Magnicidios en el país y más allá
Recuento de varios crímenes que en su momento llegaron incluso a cambiar el destino de sus países

La violencia política fue una característica de alguna manera constante en la historia nacional. Al menos nueve exmandatarios murieron asesinados o de forma violenta, sea en el ejercicio de la Presidencia o luego de haber abandonado el cargo, según consta en los registros históricos.
Una reciente denuncia del ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, quien alertó sobre un presunto plan para atentar, en 2020, contra la vida del entonces candidato del MAS y ahora Presidente del Estado, Luis Arce, trajo a discusión el vocablo “magnicidio”, al que el diccionario de la RAE señala como: “Muerte violenta dada a persona muy importante por su cargo o poder”.
BLANCO, UNA HISTORIA TRÁGICA
El primer magnicidio de la historia republicana se produjo el 1 de enero de 1829, cuando el presidente Pedro Blanco fue asesinado en el convento de La Recoleta de Sucre, donde se encontraba preso y herido luego de una asonada que lo sacó del poder apenas unos días después de haber accedido a la Presidencia.
Según se sabe, Blanco cayó víctima de rencillas personales con los generales Gregorio Lanza y José Ballivián, a quienes unos días antes había cambiado de destino.
DESTINO DEL GRAN MARISCAL
El 4 de junio de 1830 caía, víctima de una emboscada en Berruecos (Colombia), el mariscal Antonio José de Sucre, quien fue el primer Presidente de Bolivia entre 1825 y 1828.
Sucre estaba en camino a su natal Venezuela después de permanecer más de un año en Quito, a donde llegó tras abandonar la joven república boliviana. Antes, en abril de 1828, había sido víctima de un intento de asesinato en el cuartel San Francisco de Sucre.
Una conspiración de militares colombianos acabó con la vida del joven general, considerado uno de los padres de la creación de Bolivia.
BELZU HA MUERTO…
El general Manuel Isidoro Belzu fue asesinado en el Palacio de Gobierno de La Paz un 23 de marzo de 1865, cuando contaba con 56 años. Había gobernado por siete años el país (1848-1855) y fue el primer jefe de Estado en imprimir un carácter social a su mandato, aunque se lo acusaba de demagogo.
Después de retornar de su exilio, se enfrentó al poder del tirano Mariano Melgarejo, protagonizando un levantamiento en el que, apoyado por la población, intentó tomar el Palacio.
Fue asesinado por el propio Melgarejo en medio de la confusión del enfrentamiento y ante la consternación de la población. La versión oficial relata que Melgarejo salió a los balcones del Palacio Quemado y, dirigiéndose a la enardecida población, exclamó: “¡Belzu ha muerto…! ¿quién vive ahora?”.
QUIEN A HIERRO MATA…
Mariano Melgarejo, quien gobernó el país de manera despótica, caería víctima de su propia medicina algunos años después. Tras ser derrocado en enero de 1871 por un levantamiento encabezado por el también general Agustín Morales, huyó a Chile y allí permaneció algunos meses.
Anoticiado de que su amante Juana Sánchez se encontraba en Lima, se dirigió a aquella ciudad, donde lo esperaba su destino. Fue asesinado por su propio cuñado José Aurelio Sánchez el 23 de noviembre de 1871.
CRIMEN EN FAMILIA…
El general Agustín Morales gobernó el país entre el 15 de enero de 1871 y el 27 de noviembre de 1872. Ese día, murió de un disparo en uno de los salones del Palacio Quemado de La Paz.
El autor del crimen fue su sobrino Federico La Faye. De carácter tempestuoso, intentó gobernar como dictador, pero fue avergonzado cuando una de sus cartas fue publicada en los periódicos en 1872.
El día de su muerte, Morales se involucró en un incidente en el que atacó a uno de sus asistentes militares. La Faye intentó evitar la agresión, disparando contra el Presidente.
UN RETORNO FATAL
Hilarión Daza, a quien se apunta como uno de los responsables políticos para la pérdida del Litoral boliviano, decidió retornar al país y enfrentar un juicio ante la Corte Suprema en Sucre. Había vivido en París por 15 años, alejado de la turbulencia política que dejó la derrota en la Guerra del Pacífico.
Daza desembarcó en Chile y desde allí abordó un tren hasta Uyuni con el propósito de continuar luego viaje hacia la capital del país. Aquel 27 de febrero de 1893, grupos hostiles que lo calificaban de traidor habían atacado previamente el convoy en el que viajaba. Cuando llegó a la estación de Uyuni, tuvo que salir custodiado por una puerta trasera. Sin embargo, mientras se dirigía a un alojamiento, uno de sus custodios le disparó a quemarropa.
MUERTE EN EL BARRANCO
La muerte del general José Manuel Pando, uno de los caudillos del liberalismo nacional, está llena de misterio y tragedia, pues por su fallecimiento, el 17 de junio de 1917, fueron juzgados los hermanos Alfredo y Juan Jáuregui, a quienes se les acusaba de haber asesinado al expresidente.
Pando apareció muerto en un barranco de la Ceja de El Alto, y desde un principio se manejó la hipótesis de un crimen. Sin embargo, nunca se encontró evidencia plena.
En 1927, y después de un sorteo, Alfredo Jáuregui fue fusilado como autor del asesinato. Años después, apareció un informe forense que señalaba que el expresidente había sufrido un derrame cerebral y que esta fue la causa de su caída junto a su cabalgadura cuando iba de su finca de Catavi, Luribay, a La Paz.
TEMPERAMENTO APASIONADO
En su agitada vida política, Germán Busch fue partícipe de tres golpes de Estado (contra Hernando Siles, Daniel Salamanca y David Toro). Busch fue otro de los oficiales jóvenes emergentes del Chaco con ideas progresistas.
Declarado Héroe de Guerra por sus acciones en el campo de batalla y conocido por su carácter impulsivo, el joven coronel protagonizó durante su presidencia una serie de incidentes, entre ellos una agresión física al escritor Alcides Arguedas.
Una decisión personal lo llevó a declararse dictador a partir del 24 de abril de 1939. Sin embargo, un día antes, en medio de un confuso incidente, se suicidó en su domicilio. Su familia y parte de la opinión pública nunca aceptaron esa versión y aseguraron que se trató de un magnicidio.
PRESIDENTE MÁRTIR
Uno de los eventos más trágicos y traumáticos de la historia contemporánea fue el magnicidio de Gualberto Villarroel, el 21 de julio de 1946. El entonces coronel, uno de los oficiales jóvenes del Chaco, había llegado a la Presidencia apoyado por fuerzas progresistas de esos días, como el MNR.
La violencia política se fue acumulando y estalló en aquellas jornadas frías del invierno paceño. Una poblada tomó la Plaza Murillo, ingresó al Palacio de Gobierno y asesinó al Presidente y a algunos de sus colaboradores. Según los registros históricos, Villarroel se negó a abandonar su despacho horas antes, quizá confiado en la seguridad de su custodia.
Fue encontrado escondido en una despensa, donde recibió varios disparos de arma de fuego. Una vez muerto, su cadáver fue arrojado desde el balcón principal del Palacio hasta la plaza, donde una turba colgó su cuerpo de un farol. Era el trágico final del “Presidente mártir”.
Impactaron en el continente americano
- A Abraham Lincoln se lo recuerda como el presidente estadounidense que abolió la esclavitud y enfrentó la Guerra Civil en su país. Gobernó desde el 4 de marzo de 1861 hasta su asesinato, el 15 de abril de 1865, mientras presenciaba un espectáculo teatral. Un joven simpatizante de los ejércitos del sur lo mató de un solo disparo de pistola.
- El asesinato de John F. Kennedy, el 22 de noviembre de 1963, fue uno de los hechos más estremecedores de la historia política mundial contemporánea. El Presidente demócrata se encontraba de gira por Dallas, Texas, y ese mediodía se dirigía a una reunión del Partido Demócrata. Cuando su automóvil transitaba por una plaza, Kennedy recibió una serie de disparos desde lo alto de un edificio por parte del misterioso Lee Harvey Oswald, quien a su vez sería asesinado pocos días después cuando asistía a un interrogatorio.
- El presidente chileno Salvador Allende resistió hasta el final los feroces ataques aéreos y de infantería sobre el Palacio de La Moneda, en Santiago. El 11 de septiembre de 1973, derrotado el gobierno socialista que presidió, la junta militar encabezada por Augusto Pinochet propagó la versión de un suicidio. Allende, médico y político, había aceptado la rendición, pero poco después se quitó la vida con un fusil ruso AK-47, según testimonió uno de sus médicos.