Una nueva perspectiva de lo que llamamos “enfermedades mentales”

M. Mercedes Zerda C, compañera de vida del psicólogo e historiador, Javier Mendoza Pizarro, nos habla sobre la publicación póstuma de su última obra, “Alas a las locas”.

Una nueva perspectiva de lo que llamamos “enfermedades mentales”

Una nueva perspectiva de lo que llamamos “enfermedades mentales”

Una nueva perspectiva de lo que llamamos “enfermedades mentales”

Una nueva perspectiva de lo que llamamos “enfermedades mentales”


    M. Mercedes Zerda C.
    Puño y Letra / 12/05/2025 23:33

    El psicólogo Javier Mendoza Pizarro, mi compañero de vida, terminó la redacción del libro “Alas a las locas”, Fabricación social de las enfermedades mentales en Bolivia (1887-1941) hace más de tres años y se publica de manera póstuma recién este 2025 debido a que Javier en este tiempo no mostró interés en hacerlo. Cuando le pregunté por qué no finalizaba las últimas correcciones y lo editaba me respondió: “Publicar un nuevo libro, para mi ahora, no tiene la importancia que tenía antes. Si el texto es útil, saldrá a luz en su momento”. Esta respuesta no me extrañó, pues desde hacía ya tiempo, Javier había iniciado un paulatino desapego de la necesidad de reconocimiento intelectual, sin embargo, hablaba del libro y discutía sus temas con entusiasmo.

    “Alas a las locas” es un libro útil actualmente, pues vivimos un cambio en el pensamiento científico tradicional y los nuevos paradigmas emergentes exigen nuevas propuestas, ante los avances en ámbitos como las neurociencias, la psicología y la psiquiatría.

    Javier nos plantea el entendimiento de las enfermedades mentales como construcciones sociales, fabricadas en un momento concreto de la historia, que se modifican permanentemente de acuerdo con las “ilusiones ideológicas” que imperan en una sociedad en determinado momento. 

    El concepto de “ilusiones ideológicas” ha sido permanente en el pensamiento y la obra de Javier y se refiere a las interpretaciones de la realidad que aparecen como verdades incuestionables, aunque en realidad son fabricaciones sociales relacionadas a sucesos históricos de una época.

    Sin negar la implicación de aspectos biológicos y neuroquímicos que intervienen en el comportamiento de las personas consideradas  “enfermas mentales”, Javier contrapone la idea de fabricación social a la visión clínica tradicional que se enfoca únicamente en el aspecto biológico y, de este modo, pone en duda el reconocimiento de los trastornos mentales como enfermedades propiamente dichas.

    La primera parte del libro presenta la concepción de la locura en Bolivia a fines del siglo XIX y comienzos del XX y en tres secciones describe:

    En primer lugar, la manera en que se nombraron las enfermedades mentales en ese periodo histórico y, en consecuencia, como nacieron los diagnósticos psiquiátricos. En segundo lugar, presenta lo encontrado en la documentación del Instituto Nacional Psiquiátrico “Gregorio Pacheco” de Sucre, depositada en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, sobre todo, datos estadísticos de diagnósticos usados y cambiados durante ese periodo. En tercer lugar, se refiere al pensamiento de su abuelo Jaime Mendoza sobre las enfermedades mentales, su producción intelectual al respecto, su desempeño en la cátedra de psiquiatría de la Universidad San Francisco Xavier y su práctica como director del “manicomio Pacheco” en dos periodos (1923- 1925 y 1929). 

    El nombre del libro tiene que ver con lo que Jaime Mendoza refiere sobre la situación lamentable en la que encontró a las mujeres en el momento en que se hizo cargo de la dirección. Habiendo empezado a cambiar lo que consideraba pertinente para que las internas fueran tratadas de manera más digna, encontró resistencia en la institución y menciona que en una ocasión una mujer del personal de servicio le dijo: “doctor, usted está dando alas a las locas” pero que, sin embargo, insistió en los cambios hasta lograr importantes mejoras.

    La segunda parte del libro analiza la evolución de las enfermedades mentales más conocidas en Europa y su repercusión en Sucre, especialmente cómo se diagnosticaba en el Instituto Pacheco. En esta sección nos presenta, de manera prolija, datos relevantes de condiciones sociales (como la discriminación racial) que determinaron, en esa época, el destino de muchas personas que recibían diagnósticos que respondían más a estas condiciones que al funcionamiento anormal de su cerebro. Señala cómo algunos pacientes a lo largo de su estancia en el manicomio recibieron diferentes diagnósticos dependiendo de lo que estaba de moda en la psiquiatría europea. Este modo de cambiar diagnósticos, a veces tachando en las historias clínicas uno y poniendo otro, muestra la debilidad de sustentar estos trastornos como enfermedades propiamente dichas. 

    La tercera y última parte del libro presenta las conclusiones que “amarran los tres hilos” que Javier plantea al inicio del libro: la nosología psiquiátrica europea, el trabajo de Jaime Mendoza sobre enfermedades mentales y el instituto de psiquiatría Gregorio Pacheco. Lo central en las conclusiones es la idea de la locura como una fabricación social basada principios, creencias y valores fundamentales de una sociedad en un lugar y un periodo histórico concretos.

    El entender la locura solo como alteraciones del cerebro que pueden curarse con sustancias químicas, no nos deja ver la importancia de lo social y creer esto ciegamente limita las posibilidades de disminuir el sufrimiento que padecen los llamados enfermos mentales.

    La locura no corresponde estrictamente a lo que es una enfermedad, en otros momentos de la historia las concepciones de locura eran distintas y aún ahora, en culturas no occidentales, muchos trastornos mentales no se consideran enfermedades.

    En el capítulo sobre la enfermedad de Alzheimer, Javier se refiere a la cultura aymara - que conocimos en cuarenta años de convivencia con esa nación originaria- señalando lo diferente que es su concepto de enfermedad y como en esta cultura se considera la demencia como una manera de envejecer y no como una enfermedad, lo que supone formas distintas de tratar a la persona en esta condición y supone  otra manera de sentir en la familia.

    Las reflexiones a las que nos conduce la lectura del libro son inquietantes, pues en la actualidad, ya no solamente la psiquiatría convencional, sino los consorcios mundiales de laboratorios farmacéuticos son los que fabrican nuevas enfermedades mentales en función de sus ganancias monetarias. 

    Esto deriva, en palabras del Dr. José Luis Marín conocido psiquiatra y psicoterapeuta español, en la “psiquiatrización del sufrimiento” es decir que cada vez más, lo que hasta hace poco, se consideraban malestares o comportamientos habituales, que se pueden superar con apoyo del entorno social, afecto, psicoterapia, apoyo espiritual y comunicación, actualmente están siendo medicados según los mandatos del DSM5 (quinta versión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales) que, por ejemplo, a la rabieta de un niño la denomina trastorno disruptivo del control de los impulsos y la conducta indicando, por supuesto, su tratamiento farmacéutico.

    Finalmente, debo remarcar la importancia que tiene, para psicólogos, psiquiatras, estudiantes e investigadores, este modo distinto de ver la enfermedad mental que nos presenta Javier Mendoza porque lo sitúa como precursor en Bolivia de las nuevas corrientes post psiquiátricas que están avanzando con mucha energía en el mundo.

    Sucre, mayo de 2025.

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    3 En el año 1973 la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), en un congreso, por votación eliminó la homosexualidad de la lista de trastornos mentales en el DSM2, evidenciando que no era una enfermedad, sino una “ilusión ideológica” fabricada socialmente en un momento de la historia que cambia cuando las condiciones sociales cambian.

    4 Hace un par de años, los profesionales que trabajamos en el ámbito gerontológico hicimos una movilización mundial para que se eliminara de la versión preliminar del DSM6 a la “vejez” como enfermedad pues así figuraba en esta versión. No sé si se consiguió esto, pues la resistencia al envejecimiento es algo que produce ingentes ganancias a las empresas farmacéuticas 

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