Fuerza y voluntad de un pueblo para no dejar de existir

Una aproximación crítica a la importante investigación realizada por el destacado escritor chuquisaqueño, Juan Pedro Debreczeni, sobre el pueblo Guarasu’we. El libro ha sido presentado en varias ciudades de Bolivia.

Juan Pedro Debreczeni, destacados escritor chuquisaqueño.

Juan Pedro Debreczeni, destacados escritor chuquisaqueño.

Fuerza y voluntad de un pueblo para no dejar de existir

Fuerza y voluntad de un pueblo para no dejar de existir

Fuerza y voluntad de un pueblo para no dejar de existir

Fuerza y voluntad de un pueblo para no dejar de existir


    Milton Eizaguirre
    Puño y Letra / 07/10/2024 23:41

    Todos hemos vivido en un proceso de construcción evolucionista casi de forma implícita. Nuestro entorno, la escuela, el colegio, la universidad, la familia, han reproducido mecanismos hegemónicos que se replican permanentemente y que tratan de convencernos que somos los civilizados aquellos que heredamos el conocimiento de las sociedades eurocentristas.

    En este contexto, Frantz Fannon, el autor de Piel Negra, Máscaras blancas y los Condenados de la Tierra, devela fácilmente nuestras debilidades en los mecanismos de auto colonización, pretendiendo que el desarrollo, progreso y blanqueamiento, nos llevará a mejorar nuestras condiciones de vida. El interés particular de la modernidad es convertirnos en consumidores, homogenizar los conocimientos y gustos para producir industrialmente los productos transgénicos. 

    Por esta razón, el aporte de Juan Pedro Debreczeni es fundamental, porque además su investigación saca de la extinción a un pueblo que había sido condenado a desaparecer desde las incursiones de Erland Nordenskiöld, entre 1901 a 1927, y prácticamente desaparecidos según Jürgen Riester, en 1974. 

    En el pasado las ciencias sociales se dieron el lujo de quitarnos la categoría de civilizados y ubicarnos en los niveles inferiores de su categorización, vistos como bárbaros, salvajes, o primitivos, porque nos desconocían. Y en su prepotencia intelectual, en su epistemicidio, nos tildaron como incivilizados porque nuestro comportamiento no era similar al de los modernos, sometidos al consumo y la moda de los modernos.

    “Guarasu`we. Fuerza y voluntad de un pueblo para no dejar de existir”, es un golpe de conocimientos para estos modernos que desconocen las culturas de los otros, quienes, al desconocer, al ignorar o ser ignorantes, los inferiorizan porque creen que su horizonte civilizatorio es mucho mejor.

    Conocer a los otros es un reto; permite entender cómo es su filosofía, sus ontologías, sus formas de vida y de muerte; sus maneras de convivir y entender a la naturaleza y a su entorno, más allá de las individualidades, producto otra vez de la modernidad. Así, en base a lo colectivo, a la familia de carácter matriarcal, los guarasu’we, una vez olvidados, se fueron reconstituyendo, como explica Debreczeni.

    Sobre el libro

    El documento realiza una revisión histórica, muy compleja porque no existen muchos trabajos de descripción histórica sobre los guarasu’we, más aún cuando no hubo un impacto significativo de la reducciones jesuíticas o franciscanas cercanas a ellos, quienes, desde el periodo colonial, han escrito en gran manera la historia del oriente y sus grupos humanos 

    La investigación señala que los guarasu´we migraron desde el Chaco del actual Paraguay, más precisamente de la región de los Itatín, zona que también dio origen a los chiriguanos y guarayos. Los guarasu’we pertenecen a la familia lingüística tupi guaraní, de la cual también forman parte los Tapieté, los Sirionó, los Yuki o Mbia, los chiriguanos hoy denominados como guaraní y los propios guarayos. 

    En 1525, estos guaraní itatín se fueron a asentar entre los ríos Iténez y Paraguá, el asentamiento guaraní más septentrional, como afirma el autor, en base a varios datos recopilados.  El autor plantea varios datos sobre contactos entre españoles colonizadores y los Itatín, como Ñuflo de Chaves, Alvar Cabeza de Vaca, Diego Felipe de Alcaya, todo ello acompañado de un largo proceso de abusos y huidas.

    En este contexto, desde mi percepción, tiene más impacto la leyenda guarasu’we referida por el autor sobre la búsqueda de la Tierra sin Mal, el lugar de la Luz Eterna, un lugar donde no había la muerte, donde podían cultivar y había agua… retornar a este lugar los obligó a tener una vida itinerante hasta llegar al río Iténez. 

    Tras estas migraciones, los guarasu’we estuvieron alejados del contacto con los blancos o carayana hasta 1741, cuando los pauserna o guarasu’we se enfrentaron con un grupo de portugueses a la cabeza de Antonio de Almeida y Moraes, quienes se llevaron algunos indígenas como esclavos.

    El valor del libro escrito por Debreczeni es la pesquisa que realiza encontrando autores bolivianos, brasileros y europeos como Nordenskiöld, Metraux, Combes, etc. quienes aportaron al conocimiento de los grupos guarasu’we. Es el caso de Severiano Fonseca, quien, en 1880, describe los asentamientos guarasu’we en ambos lados del rio Iténez, tanto en Bolivia y Brasil. 

    Los guarayos fueron catequizados por la Misión Franciscana de Urubichá a cargo del sacerdote Pescciotti e intentaron llegar a los guarasu’we en los márgenes del rio Iténez desde 1906, pero fracasaron en su intento, porque los Pauserna tenían terror a los blancos debido a las atrocidades que cometieron con esta gente.

    Simultáneamente a este contacto, gente de San Ignacio de Velasco empezó a invadir su territorio buscando gomales para la explotación de caucho, todo ello a través de enganches forzosos, peonaje, deuda, malos tratos, engaños, epidemias o aniquilación, es decir genocidios. Por esta razón, los guarasu’we escaparon al lado brasilero retornando a Bolivia esporádicamente.

    Juan Pedro resalta el tema del Censo de 1900, donde las categorías indígena, blanca, mestiza y negra dan cuenta de la inscripción de una nueva categoría que es la indígena. De un total de 1.776.451 habitantes en Bolivia, se registraron 920.000 indígenas (51%), de los cuales 829.000 eran sometidos a la ley y 91.000 barbaros, donde seguramente, según el autor, estarían inmersos los guarasugw’e. 

    La investigación de Debreczeni destaca que para 1977 Riester recibe una carta del padre Waldthaler de San Ignacio de Velasco, relatando que militares ingresaron a la zona de los guarasu’we obligándolos a presentarse al servicio militar, aspecto que provocó la huida de los indígenas al Brasil (2024: 70) lo que habría determinado su extinción total en Bolivia. Sin embargo, para 1994, un Censo Indígena determinó la presencia de 46 indígenas guarasu’we de un total de 1.078 indígenas en todo el Beni.

    Bajo la denominación de Territorios Indígena Originario Campesino (TIOC), la Ley INRA de 1996, dio territorios a los Guarasugw’e, aunque muy pequeños y rodeados de madereros y aserraderos. Con 374.151 hectáreas, se constituyó una TIOC compartida con los chiquitanos, pero para la reconstitución de los Guarasugw’e la medida resultó negativa porque otras etnias ocupaban territorios históricamente pertenecientes a ellos. Así, para 2018, Diez Astete declaraba a los Guarasu’we como desaparecidos (2024:71).

    Picaflor y el resurgimiento Guarasu’we

    Me emocionó cuando Juan Pedro Debreczeni describe la lista de los 50 guarasu’we que conoció Riester en la década de 1960. Con el cuidado necesario, puso los nombres en guarasugw’e y los nombres occidentales. Emociona cómo, a partir de esta lista de Riester, Debreczeni pudo localizar in situ a los que supuestamente habían desaparecido; niñas que tenían aproximadamente cuatro años en 1964 y que para el momento del encuentro con Debreczeni, el 2023, tenían 65 años. Comparto plenamente esta emoción, aunque frustrada porque informaron al autor que su padre les había prohibido utilizar su lengua porque se sentían discriminados por sus vecinos chiquitanos.

    Juan Pedro Debreczeni destaca la presencia de las mujeres como líderes: “…somos las mujeres las que tomamos las decisiones en nuestra cultura” (2024: 87). Este es un tema muy interesante en este espacio, donde el feminismo y conceptos de empoderamiento de las mujeres no funcionan. Por ello, habría que volcar los ojos a estas sociedades para aprender cómo funcionan las relaciones de género más allá de la modernidad, que tiene un carácter plenamente machista.

    Llama la atención que los nombres occidentales de los guarasu’we, fueron tomados en agradecimiento por los favores que les hicieron algunos blancos, aunque en general más bien fueron muy déspotas con estos pueblos y por eso mismo escaparon y se aislaron. Por esta razón se fueron a Picaflor. 

    Los guarasu’we buscaron su reconocimiento en el municipio de San Ignacio de Velasco de Santa Cruz. Con apenas 17 hectáreas para 19 familias, resulta una porción mínima de tierra con relación a su amplio territorio ancestral. Lo que no lograron fue la atención del Gobernador departamental y tampoco el reconocimiento de su personería jurídica como territorio indígena. 

    Los guarasu’we primero fueron sujetos de evangelización católica por los jesuitas, aunque con muy poco impacto; luego tuvieron esporádicos contactos con los franciscanos. Hasta 1960 mantuvieron casi intacta su religión considerando a Yaneramai como su deidad principal y regidora de sus vidas. Posteriormente, con el ingreso de los evangélicos se frenaron los dogmas y la transmisión de saberes. 

    Reflexiones finales

    Necesitamos más investigaciones de estas características, ya que, de acuerdo a las descripciones genéricas, grupos como los guarasu’we habrían “desaparecido”, cuando la evidencia, basada en el trabajo de campo brinda nueva y certera información.

    Trabajos anteriores tienden a cometer errores; ya nos pasó que al momento de buscar a los Pacahuaras: tuvimos que desplazarnos a los ríos Negro y Pacaguara, cuando ellos estaban cerca a Riberalta. Mapas de ubicación de poblaciones indígenas se repiten desde la década del 70 del siglo pasado junto con otros errores que no consideran lo movilidad de estos grupos. Es decir, no hay investigaciones de campo, porque a muy pocos les interesa y, a los que sí, son principalmente extranjeros.

    Para finalizar, sabemos de forma trillada que, en nuestro país, de acuerdo a la CPE, existen 36 naciones y pueblos originarios. Pero, una lectura más profunda del texto constitucional aclara que los 36 nombres corresponden a lenguas que se hablan en nuestro país. Según datos del Censo 2012, Bolivia cobija 119 identidades, 43 de ellas contemplados en la Ley del Régimen Electoral donde aparece un grupo desaparecido como los Toba. Estos datos mueven a reflexionar con más profundidad y generar mayores investigaciones como el significativo aporte de Juan Pedro Debreczeni y su libro.

    *Jefe de la Unidad de Extensión Museo Nacional de Etnografía y Folklore

    (MUSEF)

     

    Etiquetas:
  • libro
  • Guarasu`we
  • Compartir:

    También le puede interesar


    Lo más leido

    1
    2
    3
    4
    5
    1
    2
    3
    4
    5
    Suplementos


      ECOS


      Péndulo Político


      Mi Doctor