¿Desconfiaban Bolívar y Sucre de la capacidad de los altoperuanos?

Se rodearon de colaboradores extranjeros tras la creación de Bolivia

REPÚBLICA. Vista del histórico Salón del Senado de la Casa de la Libertad, donde comenzó a escribirse la historia de Bolivia. REPÚBLICA. Vista del histórico Salón del Senado de la Casa de la Libertad, donde comenzó a escribirse la historia de Bolivia. Foto: Archivo

Sucre/CORREO DEL SUR
Sociedad / 03/07/2022 02:49

La susceptibilidad hacia los políticos criollos por parte de los libertadores Simón Bolívar y Antonio José de Sucre fue evidente en los primeros dos años de la República, e hizo que estos nombrasen a colaboradores extranjeros luego de asumir el mando de Bolivia en 1825, según consta en documentos que fueron analizados y luego publicados por el historiador Roberto Querejazu Calvo en su obra “Oposición boliviana a la Confederación Perú Boliviana”.

La victoria de los ejércitos libertadores en Junín y Ayacucho (Perú) puso fin al último bastión militar realista y dejó abierta la creación de repúblicas independientes, aunque el proceso fue complejo debido al surgimiento de intereses de grupos de poder locales, tanto militar como civil, que vieron en la coyuntura una oportunidad para mantener el sistema de administración colonial, aunque con nuevos protagonistas.

¿En qué se basaba la susceptibilidad de los próceres venezolanos? De hecho, al llegar al entonces Alto Perú, ambos se encontraron con que muchos protagonistas que combatieron durante casi 15 años a los revolucionarios de esta parte del continente, ahora se alistaban en filas independentistas y respaldaban decididos la fundación de Bolivia.

Aunque el historiador Querejazu Calvo atribuye esto a que muchos criollos fueron “discriminados por la Corona”, lo evidente es que al llegar los ejércitos libertadores al mando de Bolívar y Sucre, estos “no creyeron encontrar elementos civiles con la preparación y experiencia necesarias para colaborarlos en los más altos cargos de su respectiva administración (…) salvo excepciones”.

No obstante, la situación era diferente entre los militares criollos. Varios de ellos, como Andrés Santa Cruz (tomado prisionero en la Batalla de La Tablada, en Tarija, cuando combatía contra el  Ejército revolucionario), José Miguel de Velasco, José Ballivián, Carlos Medinaceli, Pedro Blanco, Francisco López, Ramón Loaiza y otros, iniciaron su carrera en los ejércitos monárquicos y después se pasaron al campo de los patriotas. 

Bolívar y Sucre nombraron como sus primeros ministros a personajes “no altoperuanos” que participaron con ellos en sus campañas libertadoras, entre los que destacan el alemán Otto Felipe Braun, el irlandés Burnett O’Connor, el colombiano Agustín Geraldino, siendo los únicos civiles el español Facundo Infante (estrecho colaborador del Gran Mariscal) y Juan Bernabé Madero, nacido en Potosí pero educado en Buenos Aires.

La Guerra de Independencia en el entonces Alto Perú se prolongó por más de 15 años, lo que hizo –apunta Querejazu– que muchos criollos con intenciones políticas “tuvieran que sobrevivir airosamente en el largo, turbulento y peligroso período de guerra”.

Pero luego comenzarían a emerger las figuras de quienes, desde la Asamblea Constituyente, darían continuidad al proceso independentista con la aprobación de las primeras normas que echaron a andar la naciente República.

Ahí se menciona a Casimiro Olañeta, cuyo tío, el general Pedro Olañeta, intentó enarbolar los estandartes reales hasta que fue muerto en la batalla de Tumusla el 1 de abril de 1825; o Mariano Serrano, firmante del Acta de la Independencia, quien también suscribiera la declaración de emancipación de Argentina en Tucumán, el año 1816; también figuraban Manuel María Urcullu, “y entre los jóvenes de la siguiente generación, Tomás Frías y José María Linares”.

Sin embargo, como es sabido, la relación del gobierno de Sucre con el entorno criollo se iría deteriorando hasta el estallido del motín del 18 de abril de 1828, hecho por demás violento que precipitó la renuncia del Gran Mariscal a la Presidencia, la misma que se hizo efectiva el 6 de agosto de ese mismo año.

UN DIRIGENTE CRIOLLO

Sin embargo, una figura relevante comenzaría a emerger para tomar la posta dejada por el vencedor de Ayacucho, y ese fue Andrés Santa Cruz. Tras su elección en la Presidencia, a poco de abandonar Sucre el país, este militar nacido en el altiplano peruano comenzó la titánica tarea de organizar un Estado, en momentos en que la nueva República se encontraba en una verdadera quiebra financiera y soportaba amenazas externas como las del general peruano Agustín Gamarra, que jamás aceptó la independencia de las provincias del Alto Perú.

“Como presidente de Bolivia, el general Andrés Santa Cruz demostró que tenía tanta habilidad para el mando en lo civil como en lo militar. Reorganizó y depuró el Ejército, creó las universidades de La Paz y Cochabamba, reguló las atribuciones de prefectos, gobernadores, corregidores y alcaldes de campo, saneó la hacienda pública, promulgó los códigos Civil, Penal, de Procedimientos, Minero y Mercantil”, apunta Querezaju.

Además, la administración Santa Cruz liberó el comercio interno e internacional, hizo abrir caminos de herradura y construir puentes, y brindó la mayor importancia al único puerto de la naciente república sobre el Pacífico, Cobija.

Andrés Santa Cruz y Mariano Enrique Calvo, una amistad más allá del interés político

Mariano Enrique Calvo fue el civil que llegó a ocupar el más alto cargo político en los primeros 15 años de la existencia de Bolivia, cuando el presidente Andrés Santa Cruz le delegó el Gobierno durante los tres años que permaneció en el Perú, empeñado en su proyecto de confederar ambas naciones. “Calvo le guardó celosamente la primera magistratura, enfrentando toda clase de dificultades, en una nación en la que los planes del mandatario ausente no tenían apoyo y más bien concitaban un repudio cada vez mayor”, escribió el historiador Roberto Querejazu sobre la base de una extensa correspondencia entre estos dos personajes.

Santa Cruz y Calvo se conocieron cuando el primero de ellos llegó a Chuquisaca en la comitiva de los libertadores y Simón Bolívar nombró a Calvo asesor del Gobierno. Desde entonces nació una estrecha amistad entre ambos, al punto de que Santa Cruz fue padrino de bautizo del segundo hijo de su flamante amigo, “quedando ambos personajes unidos con el fuerte vínculo adicional del compadrazgo, además del de la amistad”, destaca Querejazu.

Calvo ocuparía además importantes funciones públicas, como ministro de la Corte Superior de Justicia de La Paz (que no ejerció), prefecto de Chuquisaca y diputado por el mismo departamento. También fue delegado por Chuquisaca a la Asamblea Constituyente. Y también Fiscal General de la República.

En 1829, luego de algunos interinatos, asumió la Presidencia el general Santa Cruz, e invitó a Mariano Enrique Calvo a colaborarlo en el Ministerio del Interior y de Relaciones Exteriores.

Posteriormente, en 1835 fue invitado por Santa Cruz a ocupar la Vicepresidencia del país. “No podía dejar el gobierno de Bolivia a ningún otro personaje que no fuese el que le inspiraba la más absoluta confianza, su amigo y compadre Calvo”, concluye Querejazu.

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