¿Cómo llegó a Bolivia un sacerdote condenado por abusar de una niña?

Luis Tó González fue sentenciado en España y fue enviado al país a los dos meses de recibir la pena que no lo obligaba a ingresar a prisión

Una imagen del templo de la Compañía de Jesús. FOTO: Internet Una imagen del templo de la Compañía de Jesús. FOTO: Internet

Agencias
Sociedad / 11/12/2018 10:40

El sacerdote jesuita Luis Tó González, condenado a la cárcel por abusar de una niña de ocho años de edad en España, en la década de los noventa, fue destinado a Bolivia donde vivió hasta su muerte en abril de 2017.

Al recibir una pena menor a dos años de prisión y no tener antecedentes registrados, el sacerdote no ingresó a prisión, pero a los dos meses de su sentencia fue enviado en una misión a Bolivia.

Luis Tó era profesor del colegio San Ignacio de Barcelona y fue en 1992 que recibió una condena por abusar de una niña cuando él tenía 57 años de edad. Al igual que él, el padre agustino recoleto José Luis Untoria Mahave, sentenciado por el abuso de diez alumnos de un internado del colegio Santo Tomás de Villanueva de Salamanca, fue enviado a Perú.

Según los jesuitas, la razón para que Luis Tó sea enviado a Bolivia es porque “se veía conveniente alejarle de Barcelona”, detalla una nota publicada ayer por el diario español El País.

Respecto a Untoria, los agustinos recoletos dicen que al enviarlo a Perú “de esta manera, se le ocupó en tareas donde estuviera alejado del trato con menores”.

Para ninguno de los sacerdotes abusadores las órdenes religiosas abrieron un proceso canónico ni tomaron mayores medidas disciplinarias, salvo la prohibición de llevar a cabo actividad docente.

De acuerdo con la información que presenta el mencionado medio español que investigó la historia de 18 religiosos denunciados por abusos que fueron trasladados a América Latina y África, Luis Tó recibió “tratamiento psiquiátrico” en Bolivia, desde 1994 y que sus superiores conocían su situación.

Tó vivió siempre en Bolivia, mientras que Untoria regresó a España en 2009 y fue destinado al monasterio de San Millán de la Cogolla, en La Rioja. Ambos fallecieron el año pasado. “La única razón para trasladarlo, entiendo, fue que se rehabilitara, sabiendo que había que tener cuidado y vigilarlo”, explica Daniel Ayala, el actual provincial de los agustinos recoletos.

Tó llegó al país con la prohibición de tener actividad pastoral o docente con menores; sin embargo, cuando falleció, la curia boliviana informó que el abusador colaboró toda su vida en el Centro de Multiservicios Educativos de los jesuitas y en las escuelas populares de Fe y Alegría.

En España afirman que, a falta de posteriores comprobaciones que la orden está realizando en Bolivia, su vinculación con esos centros no fue en el área docente, sino administrativa.

Cuando se conoció el caso en contra de Luis Tó en España, el colegio donde trabajaba salió en su defensa. “La dirección y la asociación de padres apoyaron sin fisuras al sacerdote agresor y exigieron guardar silencio sobre el caso”, escribió Pepe Rodríguez, coordinador de la facultad de Periodismo de la Universidad Autónoma de Barcelona, en su libro Pederastia en la Iglesia católica, publicado en 2002. Relata que cuando el cura se fue a Bolivia tras la condena fue despedido con un homenaje y todavía era descrito de forma elogiosa tres años más tarde en un libro conmemorativo del centro. Rodríguez asegura que Tó había sido objeto ya de varias acusaciones en el colegio durante las dos décadas anteriores, que fueron desoídas.

Los jesuitas, la orden a la que pertenece el Papa, hacen autocrítica: “Hemos constatado que no se le abrió un proceso canónico, y claramente entendemos que esto estuvo mal hecho. En aquel momento el derecho canónico hubiera exigido iniciarlo (…), pero entonces no se valoró bien la gravedad de los hechos (…) Revisando este caso, ante las preguntas planteadas, somos conscientes de que, como ha ocurrido en otros lugares e instituciones de la Iglesia, la actuación ante casos de abusos no ha estado a la altura, sobre todo pensando en la atención a las víctimas, y en la falta de respuestas más contundentes ante hechos que provocan tanto sufrimiento, y por eso pedimos perdón”, indica la nota de El País.

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