UNA TELARAÑA O MANDALA LLAMADA MICAELA
Si un libro te acerca nuevamente a otros libros que habías olvidado en tu biblioteca tal como lo hace este último libro de Micaela Mendoza Hagglund, te muestra su poderoso efecto de principio.
Si un libro te acerca nuevamente a otros libros que habías olvidado en tu biblioteca tal como lo hace este último libro de Micaela Mendoza Hagglund, te muestra su poderoso efecto de principio. Y más si esos libros son viejos y empolvados de la mitología griega, que te habían apasionado y forjado tu espíritu en la universidad. Y de pronto se abre una puerta dimensional por dónde te dejas caer como Alicia…
Al final el laberinto es un mandala, un tejido finísimo y aparentemente débil como un telaraña, parece musitar la barda en su poemario Labyrinthos, que obtuvo el laurel del Quincuagésimo Primer Concurso Municipal de Literatura “Franz Tamayo”.
Ahí, la imagen o figura de uno (representación mental de lo que sentimos en vibración) se desvanece. O es lenguaje, sílaba o nada.
Esta funciona como un lenguaje para atrapar palabras o hasta menos que ellas —solo sílabas “que no existen”.
El mito de Ariadna es tan aprehensivo y tan similar a la mitología de escribir, caro a las reflexiones de Roland Barthes. Esta es una actividad maravillosa, tan maravillosa, pero “mediada” por una máquina de tejer, coser y escribir (¿hemos perdido nuestra sensibilidad arácnida innata?).
Esta telaraña cumple un papel dimensional y caza más que refractar la imagen distorsionada (hecha pedazos o trizas) de quién se logra sentir y no ver en ella. Y Micaela se siente desprotegida en ella, tanto que ya no atina a vivir… Se la pasa el tiempo cosiendo trapos y hace como si olvidara su gran telar.
Este mandala da la sensación de ser una puerta dimensional como el espejo de Alicia. Atravesarla y caer en su refugio es una gran tentación y un terrible fatum.
Como este mandala es un dédalo de múltiples entradas también es dable pensar que tiene similares formas de salida.
La lógica de causa y efecto: a un plan de ingreso siempre hay otro plan de salida, se plantea la autora, aunque intuye que es un misterio mayor dejarse ir, y quedarse ahí en perpetuo devenir.
La actividad de coser (costura) es tan idéntica a la actividad de sanar las energías corporales a través de la acupuntura. He ahí una de las claves de este libros para seguir sobreviviendo a pesar de tantas telas rotas o descosidas a nuestro alrededor. Es que la vida es un fluido que hay que saber atesorar, salvaguardar y entregar intacto “sin remiendos”.
Micaela tiene la presteza de haber creado un mandala o una puerta dimensional que tiene la forma de una telaraña adonde hemos caído embebidos para columbrar cómo se agita el universo en pos de regalarnos algunas sílabas que surcan nuestros cielos e iluminan nuestras efímeras presencias en este precario y majestuoso refugio.
Costura y/o acupuntura
Punto a punto
algo se (des)borda
en la página vacía
del encierro
se yuxtaponen
los retazos que ahora somos
nos -en-sar-ta-mos-
remendamos los crisoles caídos
y del centro de la almohadilla de agujas
(que pensamos desaparecida)
se desprende una letra salvaje
que no aguanta
ser rehén del desuso
Señora minoica
Quisiera ella que no existan enredaderas
pero todas se han distendido sobre la cabeza
nicho mental
como un avispero repleto de mortajas
¿estoy atrapándome? – piensa
Quisiera ella habilitar algún nido
más allá de estas cuerdas
un textil que se sostenga
a través de las ataduras
¿existirá mi cuerpo cuando las suturas caigan? – imagina
Diseñó entonces un laberinto
aquel de única entrada y única salida
aquel que por enmienda
puede llamarse refugio