Huayna Cápac, el soberano Inca que llegó a tierras de los Charcas
Chuquisaca cuenta con varias fortificaciones incas construidas en su territorio
El Inca Huayna Cápac fue el antepenúltimo gobernante del poderoso imperio del Tahuantinsuyo y, durante su reinado, previo a la llegada de los conquistadores españoles, esa civilización, aunque efímera, alcanzó su período de mayor auge en lo geopolítico y en lo social.
Huayna Cápac, que gobernó el imperio incaico entre 1493 y 1527, fue hijo de Túpac Yupanqui y padre de Huáscar y Atahuallpa, quien fue el último soberano imperial que se rindió en Cusco a los ejércitos de Francisco Pizarro.
Una de las mayores hazañas de Huayna Cápac fue el haber emprendido una expedición a la tierra de los Charcas (hoy parte del territorio boliviano) en su propósito de expandir hacia el sur la influencia del imperio Inca. ¿Estuvo el monarca en estos lugares de lo que hoy es la ciudad de Sucre? Muchas certezas históricas no se tienen, aunque según las crónicas del Inca Garcilazo de la Vega, Huayna Cápac sí estuvo en Potosí e inclusive se bañó en las termas de Tarapaya. El Inca vino a estos territorios desde el Cuzco, dentro de una ambiciosa campaña militar y expedicionaria que tenía como objetivo frenar el avance guaraní desde el sur.
Chuquisaca conserva vestigios arqueológicos de lo que fue esa campaña expansionista. A lo largo de un cinturón montañoso ubicado al sureste de Sucre, en las provincias Tomina, Zudáñez e incluso en parte de lo que es hoy Hernando Siles, se hallan fortificaciones de tipo militar que servían para el emplazamiento de tropas o bien para el acopio de alimentos de las huestes incas. Las arremetidas guaraníes no fueron, según las crónicas, en ningún momento algo esporádico y desorganizado, lo que obligó al imperio quechua a emprender una verdadera cruzxada militar para desalojar a los guaraníes que habían tomado importantes territorios, llegando inclusive a tierras de Potosí o lo que se conocía como tierras de los Charcas.
El cronista Sebastián Caboto escribe que estos sucesos ocurrieron alrededor del año 1525. “Después de haber hecho grande destrucciones en las provincias se volvieron victoriosos a su naturaleza; pero quedándose algunos entre las sierras hicieron siempre grandes daños en todas las provincias de los Charcas, Porco y Chichas, donde se avecindaron y poblaron”, señala la crónica.
Agrega que los guaraníes “apoderándose de los valles de Mataca (que son cercanos a esta Villa, hoy Potosí) y de allí acometían a los de esta provincia de Porco, quedando siempre victoriosos porque su forma de guerra era de noche y en haciendo sus saltos se retiraban a las montañas en cuya aspereza se mantenían. Asaltaron al pueblo de Cantumarca y lo entraron con gran mortandad de sus vecinos, y rehaciéndose allí trataban ya de continuar sus victorias en las demás provincias sujetas a Huayna Cápac”.
Lo que resalta de este período de la historai es que una mayoría de las fortificaciones incas están construidas en un cinturón montañoso que parece vigilar el horizonte guaraní. Años después, la Laguna (hoy Padilla) continuaría siendo la frontera geográfica entre las naciones collas y el mundo de los guaraníes, que habitaban en las tierras llanas del Chaco.
LA BATALLA
Los cronistas registraron también interesantes detalles de los hechos bélicos.
“Noticiado este rey de aquel atrevimiento llamó sus capitanes, y con numeroso ejército salió con ellos del Cuzco; llegó al valle de Tarapaya donde se reforzaron algunos días. Bañóse este rey en aquella laguna, gozoso de ver una obra maravillosa de sus antepasados, y habiendo descansado lo que convenía envió 4,000 soldados con uno de sus hijos a Cantumarca. Estaban los guaraníes bien prevenidos y así no rehusaron 3.000 aventajados combatientes de salirles al encuentro, y se portaron con tal valor que mataron 200 de los del inca. Huyeron llevándose la noticia los que quedaron, de que indignado el rey partió al punto con diestros capitanes, y aunque le resistieron los enemigos al cabo fueron deshechos y muertos más de 6,000 guaraníes; los pocos que quedaron huyeron sin parar hasta meterse en las montañas de los Charcas. Recibió Cantumarca muy gozoso a su rey Huayna Cápac y le hicieron grandes fiestas por sus victorias”, agrega la crónica.
Pero el cometido de Huayna Cápac no terminó allí. Tomando varios y aguerridos guerreros de los Charcas (entre ellos probablemente miembros de la nación Yampara, conocidos por su fortaleza y resistencia), partió por el oeste, hacia Chile
“Atravesando el Collao, llegó a la región de los Charcas y de ahí, por el Paso del Huasco, llegó a Chile. Una vez ahí, retiró a los gobernantes dejados por su padre y puso en su lugar a los descendientes de los antiguos caudillos regionales, ganando el favor de la región entera. Luego se dirigió a Chile Central, sometiendo definitivamente los valles desde el Río Aconcagua hasta el Río Cachapoal”, apunta el cronista. En su camino de retorno atravesó el desierto de Atacama, y luego se instaló en Cochabamba, antes de tomar el camino a la capital del Imperio, Cusco, anoticiado sobre levantamientos contra su reinado.
No obstante, las hazañas de este gran gobernante inca han sido relegadas por la historia oficial, la misma que parece comenzar a partir de la fundación de las ciudades hispanoamericanas.
Una civilización inmensamente rica
El 11º rey del Tahuantinsuyo (hijo de Túpac Yupanqui) se llamó Huayna Cápac, que se interpreta Mancebo poderoso. Este fue aquel insigne en riquezas de que puede causar admiración al mundo, que tuvo rimeros de oro y grandes montones de plata, pues como cuentan los cronistas Inca Garcilaso de la Vega y el padre maestro fray Antonio de la Calancha con otros autores, tenía en su palacio en estatuas de oro a los reyes sus predecesores, y todas cuantas alhajas sirven en una casa de madera, piedra o barro, las tenía este rey en su palacio de finísimo oro; aun las piedras de moler el ají (que es aquella especería de tanta mordacidad a la lengua y labios) y los batanes donde molían el maíz, todo era de este rubio y precioso metal. El cronista presbítero Francisco López de Gómara, Betanzos, el padre José de Acosta (de la Compañía de Jesús) y el maestro fray Rodrigo de Loaisa (agustino) dicen de este rey que tenía en la puna un recreo o jardín (hecho a mano) de árboles, flores y yerbas de oro que era un remedo propio de los naturales vergeles. Esta máquina y mucha más de oro fino de su palacio la echaron en la laguna de Chucuito (que tiene 80 leguas de rodeo) cuando los españoles entraron al Perú, porque no gozasen tan rico tesoro.