Matilde, solitaria Matilde

Heberto Arduz entrevista a la conocida poeta y cantautora sucrense

Heberto Arduz entrevista a la conocida poeta y cantautora sucrense Heberto Arduz entrevista a la conocida poeta y cantautora sucrense Foto: Gentileza

Heberto Arduz Ruiz
Puño y Letra / 16/08/2024 03:16

Admirable mujer, de magra figura y espíritu intenso, vibrátil. Escribe y vuela en alas del sentimiento, dibujando sueños que forja en el nido de la soledad. Canta penas, avatares de la vida y alegrías, cual calandria herida que se precipita desde la inmensidad azul para volver a levantar vuelo. 

Matilde Casazola Mendoza no va en pos del encuentro, del necesario roce social, refugiándose en la intimidad de su hogar; ambiente en el que todo, completamente todo, asume el color de la nostalgia, de los recuerdos, de la soledad, de la callada soledad.

En estas habitaciones cubiertas de calicanto –cal por el pintado blanco y canto por el sonido gutural de Matilde—se percibe el eco de voces perdidas, rastro de seres y cosas queridas que nunca retornarán.

----¿Para ti, Matilde, cuál es la  rutina de un día cualquiera de tu existencia? 

----Organizar quehaceres del hogar junto a una empleada, hago música, algo de dibujo, en fin, no resulta rutinaria mi vida. Reviso libros, compongo música y letra, así como otros momentos practico guitarra y asisto a algunos recitales.

El despuntar del día, avance de las horas y la caída del crepúsculo no cuentan para los solitarios, que en el fondo son mujeres y hombres que no tienen pares, o bien se cansaron de sufrirlos. Cada minuto, cada segundo, el espíritu permanece vigilante en una sucesión que comprime las emociones, volcándolas luego, en el caso de Matilde, a una hoja de papel en blanco. Así surgen los poemas.

---¿No será amiga, que en el afán de vivir tu vida interior tan intensamente, te sustrae de la realidad del entorno?

---Trato de no sustraerme. Tengo un rasgo racional para conservar mi modo de ver el mundo no muy alejado de la realidad. Vivo la vida con total realismo. 

---¿Y qué acontece cuando de pronto fluyen en ti ansias locas de abrazarte a tu guitarra? ¿El corazón se inflama de alegría? 

---Sí, de pasión y amor que me acompaña la guitarra, que es humilde e íntima. Hace muchos años empecé estudiando piano y encontré la guitarra. Estoy hablando del 1965 en que ensayé la guitarra. Conocí a Alexis Antiguez, a quien me lo presentó el fotógrafo Luis Chopitea. Durante muchos años estuve con él viajando en Argentina, haciendo títeres, y en 1973 regresé a Bolivia; año en que decidí hacer mi propio arte, divulgar mis canciones y escribir poesía. Me separé de Alexis en Argentina y dejé de tener contacto con él, que me llevaba con 16 años de edad.    

En las paredes y muebles de la morada de la poetisa y cantautora, numerosas fotografías y cuadros pintados por ella y otros autores, fijan rostros y figuras amadas, como el de su madre Tula Mendoza que desde hace muchos años ya no está a su lado; insuflando en su ánimo vitalidad y confianza en sí misma, más allá de la añoranza y el recuerdo que no se marchita.

---¿Qué te dicen estos retratos?

---Es una manera de tener a familiares que uno ama y están presentes. Complementan en el cultivo del arte de la poesía, música y pintura.

Tienes razón, Matilde, todo cuanto proviene del pasado, merced a una carga de emotividad y afecto, hace grata la existencia humana. Convivimos con nuestros muertos, sin que podamos disociarnos del recuerdo de lo que un día fue y no volverá a ser jamás de los jamases. Hasta los muros testimonian la ausencia. ¡Ah, vida, cómo dueles y atormentas!

Con la escritura de poemas logra romper la valla del aislamiento. En repliegue a su santuario interior, resultan ajenas las preocupaciones del común de la gente.

---¿Supimos del paso terrenal de un tío tuyo, llamado familiarmente el “oso” Mendoza, acerca de quien se decía que deslumbraba a sus alumnos  de la carrera de Derecho con sus conocimientos del Código Civil, al punto que dominaba uno a uno los artículos de esta compilación legal. ¿Qué recuerdas de él, su personalidad, existencia y de los altibajos de su vida?

---Entre mis trece y quince años él visitaba a mi abuelita materna Matilde, tenía chispa increíble para recordar amenamente hechos del pasado. Me recitaba poemas clásicos, de Espronceda, Bécquer, Darío, Baudelaire y me sirvió de sustento intelectual. Me comentaba de las estrellas y constelaciones. Lo quise mucho. 

Tenía un aspecto de anciano misterioso, de trajes grises y cabellos largos. Efectivamente tenía   dominio del Código Civil y una memoria asombrosa. 

El poeta británico Wystan Hugh Auden apuntó: “Todos los poemas que escribí, los escribí por amor”. 

---¿Suscribirías, Matilde, estas palabras?

---La poesía y la música son mi pasión. Por supuesto suscribiría.  

UNA SINGULAR POETA

Matilde Casazola Mendoza es, sin duda alguna, una de las destacadas poetas con que actualmente cuenta Bolivia. Nació en la ciudad de Sucre en 1943 y desde sus ocho años le atrajo la poesía, ya que su madre cultivaba este género literario. Posteriormente cambió los estudios de piano que los tuvo iniciados por la guitarra con el maestro español Pedro García Ripoll. Del mismo modo, sintió mágico encanto por el dibujo, la pintura y la composición musical. Ahora el pueblo gusta y se enorgullece de sus canciones. 

En sus poemas muestra una amplia variación temática: el amor, la naturaleza, la muerte, el tiempo, los ojos, el agua y Dios, entre muchos otros asuntos. Su nombre quedó registrado en varias antologías nacionales e internacionales, participando en encuentros poéticos en países de América y Europa.

Ha editado los poemarios: Los ojos abiertos (1967), Los cuerpos (1976), El espejo del ángel (1981 y 1990), Los racimos (1985), Amores de alas fugaces (1986). Y siguen los caminos (1990), Estampas, meditaciones, cánticos (1990), Tierras de estatuas desteñidas (1992), Poesía y naturaleza (1993), A veces un poco de sol (1994) y La noche abrupta (1996).

La editorial 3600 publicó la producción poética de Matilde Casazola en dos volúmenes los años 2015 y 2016. Y ella ya piensa en el tercero.

Organizaciones civiles y estatales se encargaron de efectuar distinciones a la polifacética autora. Sería largo enumerar todas, pero la más simpática resulta ser la de Declaratoria de TESORO HUMANO VIVIENTE a cargo del Municipio de su ciudad natal, aparte de numerosos títulos Honoris causa y la condecoración del Cóndor de los Andes.

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