Escenas de un regreso imprevisto, de Guillermo Ruiz Plaza
Publicamos el prólogo, además de los textos críticos que acompañan a esta edición, del último libro del autor boliviano, Guillermo Ruiz Plaza, radicado en Francia, y que se presentará el 10 de agosto en el marco de la Feria Internacional del Libro de La Paz
Guillermo Ruiz Plaza es un escritor en pleno uso de sus facultades discursivas. Escenas de un regreso imprevisto, su tercer libro de poesía (ha publicado, además, tres novelas, cuatro libros de cuentos y una monografía crítica), es no solo la confirmación de ello, sino una obra plena en la que su voz, bien perfilada a lo largo de su ya significativa trayectoria, se deja escuchar con claridad, alcanzando momentos de certera enunciación poética. Lo afirmo como un lector entusiasmado desde su primer libro de poemas (Prosas sacras, 2009), donde ya se podía reconocer el talante que lo distinguió rápidamente como un escritor al que había que leer con interés y atención.
Escenas de un regreso imprevisto es un libro relativamente extenso. Estructurado en nueve partes, abarca una amplia gama de temas e intereses que el poeta brinda al lector como quien muestra las cartas antes del juego. De hecho, la primera parte, denominada “Aquí me tienes”, es una presentación, más que formal, orientada hacia ciertos ejes significativos en su universo creativo-vivencial: la escritura, los libros y el tránsito por la vida. Todo ello gira en torno a la poesía: la incesante búsqueda de un centro de imantación que guíe su caminar, el cual lo ha llevado a un espacio que, a la postre, se revela enigmático o de signo ambiguo. Es en ese espacio donde la poesía de Guillermo hunde sus raíces.
Los poemas de este libro transcurren como la voz de un viajante que visita, nombra y resignifica lo que encuentra a su paso. Escritura que, como una brújula de destellos, traza una geografía íntima donde transcurre la vida, entrelazando direcciones que son líneas de fuga y manifestación constante de lo dicho frente al silencio, que también expresa lo suyo.
Mujeres, poetas y un pedido de tiempo anudan los días de la existencia y otorgan singularidad y coherencia al oficio de vivir. Una territorialidad registrada en sus múltiples flancos perfila la mirada del poeta y sus avatares. Hay un camino, varios caminos, y pasos para recorrerlos.
Es una peregrinación que lleva consigo el peso de los años y las experiencias pasadas. Después de atravesar la guerra —como un espectador conmovido que no teme nombrar los siniestros destellos ni eludir la pestilencia de pólvora y carroña—, el recorrido culmina en una suerte de redención. Desde allí, el poeta eleva odas que lo reconectan con los vínculos que ha cultivado a lo largo de su vida, con una actitud militante, a veces crítica, no exenta de fascinación. Se trata de un retorno al ámbito de la enunciación primigenia que, tras el camino hecho, muestra los trofeos y las cicatrices obtenidos en un devenir consciente de la persistencia del misterio.
Hay mucho que ver en Escenas de un regreso imprevisto, y esas visiones son indelebles.
Dos poemas de Guillermo Ruiz Plaza
Liquidación de libros
Como agua sucia de lluvias pasadas,
estos libros se escurren
lentamente, sin remedio,
por la negra alcantarilla del tiempo.
Crece el vértigo de su número
al abrirlos y construir ciudades,
brumosos imperios,
en la lumbre tenue de la imaginación.
Recorrer los nombres de los autores
—petrificados, distantes—
es tocar al paso lápidas oscuras
cubiertas de musgo y maleza.
De pronto me asalta
el temor profético de hallarme aquí,
en un libro abierto al azar:
publicado en su época
con bombos y platillos y brindis
solemnes en honor del poeta.
Amigo del futuro,
antes de restituir este volumen
al desorden imparable del olvido,
acaricia esta página,
aspira —más fugaz que la tinta—
el remoto aliento instantáneo
que me resucita.
Quizás entonces
sientas como yo este goce extraño:
la fraternidad
frente al abismo.
Entrar al olvido
Entra al olvido como a tu propia casa.
J. M. Roca
Entrar al olvido como en un sótano fresco,
un ámbito húmedo y gótico
donde dormir la ira
y los susurros obsesivos de los sueños.
Entrar al olvido como quien regresa
de un largo viaje,
el cuerpo cargado de imágenes
y de una música que hicimos nuestra
paso a paso, en la ceguera del día.
Entrar al olvido como quien se hunde
en el agua bautismal de la infancia,
como quien se desnuda
de sí mismo en la luz soñolienta
y viste las galas espléndidas
de una página en blanco.
Entrar al olvido
como quien se recoge al alba
y pasa los dedos —leves, sin rastro—
por las ventanas recién iluminadas.
El viento, eso seremos
cuando nos lleve el viento,
solo el viento
que vuelve a casa.
La poesía como acto de fe
Sophie Ricard
En un mundo acelerado, hipertecnologizado y saturado de imágenes, Escenas de un regreso imprevisto, el nuevo libro de Guillermo Ruiz Plaza, es una invitación radical a detenerse. A mirar con atención. A sentir. A volver a lo esencial.
Dividido en nueve partes, el libro traza un recorrido vital que va del asombro a la melancolía, de la contemplación al amor, de la guerra a la ternura. Y lo hace con una voz íntima, lúcida, profundamente humana.
Ruiz Plaza no escribe desde la euforia, sino desde una mirada reflexiva que observa y reinterpreta la realidad con la intensidad de quien ha aprendido a mirar. Cada poema es un refugio levantado con palabras que vibran, iluminan y se abren al lector como una tienda en medio del desierto: lugar de paso y de permanencia, de memoria y de visión.
Más allá de la gran variedad de temas, espacios y tiempos, todos los poemas comparten una pulsión común: la necesidad de nombrar y encontrar sentido. Como si cada texto fuera una chispa de luz arrancada al caos.
En estas páginas, la poesía no es adorno, sino un modo de estar en el mundo. Es resistencia y celebración. Es lo que queda cuando todo lo demás se ha desvanecido.
Escenas de un regreso imprevisto es un libro para quien busca belleza, sí, pero también verdad. Para quien necesita palabras que lo acompañen, que lo desafíen, que le devuelvan el asombro. Leerlo es, en sí, un acto de regreso. Un regreso a uno mismo. Y de ese viaje, se vuelve distinto. Más despierto. Más vivo.
Acerca de Escenas de un regreso imprevisto
Norah Zapata-Prill
Conocí a Guillermo Ruiz Plaza en Albi, antigua ciudad del Mediodía francés, en el otoño de 2015, gracias a otra poeta boliviana, Vilma Tapia Anaya. Ya había leído Prosas sacras (2009), su primer libro, y lo imaginaba de mayor edad. Su timidez y su aire juvenil contrastaban con la madurez de su poesía. Hablamos largamente sobre Camus, ese escritor argelino y filósofo humanista que a ambos nos fascina. Desde entonces, mantenemos una estrecha relación literaria, y mi admiración no ha hecho sino crecer.
Hoy, frente a Escenas de un regreso imprevisto, me descubro sin palabras para hacerle justicia. Solo puedo decir que este libro me poseyó y me hizo vivir una experiencia de alteridad. De poema en poema, sin límites, deambulé entre sus imágenes y la diversidad de temas que aborda; me sentí lectora y autora a la vez.
Una búsqueda incesante, sin brújula: así es Guillermo, y así es su escritura. “Por un poco de luz”, “yo vengo de la poesía y sé del secreto imán de los barrancos”, “conocí a un viejo poeta laureado que se quedó casi ciego y aun así siguió escribiendo”. ¿Soy yo ese poeta, Guillermo? ¿Somos todos, acaso, esa “lúcida ceguera”?
“Yo vengo de la poesía”, repite su voz, como una letanía, en los versículos que abren estas Escenas. Yo diría que Guillermo está en todo lo que escribe, está ahí de verdad: él es ese mundo sombrío e intensamente luminoso.
Guillermo Ruiz Plaza no es solo un poeta más en la poesía boliviana contemporánea. Es el poeta.