Reportaje: De pantallas a cartilla, la nueva realidad de la educación en Bolivia
Tras la clausura del año escolar, la realidad del proceso educativo virtual se cuenta en primera persona, entre megabytes, tarjetas y el dinero que no alcanza, pero con la crisis por la pandemia
Entre cuatro máquinas de coser amontonadas, ropa deportiva embalada y telas multicolores, Camila juega, duerme, come y hace sus tareas.
En Sucre, la familia Ilafaya-Torres tiene dos hijas: ella de 10 años de edad y Daysi, de 5. La mayor cursa el cuarto año de primaria, en realidad, ya pasó a quinto, y la pequeña se familiariza con nociones básicas del kínder; eso sí, ambas, como cientos de miles de estudiantes en todo el país, en ciudades grandes e intermedias, y en el área dispersa o rural, pasan clases en aulas virtuales, donde no hay más pizarra que la pantalla, ni otra tiza o marcador que no sean clicks de mouse o tocar el celular.
La repentina cuarentena por el covid-19 puso en alerta al país y las autoridades de gobierno tomaron medidas para evitar su propagación masiva. Después del 12 de marzo vinieron semanas confusas y llenas de incertidumbre sobre el devenir de varios temas en la agenda pública, la educación entre ellos. Las clases presenciales eran suspendidas.
Entrado el mes de junio, comenzaron las clases virtuales y a distancia, en medio del desconcierto y sorpresa de profesores, padres, madres y estudiantes que, sin saberlo ni haberse preparado para semejante salto, tuvieron que aceptar la nueva forma del proceso de enseñanza-aprendizaje.
Después de semanas de intentos, poco a poco, los actores del sistema educativo se fueron adaptando a la ‘nueva normalidad’, asimilándola sobre la marcha. Y en agosto se dictó la clausura de la gestión escolar con la promoción al curso inmediato superior de todos los estudiantes y con la continuación voluntaria de clases virtuales, o teleeducación.
Dos meses después de la clausura del año escolar en todo el país, el panorama de la educación es variado y presenta escenarios diversos que generan dudas y abren una serie de interrogantes sin respuesta, sobre todo entre alumnos, maestros y padres de familia.
¿Cuál es el estado actual de la educación virtual?
El Sistema de Información Educativa del Ministerio de Educación tiene un registro de 2.926.598 de estudiantes matriculados en todo el país para este 2020. El reporte de esa oficina establece que una buena parte de las clases virtuales (en línea) se aplica en el área urbana del país, lo contrario a lo que pasa en el campo, por la falta de conexión a internet.
Una encuesta realizada por U-Report para la Unicef Bolivia reveló que cuatro de cada 10 estudiantes en el país no ingresaban a las clases virtuales al no contar con herramientas tecnológicas y debido a que la “inversión económica es difícil”.
Tras la clausura dictada por las autoridades, las cifras de la formación on line bajaron todavía más, pero el proceso formativo sigue en pie, en la nube de la virtualidad y a un click de acceso, aunque tarde, a la clase. Pero también se ha hecho regla la ch’achada virtual: forzada por carencias o aquella tradicional y traviesa.
Marquidia Plaza evalúa que todo el proceso para adaptarse al nuevo sistema fue difícil, pero se logró hasta cierto punto, cuando este año tan atípico toca las puertas de su cierre.
“Las profesoras poco a poco han ido madurando, igual que los padres. Ha sido el año en el que más han trabajado los profesores, donde más se ha trabajado, porque se ha tenido que formar incluso a los padres de familia, a los estudiantes y a nosotros mismos”, señala esta maestra con 30 años de experiencia en el magisterio.
Plaza narra que ese tipo de educación fue aplicándose de forma diferente en colegios privados, de convenio y fiscales, siendo estos últimos los más afectados. A partir de un diagnóstico previo al inicio de las clases en el Kínder Angela Maurer, que ella dirige, se pudo observar que, en promedio, en una familia de cinco integrantes solo uno contaba con celular.
Frente a este panorama y dada la aguda situación económica de los intervinientes en el proceso de formación, se optó por realizar cartillas y repartirlas entre los padres de familia, todo en paralelo a la educación virtual.
Los registros de Plaza son esclarecedores. En ese establecimiento, hay 295 alumnos, de los que se conectó a clases virtuales el 95%: 75% con red inalámbrica y 25% con datos móviles.
El ejecutivo del Magisterio Urbano de Chuquisaca, Santiago Mollo, explica que a partir de la clausura del año escolar la asistencia a clases, aunque sean estas a distancia, fue menguando.
En el caso de los colegios del centro de la ciudad, 10 de cada 40 estudiantes de un curso entran a clases, en promedio, mientras el porcentaje baja a 4 por cada 40 en la zona periurbana.
INVERSIÓN ECONÓMICA
En todos estos meses, los profesores recibieron capacitaciones sobre diferentes aplicaciones digitales para continuar la enseñanza poco después del inicio de la cuarentena. Luego vino el dictado de clases virtuales. Y por el lado de estos actores la nueva educación también demandó una inversión económica elevada, no prevista, para algunos.
Mollo explica que de los 5.000 maestros del área urbana de Chuquisaca el 70% continúa con las clases, aunque solo sea con una participación de 30% de sus estudiantes.
Del total de profesores en Sucre, el 60% cuenta con conexión a red inalámbrica y el 40% debe ponerse en línea a través de datos móviles, lo que implica un costo más alto.
Sobre el tema, el director departamental de Educación, Julio Galeán, declara que la totalidad de maestros tiene equipos para conectarse a las clases. En el área urbana, un 10% cuenta con red inalámbrica y el 90% lo hace desde datos móviles.
Consultado sobre la inversión económica en el caso de conexión por datos móviles, la respuesta de los profesionales varía, pero en promedio se requiere de 10 a 15 bolivianos/día. Las clases se dictan regularmente de tres a cuatro veces por semana, de lo que resulta en una inversión aproximada de 60 bolivianos semanales o Bs 240 al mes.
El escenario es muy similar para el caso de los padres de familia. En Chuquisaca hay aproximadamente 150 mil estudiantes en todos los niveles, de los cuales 8.000 están en Sucre, 20 mil en el área dispersa y 120 mil en el campo, detalla Galeán.
Camila es parte de ese número. Antes de la cuarentena, sus padres se dedicaban a la confección de ropa deportiva, pero sin trabajo en Sucre decidieron instalarse en una comunidad del municipio de Presto a 90km de la ciudad, al menos por algunos meses y para economizar en los gastos.
Comenzadas las clases virtuales trataron de sobrellevar los gastos de compra de tarjetas, que ascendía a Bs 10 casi diariamente. La situación económica los rebasó y volvieron a la ciudad, amontonaron las máquinas de coser en un solo cuarto donde está su cocina, dormitorio, comedor y una mesa para las tareas.
Ahora, los Ilafaya-Torres comparten una red inalámbrica con sus vecinos y el gasto bajó.
Hace algún tiempo, cuenta la madre de la pequeña Camila, Felicia Torres, se endeudaron para comprar una computadora: su marido seguía estudiando en la universidad. Este equipo ahora también sirve para sus hijas.
Felicia baja la mirada al hablar, sonríe y da paso a su primogénita.
Camila derrocha vivacidad, presenta una mirada fuerte contraria a sus gestos suaves y tímida voz. Habla de forma pausada, pero muy segura a la vez. No teme a las preguntas y se comunica sin vacilar, meditando un segundo antes de responder.
Sorprende en ella su vocabulario fluido y correcto, alimentado por su amor a la lectura. Ya que en esta familia se deben priorizar los gastos, no pueden comprar libros, y por eso la niña los crea o imprime textos infantiles descargados de la red. Por ahora ha dado vida, entre varios, a El Principito de Antoine de Saint-Exupéry.
Cami coincide con Daysi en su preferencia por las clases presenciales y extraña a sus compañeros. La ‘nueva normalidad’ implica levantarse tarde porque no se debe ir al colegio, pasar clases, hacer tareas y tratar de jugar entre cuatro paredes.
“Me gusta ir a clases, pero igual me gusta pasar por la computadora. Hemos tenido que aprender”, dice de corrido y sin titubear.
¿Cuál es el estado actual de la educación a distancia?
La llamada educación a distancia también se aplica en el área rural del departamento y comprende la preparación de cuadernillos semanales, quincenales y mensuales, dependiendo el caso, y su distribución.
El difícil acceso a internet y a equipos tecnológicos, además de un bajo nivel económico, fueron algunos factores que llevaron a decidirse por esa alternativa al profesor Alfredo Pinto, que hoy se mueve en ese escenario como pez en el agua.
Como maestro del área rural y nacido en el campo, cuenta que la vida es diferente allí, comparada con la ciudad, también en el plano educativo. La prioridad de las familias es el trabajo, en su mayoría agricultura y los hijos deben intervenir, lo que deja poco tiempo al estudio.
Además, el nivel educativo de los estudiantes no es elevado y eso suma trabajo al educador, relata. Pinto enseña en la Unidad Educativa Abra Khasa de Tarvita (provincia Azurduy).
Después de preparar los cuadernillos, toma su motocicleta y bien protegido sale a repartirlos entre sus estudiantes que viven a diferentes distancias del colegio; se toma unos minutos para explicarles el contenido y lo que deben hacer. Esto es un gasto extra, pero lo hace con gusto.
“En el campo se debe tratar de salir adelante con lo que se tiene y la vida es diferente”, dice. Y debe tener razón, porque acaba de acondicionar un pozo de agua en piscina y en ésta toma exámenes de natación a sus estudiantes.
Pese a sus esfuerzos, afirma que los estudiantes han ido abandonando de a poco la formación complementaria en la que muchos todavía están en todo el país.
La Unidad Educativa Punkurani se encuentra en la comunidad de Talula, Distrito 8 del municipio de Sucre. A una hora y media de distancia del centro de la ciudad, en vehículo. Parece increíble que, pese a tan corta distancia, no cuente con electricidad ni agua potable.
En ese establecimiento enseñaba el profesor Martín Chocllu. Por las características de las materias de Física y Química, que son más prácticas que teóricas, aclara que se vio en la necesidad de reforzar sus cuadernillos con algunos videos para explicar ejercicios. Son filmaciones de corta duración porque no quiere consumir el crédito de sus alumnos.
“Había estudiantes que estaban interesados en aprender de forma virtual, eran escasos pero con ellos hemos intentado (no ha salido tan bien). Del total, un 30% participaba. Sumado a ello, no hay mucha (buena) señal”, dice sobre los primeros intentos de educación virtual que tuvo.
Punkurani tiene 60 estudiantes del nivel secundario pertenecientes a cuatro comunidades vecinas. Las aulas y mobiliario deteriorado dificultaban el trabajo antes y los escasos recursos económicos obstaculizaron la educación durante la cuarentena.
En marzo, Chocllu volvió a la ciudad. Preparó junto con sus colegas los cuadernillos y los repartieron. Pero una vez dictada la clausura y hasta hace aproximadamente un mes, solo 20 estudiantes recogieron el material. Desde entonces no volvieron a contactarse con los profesores.
El maestro afirma que antes eran frecuentes las consultas de los alumnos por WhatsApp, pero ahora cuando los profesores se comunican con ellos no contestan. Presume que, dada su necesidad económica, los estudiantes emigraron a Santa Cruz a trabajar y dice que solo el 10% “continúa” con las clases de alguna manera.
INVERSIÓN ECONÓMICA
Si bien en el área rural y zonas dispersas de Chuquisaca los maestros no invierten en internet, por el difícil acceso a este y por la mala calidad de la conexión, la elaboración y el transporte de cuadernillos, sumada a la capacitación, demanda inversión.
La capacitación para manejar plataformas de enseñanza, la elaboración de cuadernillos y la entrega del material, le costó a Chocllu aproximadamente Bs 500 mensuales.
¿Hasta cuándo continuarán las clases?
Desde la Dirección Departamental de Educación anuncian que las clases continuarán hasta el 22 de diciembre, cuando se procederá a la entrega de títulos de bachilleres e incentivo a los mejores estudiantes.
“Voy a seguir estudiando porque ahora dicen que todos ya vamos a pasar (de curso), pero sin saber nada y eso no es conveniente”, dice Camila.
Y Galeán aclara que “la educación en Chuquisaca no se ha detenido”, pero asegura que con la clausura de la gestión no se califica el proceso educativo. La autoridad explica que el avance fue evaluado desde febrero hasta agosto, y que para el último trimestre se migrarán las notas de la gestión pasada.
¿Y la educación virtual es completa?
Más allá de las diferencias entre educación presencial y virtual, profesores y estudiantes coinciden en que el cambio tiene ventajas y desventajas.
Para Torres, la enseñanza virtual no es completa. “De aprender sí (aprenden), pero les falta mucho. Aprenden algo para que no se olviden, pero no se puede igualar (a las clases presenciales)”, dice la madre de dos niñas en edad escolar.
Coincide con la opinión de Plaza, que reflexiona sobre la falta de cercanía y apego entre profesores y estudiantes. “Realmente hay una separación abismal, la educación presencial jamás podrá ser reemplazada por una máquina. Es como enseñarle a un robot a sentir”, dice la educadora.
Galeán piensa que, dado que los maestros no estaban acostumbrados este tipo de educación, la pandemia hizo que reaccionaran y se capacitaran.
Contrario a ello, Mollo sostiene que, “en un momento determinado, nosotros habíamos planteado que no debería darse la educación virtual porque destroza la poca calidad educativa que tenemos actualmente”.
La reflexión sobre el tema se centra en el desarrollo social de los estudiantes y su capacidad de comprensión.
Sobre el futuro de la educación
Galeán manifiesta que hasta el momento se alcanzó cerca del 60% de avance de contenidos que se priorizaron este año. Para diciembre, cuando culminen las clases, se espera alcanzar el 90%. Esos porcentajes no son compartidos por algunos profesores.
Sobre una posible nivelación, la autoridad departamental puntualiza que no se tiene planeada para la próxima gestión escolar.
Los maestros expresan que acatarán órdenes. En lo personal los educadores quisieran reforzar los contenidos y habilitar horas extras, aclaran que todo dependerá del escenario que se abra el año 2021 y del consenso entre padres, profesores y autoridades.
* Es licenciada en Comunicación Social. Realizó este reportaje en el marco de una beca de investigación de Internews en alianza con Maldita.es, la Universidad de Harvard, la Universidad Columbia de Estados Unidos y el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).