Rescate doloroso de cuerpos e historias de sobrevivientes

Tras conocerse la tragedia la noche del lunes, decenas de voluntarios se movilizaron para socorrer a las víctimas

ACCIÓN. El rescate de los heridos y de los cuerpos movilizó a voluntarios de la zona y a efectivos de la Policía... ACCIÓN. El rescate de los heridos y de los cuerpos movilizó a voluntarios de la zona y a efectivos de la Policía...

El Deber
Seguridad / 30/11/2016 06:43

A pocos minutos de que el avión boliviana Lamia se estrellara contra una de las montañas de Cerro Gordo (Colombia), por redes sociales se empezaron a buscar voluntarios que tuvieran camionetas para servir de apoyo en las labores de rescate.

Sin dudarlo, Santiago Campuzano y cinco amigos más se montaron en una camioneta Mazda y, desde el casco urbano de La Unión, fueron de los primeros en llegar al lugar de la tragedia.

“Sólo sabíamos que se había estrellado un avión con 77 personas. Nos imaginamos lo peor”, confiesa.

Tenían la voluntad, el ímpetu y las ganas de ayudar. Pero solo eso estaba de su lado, ya que el terreno fangoso y estrecho dificultaba su movimiento y las negras montañas se fundían con el cielo. Por un momento pensó que no llegaría.

“Cuando llegamos sacaron el primer herido y fuimos nosotros quienes lo transportamos de bajada”. Era Alan Ruschel, jugador del equipo de fútbol brasilero Chapecoense. “Mi familia… mis amigos… ¿dónde están?”, balbuceaba en voz baja según cuenta Campuzano, al periodista David Alejandro Mercado, enviado especial de El Tiempo a Antioquia.

Mientras el voluntario sorteaba la difícil carretera, un paramédico hacía lo propio para mantener estable al futbolista que seguía preguntando por los suyos.

Una vez que dejaron a Alan en el punto de encuentro, a un kilómetro del estadero de Don Quijote, no hubo tiempo para más. Solo desearle suerte y volver a sumirse en la oscuridad a buscar más heridos.

El sol había salido, pero el paso se les había cerrado. Ya nadie podía subir hasta que la Policía Judicial hiciera el levantamiento de los cadáveres. Aquello no los amilanó. Los seis amigos permanecieron en el Puesto de Mando Unificado a la espera de que les dieran permiso de volver a subir. De seguir ayudando. De salvar otra vida.

A pocos metros de Campuzano se encuentra Wilfer. Su traje es azul, o debería serlo. El lodo y el pantano se han ceñido sobre la tela y la piel. Tiene la mirada perdida en el horizonte y tarda varios segundos en contar lo que vio.

“He sido bombero por 16 años y créame que es mucho lo que he visto y vivenciado en este oficio. Pero esto es lo peor que he visto en mi vida”, confiesa mientras se limpia un pedazo de hierba de la tez blanca y deja llenar sus ojos de lágrimas que no caen. Junto con el cuerpo de bomberos del Oriente, fue uno de los primeros en llegar a la zona. Sólo recuerda la oscuridad que se ceñía sobre ellos en los más de 40 minutos de trayecto en auto y la media hora que tuvieron que caminar para llegar al sitio de la tragedia.

Cada paso lo hundía sobre la hierba húmeda y el fango le llegaba hasta los muslos. Así estuvo un largo tiempo y cuando pensó que lo peor había pasado, llegó al lugar del accidente.

“Usted no sabe la magnitud de lo que era eso. Ver ese avión destruido y los cuerpos tirados… tantos cuerpos tirados”, rememora Wilfer mientras se entrelaza los dedos, como si quisiera calmarse.

La aeronave estaba completamente destruida por lo poco que pudo ver. Confiesa que llegó un punto en que no sabía si buscaba en la trompa o en la cola del avión, pues todo era oscuridad y muerte.

A diferencia del voluntario, él sí tenía la esperanza de hallar a alguien con vida, pero solo halló muerte. “Cada cuerpo al que me acercaba, cada cuerpo que revisaba estaba sin vida”, dice.

Fue una contradicción para él, pues le habían dicho que había muchos sobrevivientes. Al final, tras hacer labores de búsqueda toda la noche sólo hallaron seis con vida, pero ninguno lo encontró él.

De allí su mirada perdida cuando el sol le dio la cara. Aquella imagen no se le borrará de su mente. Es la primera vez que La Unión experimenta una tragedia de tal magnitud. Una que nadie vio, que nadie escuchó, pero que todos recordarán.

Más de 20 periodistas mueren

El periodismo también está de luto. La tragedia aérea ocurrida en Colombia terminó con la vida de 19 jugadores del equipo de fútbol brasileño Chapecoense, 24 acompañantes y personal técnico, 21 periodistas deportivos y siete tripulantes, según informó Aeronáutica Civil de Colombia.

Los periodistas, en su mayoría pertenecían a los canales Fox, TV Globo, y a varias cadenas de radio y televisión de ese país, iban a cubrir la final de la Copa Suramericana que el Chapecoense tenía previsto disputar mañana, miércoles, con Atlético Nacional en Medellín.

Según informaciones de las autoridades colombianas, Rafael Henzel, reportero de Radio Oeste, figura entre los supervivientes del siniestro.

De manera indirecta, el accidente también golpeó al periodismo boliviano, ya que murió la hija del conocido comunicador Jorge Arias, con quien el gremio se solidarizó.

Los bolivianos Ximena Suárez y Erwin Tumiri  sobreviven a la tragedia 

Ximena Suárez Otterburg (27 años) y Erwin Tumiri son dos de los seis sobrevivientes del accidente aéreo en el que murieron 71 personas cerca de Medellín (Colombia) y que viajaban en un vuelo de la empresa Lamia.

Suárez, que viajaba como azafata de la aeronave, sufrió múltiples fracturas en las piernas, los brazos y el cuello pero está fuera de peligro en la Clínica Somer de Antioquía, cerca del aeropuerto, según informó su primo hermano Hugo Eduardo Antelo desde México, en contacto telefónico con El Deber.

La madre de la sobreviviente, Sara Otterburg viajó a Medellín para encontrarse con hija quien en la tarde saldrá de terapia intensiva.

La boliviana formaba parte de la tripulación de la aeronave que transportaba al equipo brasileño de fútbol Chapecoense.

En cuanto a Erwin Tumiri, quien se desempeñaba como técnico, el parte médico indica que sufrió golpes y cortes en el cuerpo pero nada que comprometa su vida.

“SEGUÍ LOS PROTOCOLOS”

“Sobreviví porque seguí los protocolos de seguridad”, relató Tumiri.

“Ante la situación, muchos se levantaron de los asientos y comenzaron a gritar. Puse las maletas entre mis piernas para formar la posición fetal que se recomienda en los accidentes”, prosiguió Tumiri que cumplía las labores de comisario de abordaje del avión de Lamia CP-2933.

Hizo las declaraciones mientras era trasladado al centro hospitalario donde ahora se recupera y sus palabras fueron difundidas por radio Caracol de Colombia.

Erwin, además de trabajar en la aerolínea tocaba en un grupo musical.

Dentro de la lista de supervivientes figuran los futbolistas brasileños Jackson Follman, Alan Ruschel y Marcos Danilo Padilha y el periodista brasileño Rafael Henzel, quienes fueron trasladados a hospitales y clínicas de la región en donde ocurrió el accidente. Eran 77 personas las que viajaban en la aeronave siniestrada.

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