Miles se reúnen en torno los k'anchakus en Sucre
Las mesas reflejaron las costumbres y tradiciones de varias regiones
Alrededor de las 10:00 las familias de Sucre, se dieron cita en las distintas iglesias de la Capital para participar de las eucaristías en homenaje a los espíritus de sus seres queridos; al mediodía despidieron a los difuntos y posteriormente se reunieron en los k’anchakus, actividad que se vivió de manera particular en cada familia.
CORREO DEL SUR visitó algunas viviendas donde se armaron las tradicionales mesas o tumbas, e identificó que en cada una prevalecían peculiaridades que respondían a la región de donde provienen las familias.
Nicolasa Dulón contó que para armar la mesa en homenaje a su fallecido padre, Valentín Dulón, la familia se organizó con al menos 20 días de anticipación para adquirir los ingredientes para las masitas y t’antawawas, y preparar las bebidas y cocteles de frutas, como el cóctel de kinoto, preparado con miel, canela y singani.
En promedio, quienes organizan un k’anchaku se alistan para recibir entre 300, 400 e incluso hasta 1.000 personas. Las familias aseguran que la inversión no importa, “porque todo es por el amor y respeto al difunto, que llega por un día a visitarlos”.
En su recorrido este diario, observó que cada familia hizo prevalecer las características de su región de origen.
La familia Barrientos que tiene su domicilio en la avenida Hernando Siles, entre Destacamento 111 y Pilinco, armó una tumba para la difunta María Chumacero Mattos.
Sus hijos recuperaron el empleo tradicional de los utensilios de barro para convidar el mondongo, y las bebidas tradicionales como la chicha entremezclada con la panala rosada, y los cocteles, elaborados en base a singani y canela.
Explicaron que el objetivo es rescatar las costumbres y que con ese mismo fin, hoy sábado en un entorno más familiar. realizarán el desarmado de la mesa, como solía hacerse décadas atrás.
LA MESA DE 11 DE ZUDAÑEZ
La familia Vedia siguió las tradiciones del municipio de Zudañez, colocando además de la tumba tradicional una larga mesa con una fila de 11 pares de bandejas llenas de masitas, en honor a Roberto Vedia, fallecido a finales del año pasado.
Carmen Zuñiga Duran viuda de Vedia explicó que se colocan rosquetes, maicillos, diáfanos, rollos, palitos de queso, biscochos, pan dulce, hojarascas, alfajores, empanadas entre algunas de las masitas que van coronadas con banderas de colores pastel y adornos de pavos para ayudar al alma a elevarse al cielo. “Estas son las costumbres de mi pueblo Zudañez”, manifestó, al aclarar que la mesa puede incluso ser de 12 o 14 pares de canastos.
RAVELO Y SUS COSTUMBRES
Juan León, ex trabajador del periódico CORREO DEL SUR, falleció este año. El provenía de Ravelo, y su entorno armó una mesa en su honor. Emplearon la piña y la zanahoria como vasos para invitar la chicha. Y antes del desarmado del altar, todos los dolientes "se perdonaron del almita", en un ritual que implicó quemar incienso frente a la mesa.
“Esto es para que el alma se vaya tranquila y ayude a la familia”, explicó Victoria Berrios, paisana de Ravelo.
Agregó que también queman lo que queda en la mesa, y que al retornar de ese ritual, la familia doliente se cambia la ropa de luto, por algo más colorido, lo que significa recibir salud, y que en algunos casos algunos contratan bandas musicales y se procede a bailar.
Sucre vivió una jornada de feriado en medio de tradiciones y costumbres que incluyeron la degustación del tradicional plato del mondongo y una serie de bebidas. Aunque no hubo un reporte de accidentes o hechos policiales de importancia, se advirtió una gran cantidad de ebrios en las calles.
La tradición en la Capital
Desatar la tumba en la Capital tiene su peculiaridad y es algo que varias familias aún buscan conservar.
Para el desarmado de la mesa se deben nombrar a los padrinos. Ahí también tiene lugar el ritual de fertilidad y reciprocidad donde las mujeres que se hacen cargo de las t’antawawas, hacer bautizar a las “wawitas” por un hombre que oficia de cura. La investigadora Lita Collazos explicó que esas wawitas representan a los angelitos que fallecieron sin ser bautizados.
Después de repartir las masitas de la mesa, se hace un bulto con lo que no se puede invitar como las flores, las comidas y las telas lo que después es cargado por un hombre vestido de mujer, quien acompañado por los familiares y parientes se dirigen a un lugar alejado de la ciudad, para abandonar los restos de la mesa “para que no vuelva pronto la muerte”, dice Collazos y agrega que en el trayecto solían ir acompañados de música. A esto es lo que se denomina k’acharpaya, explicó.