Pasé por el covid: mi testimonio
Dos comunicadores, Gabriel Navia y Vania Borja, cuentan en primera persona su experiencia con el coronavirus
“Sentí el aroma del virus dentro de mí”
Gabriel Navia Quiroga
Por mi profesión, siempre he trabajado más que otras personas de otros oficios y sobre todo en situaciones especiales, días festivos, convulsiones, etc. Cuando uno es comunicador está acostumbrado a no tener feriados ni fines de semana, a salir cuando todos entran, a entrar cuando todos salen, a enfrentar cuando todos huyen. Después de 23 años de tener ese ritmo me tocó seguir la misma conducta, pero ahora en medio de una pandemia.
En ese contexto no dejó de ser emocionante salir a tomar imágenes y cubrir eventos, asistir a reuniones y todo en un entorno sombrío, solitario y gris donde yo era el único en las calles y veía frente a mí escenas muy parecidas a las de la película “Soy Leyenda”. Pasaron los meses y comenzaba a creer que era inmune (como en la película); mientras veía en las noticias que muchos enfermaban y morían, yo seguía trabajando todos los días 12 o 14 horas en las calles, en reuniones y haciendo viajes.
No sé exactamente dónde me contagié, pero es fácil suponer por qué. Pasó a mediados de julio, cuando acababa de entregarme a un nuevo proyecto laboral con muy buenas perspectivas, pero mi entusiasmo se desvaneció a la semana. Fue una noche que me levanté con ligeras molestias parecidas al resfrío y lo primero que hice fue ir a oler vinagre. Eran las cuatro de la mañana, volví a la cama y a las seis escribí un mensaje a mi jefe: “Estoy con síntomas”.
En medio de los encierros y festejos julianos, mi esposa y yo buscamos ayuda de un médico y tomamos medidas para que permanezca en aislamiento. Mis hijos no supieron cómo reaccionar; son pequeños pero absorben mucha información y se dieron cuenta de todo. Comencé a tener fiebre, dolor en la espalda (supongo que eran los pulmones), mareos y debilidad general. Debía estar en reposo.
Encontramos ayuda en una profesional médica que actualmente está en Argentina, una pariente. Decidimos no ir a un centro médico porque era evidente que solo perderíamos el tiempo, pese a tener el seguro de la Caja nacional y un seguro privado. No era una suposición, lo mío es la información: no me iban a atender. La doctorita lo hizo muy pero muy bien, con poca experiencia (como muchos con esta enfermedad) supo qué hacer y mi esposa y yo, obedientes con todas sus instrucciones. Cada dos horas debíamos enviar una breve descripción de mis síntomas, estado de ánimo y los datos que el oxímetro y el termómetro nos daban. Aparatitos indispensables para un teletratamiento como el mío.
El día más crítico mi esposa tuvo que inyectarme, algo que nunca había hecho. Los posteriores días fuimos a la clínica más cercana para que me inyecten varios medicamentos. Tuvimos que recurrir a nuestros contactos para que me hagan una tomografía y, después de pagar Bs 1.500, pudimos ver a los famosos “infiltrados”. Ese covid bien instalado en uno de mis pulmones. Con esa información, el tratamiento fue mucho más certero y después de diez días de lucha con la fiebre y el malestar general, comencé a sentirme mejor.
(…) Contagié a mi esposa y a mis dos hijos. Los pequeños la sacaron barata: solo tuvieron fiebre un par de días y un poco de diarrea. Mi esposa sufrió un poco más: ella decidió tomar el dióxido de cloro y en una semana estaba casi completamente recuperada. Ese dióxido sí funciona, pero debe ser un producto garantizado y con la adecuada supervisión médica; lo aconsejo. Mi esposa solo tomó eso y un solo ibuprofeno, nada más.
Como jefe de familia, yo creo que pasó por mi mente lo que a muchos: “existe la seria posibilidad de morir. Así que di algunas instrucciones a mi esposa ante esa eventualidad. Es interesante tener que afrontar la muerte, eso inevitable de lo que nadie quiere hablar. Del tema del cual hay un autoconvencimiento colectivo para fingir que debemos vivir como si fuéramos inmortales. Mi posible muerte no duele tanto como el dolor que uno siente por contagiar con esta enfermedad a tus seres queridos, a los niños y lo que podrían pasar. A la posibilidad de no tener los recursos para hacer lo que fuera necesario. A dejarlos sin padres. Esa angustia no ayuda.
Estar encerrado en una habitación fue duro; el encierro te afecta emocional y sicológicamente pese a que estás distraído con el internet, con el cable, las noticias, Netflix y otros. Cuando estuve con fiebre dormía casi todo el día, pero cuando comencé a recuperarme el espacio que se me asignó comenzó a ahogarme. Caminaba y apenas podía dar tres pasos, miraba por la ventana y comencé a valorar el hermoso molle y sus alados habitantes con sus dulces sonidos. Me angustiaba no poder abrazar a mi esposa e hijos.
Cuando empecé a recuperarme sentí el aroma del virus dentro de mí, era como un dejo amargo y oxidado que sentía salir de mi interior. Desagradable sensación que se percibe como una combinación de aroma con sabor. Con sabor a muerte y a odio, eso es lo que sentí.
Después de pasar por esta experiencia lo que puedo concluir es lo siguiente:
• No hay que dejar pasar el tiempo. Es crucial atacar la enfermedad al principio, para eso hay que estar atentos y actuar.
• Hay que ser fuerte. Si no estás fuerte, esto te mata.
• El dióxido de cloro sí funciona. Lo comprobé con mi esposa.
• Vive cada día como si fuera el último y entrega tu corazón al Señor.
“El dolor de espalda es increíble. No todos presentan fiebre”
Vania K. Borja Calvo
Hace dos semanas que estoy aislada porque he dado positivo a coronavirus y lamentablemente la carga viral ha sido muy fuerte en mi caso, el dolor realmente no lo puedo explicar: muscular, de cabeza, el malestar… los síntomas han sido muy fuertes.
Hoy quiero hablarles de estos síntomas, de algunos detalles que tal vez no los conocemos y que es bueno saberlos para poder estar alertas e identificar si tenemos o no coronavirus, ya que ahora es muy complicado con el tema de las pruebas; es muy difícil acceder a una prueba, me ha tocado, lo he vivido…
Hay un síntoma en específico, del cual he consultado a otras personas que sí han tenido síntomas. Tienen que estar alertas al dolor de espalda en la parte baja, es un dolor intenso que al principio no es muy fuerte, (pero) van pasando los días y ni siquiera le deja a uno dormir. Cuando estás mucho tiempo parado o echado, no puedes moverte porque es un dolor increíble que uno no puede resistir. Ese es un síntoma y una señal de alerta. Ojo, yo pensaba que ese dolor era porque estaba mucho tiempo sentada en la computadora o había dormido mal o porque estaba mucho tiempo echada, pero no, ese dolor es muy particular (…)
Es un dolor que deberían tomarlo en cuenta. Los médicos nos dicen: sí, te va a doler tu cuerpo, pero no te dicen específicamente dónde.
Hay otra cosa muy importante: si bien conocemos que hay determinados síntomas que te anticipan que tienes esta enfermedad, no se confíen en muchos de ellos porque te dicen que te tiene que dar fiebre, dolor en la garganta o que presentes problemas en la garganta. En mi caso, yo no he tenido fiebre ni problemas en la garganta en los primeros días. No todos los pacientes de coronavirus presentan fiebre, así que no esperen tener este síntoma para decir: “sí, puede ser que tenga coronavirus”. Puede ser que no presenten y salgan a las calles, contagien a sus familiares, a sus compañeros de trabajo…
Otra cosa en la que no deben confiar, por experiencia propia, es en las pruebas rápidas, porque estas les pueden dar un “falso negativo”, como en mi caso. Y sí tienes que esperar un determinado tiempo desde que has estado en contacto con una persona que ha dado positivo para que esta prueba sí dé un resultado positivo real, o un negativo real; entonces, tengan mucho cuidado con ello por favor.
Estén siempre pendientes de otros síntomas que puedan tener. Es como un resfrío fuerte, pero que tiene otras características porque tienes dolores específicos en el cuerpo (…).
Es importante que mantengan la calma, que no se alarmen, no se asusten por esto. A veces por estar en esa ansiedad y tener esa crisis, puedes tener problemas hasta respiratorios, y es lo que a mí me ha pasado. No lleguen a ello por favor, cuídense mucho, protejan a sus familiares, protéjanse ustedes que es muy dura esta enfermedad; les digo por experiencia, es muy complicado.