil (1996) y Castigado (2005).  Ganadora de varios premios nacionales e internacionales, entre ellos el Premio Mircea Eliade, Medalla Dante Alighieri, por la Defensa de la Democracia a través de la Literatura (Venecia,1991), el Premio Nacional al Pensamiento y la Cultura (Sucre, 2001), el Premio Internacional a la Promoción de Lectura IBBY- ASAHI (Bolonia, 2003) y la Bandera de Oro del Senado Nacional (2008).

     

    *Entrevista publicada originalmente en la revista El Ansia #3

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