DOS POETAS, UNA CIUDAD
Arte en los tejados, el exitoso programa cultural ideado por la Dirección del Bicentenario de la Gobernación de Chuquisaca, ha invitado a los dos poetas chuquisaqueños más importantes de su generación, Gabriel Chávez Casazola y Alex Aillón Valverde
Arte en los tejados, el exitoso programa cultural ideado por la Dirección del Bicentenario de la Gobernación de Chuquisaca, ha invitado a los dos poetas chuquisaqueños más importantes de su generación, Gabriel Chávez Casazola y Alex Aillón Valverde, para un inédito recital poético, el mismo que se realizará en los techos de San Felipe Neri, el próximo miércoles, 29 de este mes. La actividad es un anticipo del Encuentro Internacional de Poesía que se viene gestando para el mes de Mayo, con el auspicio de la Comunidad Europea y la Gobernación, y que tendrá como escenarios principales Sucre, Uyuni y Santa Cruz. A continuación, Puño y Letra, tiene el gusto de ofrecer a sus lectores algunos textos seleccionados para el presente número.
• Poemas de Gabriel Chávez Casazola
Declaración
No creo en el hombre. Apenas
en la chispa de luz adentro suyo
que un soplido de codicia extingue
como apaga un pequeño pabilo la tormenta.
He visto demasiado y no creo en el hombre.
Amo los árboles. Los animales.
He viajado y vivido demasiado y el
único deporte de riesgo que todavía me interesa
es caminar por el campo sintiendo el vértigo del tiempo
en las hojas que caen
o la feliz adrenalina de las hojas nuevas.
Tatuajes
Una mariposa de tinta se ha posado en la espalda
de esa muchacha.
Una mariposa de tinta que durará más que la lozanía
de la piel donde habita.
Cuando la muchacha sea una anciana, allí estará,
joven aún, la mariposa.
¿Cómo se verá la espalda de la muchacha
cuando la lozanía de su piel haya pasado?
¿Cómo se verá la muchacha que ahora ilumina
la verdulería, como una fruta más para mi mano?
¿Los viejos de mañana se verán como los de hoy
y los de siempre?
¿O serán diferentes, ellas con piercings en los senos caídos
y ellos grandes aretes en las orejas sordas?
¿Volarán mariposas en la espalda de las muchachas viejas,
arrugarán sus alas sobre camas del coma, se marchitarán flores
de tinta dibujadas donde se abren sus nalgas?
Tal vez no pueda verlo, ya yo estaré ido para entonces
con mi mano temblando bajo un jean de mezclilla
o con la mente ausente en la cannabis
procurando aliviar dolores cancerígenos.
Ah, una mariposa de tinta se ha posado en la espalda
de esa muchacha.
Una mariposa de tinta que durará más que su aire.
Cuando ella haya exhalado por vez última
allí estará la mariposa todavía.
¿Echará a volar cuando incineren su morada de carne?
¿Se pudrirá en la tumba como una concubina egipcia?
¿La escuchará alguien volar o quemarse o pudrirse
y podrá venir para contarlo?
¿Escuchará alguien la historia desde la soledad de sus audífonos,
de los grandes aretes en sus orejas sordas?
¿No son estas las viejas preguntas de siempre?
¿Volveré a ver algún día a la mariposa?
¿Volveré a ver a la muchacha?
¿Continuarán existiendo las verdulerías?
Los patios son para la lluvia
Los patios son para la lluvia
cuando ella cae despiertan sus baldosas,
abren los ojos del tiempo sus aljibes.
Y entonces los patios cantan.
Un canto hondo,
en un idioma arcano
que hemos olvidado pero que comprendemos
cuando cae la lluvia sobre los patios
y volvemos a ser niños que oyen llover.
Bajo la lluvia todas las cosas son renovadas en los patios
y cuando escampa el mundo huele a recién hecho, a sábado de Dios, a primavera.
El canto de los patios en la lluvia borra el dolor del universo
y susurra el dolor del universo
por las lluvias perdidas, por los patios perdidos, por los cantos perdidos,
por ti y por mí que bailamos
bajo la lluvia de Bizancio
arcanas danzas
con movimientos hondos
en los patios de la memoria.
Por ti y por mí que bailamos
que llovemos
que despertamos las estaciones mientras el patio canta
porque la lluvia es para los patios,
esos indescifrables.
Punto
Es maravilloso haber llegado al punto
en que ya no es preciso buscar la razón de tu vida
el amor de tu vida
el norte (y sur) de tu vida
porque ya has encontrado todas esas cosas
o ellas te han encontrado
y ahora puedes llamarlas, casi familiarmente,
con un sustantivo,
sea éste el nombre de alguien
—aquí puedes poner el que desees—
o de algo misterioso, como la poesía.
Y sin embargo, lo más maravilloso de todo esto
es que debes seguir buscando,
buscando
porque todas las cosas y los seres
que se encuentran
así como llegan se alejan.
Incluso la poesía, a momentos.
Esa desconocida.
Gabriel Chávez Casazola (1972) Poeta y periodista chuquisaqueño, residente en Santa Cruz. Sus libros están publicados en 15 países y ha sido traducido a diez idiomas.
Es autor, entre otros títulos, de El agua iluminada (2010), La mañana se llenará de jardineros (2013) y Multiplicación del sol (2018). Se han publicado numerosas antologías de su poesía, como Aviones de papel bajo la lluvia (España); Il canto dei cortili (Italia); La vitesse des fantômes (Francia); Persistence of tattoos (EE.UU.); y Cámara de Niebla, con siete ediciones en distintos países, las más recientes en México (2022) y Chile (2024).
Ganador de varios premios literarios, desde hace 12 años es curador del Encuentro Internacional de Poesía “Ciudad de los Anillos”. Docente del programa de Escritura Creativa de la Universidad Privada de Santa Cruz (UPSA), dirige la colección “Agua Ardiente” de poetas internacionales de Plural Editores y el taller de poesía “Llamarada Verde”.
• Poemas de Alex Aillón Valverde
UN CAFÉ
Puedo medir mi vida en tazas de café. Recuerdo que tomé un café cuando llegaste, que tomé uno cuando te fuiste y tomé otro para entender que no regresarías. También tomé uno viendo llegar aquella tormenta de ceniza, en aquella ciudad, frente a aquel volcán. Pienso en un café cuando quiero entender la muerte de las cosas simples. Para recordar que sólo somos fragancia, humo y olvido. Pienso en un café. Sin azúcar, por favor. Gracias
LAS ESCONDIDAS
De niños nos gustaba jugar a las escondidas. Yo me ocultaba en los roperos, bajo las camas o atrás de un árbol. En cambio ella comenzó por esconderse en una nube o en los espejos. Luego se dio a operaciones más complejas como mimetizar su cuerpo con los relámpagos y la lluvia. Desde entonces paso la vida buscándola aunque esté conmigo. Para ella el juego no ha terminado. Ahora se esconde en esta página, entre estas letras y palabras que luego usa para acariciarme el rostro y decirme que ya descanse, que vaya pronto a la cama.
LA CAÍDA
Nadie que aprenda a volar lo hace para permanecer en el aire. Quien aprende a volar quiere experimentar el delirio del derrumbe, el vértigo de la caída, la dignidad del precipicio. La altura puede seducirte —uno se siente poderoso, un dios entre las nubes—. Pero hay que caer infinitamente. La vida es conocerse en la caída. Recuerda la torre de Hölderlin. No te quedes arriba. Hay tanto cadáver detenido allá en el cielo.
UN HOMBRE EDUCADO
Soy un hombre educado. A mí me enseñaron a saludar, a respetar a mis mayores, a ceder el asiento a las señoras, a no dar la espalda. En este mundo donde ya nada parece valer un centavo, me dirán que para qué sirve eso. Pues bien, se los diré. Un día ha de llegar la muerte y tienen que estar preparados. Es una señora sola. Le gusta el té de boldo y le gusta hablar. Un hombre educado no le teme a la muerte. Está preparado para charlar con ella, horas, días, años, siglos. La muerte suele llamar dos veces a la puerta. La reconoces por que huele a Carolina Herrera. La saludas, le das la bienvenida y la haces pasar. Le ofreces asiento, gentilmente. Te mira, la miras. Te toca la pierna. Sonríes educadamente. Comienza la eternidad.
LAS BALLENAS
La primera ballena cayó del universo como una gota gigante sobre la quietud del océano. En su caída creó la espuma. De la espuma nacieron las medusas, las caracolas, las sirenas y las estrellas que luego encontrarían su lugar en el cielo y la noche. Una vez creada la existencia, las ballenas cantaron su enamoramiento llenando de vida el silencio del resto del planeta. Dueñas de la distancia, repartieron sus criaturas por los siete mares y en los acantilados, una noche de tormenta, mientras Poseidón chocaba ebrio contra las rocas continentales, nacieron las palabras y de las palabras nació la poesía. Yo vi la mía en un atardecer en el Pacífico mientras el sol era devorado por el horizonte. Le dije: “Madre, buena ventura”, y acaricié la superficie de aquellas aguas cálidas como debe ser el útero de una mujer. Desde entonces las cosas son más simples, las alegrías más sencillas, las tristezas más profundas, el mundo tiene más sentido. Nadie es más que nadie, nada es más que nada. Desde entonces mi corazón late de otra manera. Una ballena viaja en mí.
EL TRAPECISTA
Soy un trapecista. Mi padre también lo era. Me gustaba verlo saltar de palabra en palabra, de nube en nube, de esperanza en esperanza. Yo hago lo mismo, y aunque no espero superarlo, vuelo dando saltos mortales, dibujando versos en el aire entre luces de color, sólo para impresionarte. Algún día caeré al vacío, como todos los de nuestra especie, y no habrá una red que me contenga. Entonces es posible que ocurra un milagro y una mano sujete mi mano. Que esa mano sea tu mano.
Alex Aillón Valverde (Sucre-Bolivia, 1969) es uno de los escritores y poetas más reconocidos de su generación. Ha publicado Para leer al Pato Donald desde la diferencia, Comunicación, desarrollo y control cultural; Pop y otros escritos; 4000; Revolución; y P(r)oemas. Su obra poética es recogida en varias antologías; y ha escrito para el Teatro de Los Andes la obra Un buen morir, la cual ha sido multipremiada y aclamada por la crítica nacional e internacional. Aillón Valverde ha representado a Bolivia y a Sucre en algunos de los festivales internacionales de poesía más importantes del continente. Ha coescrito, junto a su hermano, el guitarrista y músico Christian Aillón, los álbumes de música experimental boliviana Fotogramas y Nube. Es editor del suplemento cultural Puño y Letra; y dirige los programas de radio La Mala Educación y Furgón de Cola.