Monteagudo, el prócer ardiente al que le tocó un destino trágico
Fue estrecho colaborador de los libertadores José de San Martín y Simón Bolívar
Bernardo Monteagudo tenía apenas 19 años cuando se convirtió en uno de los protagonistas de la Revolución del 25 de Mayo de 1809, junto a los hermanos Manuel y Jaime de Zudáñez y otros intelectuales que empapados de ideas liberales en la Universidad de Chuquisaca. Monteagudo, que además de abogado y político era periodista, redactó la proclama de ese movimiento que dio origen al proceso de Independencia.
No obstante su juventud, la figura de este prócer se iría agrandando en los años siguientes, a medida que aumentaba también su fama por su carácter explosivo y no exento de polémicas; esa peculiaridad le valdría no pocas enemistades que terminaron costándole la vida. Murió apuñalado en una calle de Lima en 1825, donde había ganado notoriedad al convertirse en uno de los principales colaboradores del libertador Simón Bolívar.
La historia oficial señala que Bernardo José Monteagudo nació el 20 de agosto de 1789 en la ciudad de Tucumán, hoy una ciudad argentina que por entonces, al igual que Chuquisaca, formaba parte del territorio del Virreinato de Buenos Aires. No obstante, el historiador Valentín Abecia, autor de un ensayo sobre el ilustre personaje, asegura que vino al mundo en la ciudad de Chuquisaca, de cuna humilde, y que fue protegido de un familiar miembro del clero, el cual hizo que el joven pudiera ingresar a la Universidad San Francisco Xavier para estudiar leyes. Otros datos históricos apuntan que su padre poseía una fonda en la hoy plazuela Zudáñez, la que sería un lugar frecuente de reuniones de jóvenes que abrazaban las ideas antimonárquicas.
CONTROVERSIA
Abecia señala inclusive que existe en la Parroquia de San Miguel una partida de bautismo que coincidiría con la fecha de su nacimiento. El historiador descarta la tesis de que Monteagudo nació en la hoy Argentina, y asegura que, siendo de familia humilde, era poco probable que hubiese nacido en tierras del Plata para luego llegar a la antigua Charcas a cursar estudios superiores, algo reservado a familias adineradas y pudientes de la época.
Cuando las fuerzas realistas recuperaron el control del Alto Perú, Monteagudo fue encarcelado junto a los demás líderes de la Independencia, acusado del “abominable delito de deslealtad a la causa del rey”. A fines de 1809, luego de fugarse de la cárcel de Chuquisaca, se dirigió a Potosí y se incorporó como auditor al Ejército del Norte de las Provincias Unidas del Río de la Plata que, al mando de Juan José Castelli, había tomado esa ciudad luego del triunfo en la batalla de Suipacha.
Entonces, el inquieto Monteagudo partió hacia el sur, donde continuaría con su intransigente propósito de acabar con el dominio español. La historia lo sitúa en tierras del Río de La Plata, vinculado a los “jacobinos argentinos” de la Revolución de Mayo, en especial al porteño Juan José Castelli. Allí practicó, al igual que ellos, violentas políticas revolucionarias, adhiriéndose al sector más radical del movimiento emancipador.
Como muestra de su carácter enérgico, también apoyó las ejecuciones de los militares realistas que lideraron la represión de los movimientos independentistas, Francisco de Paula Sanz, Vicente Nieto y José de Córdoba, atribuyéndoles la responsabilidad por las masacres de Chuquisaca y La Paz.
En 1811, fue autor del primer proyecto de Constitución del Cono Sur americano. En 1812, siempre en Argentina, reorganizó la Sociedad Patriótica del partido morenista, con cuyos miembros ingresó a la Logia Lautaro, que integraron entre otros Bernardo O'Higgins y José de San Martín.
Años después, el 28 de julio de 1821 San Martín proclamó desde Lima la independencia del Perú, para asumir como Protector Supremo el 3 de agosto. Monteagudo se convirtió en su mano derecha en el gobierno, asumiendo como Ministro de Guerra y Marina y más tarde, haciéndose cargo también del Ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores. Mientras que San Martín se concentró en los aspectos militares dando prioridad a la guerra, Monteagudo quedó de hecho a cargo del gobierno del Perú.
Luego del retiro de San Martín, colaboró con el libertador Simón Bolívar. Desarrolló una visión americanista de la revolución hispanoamericana, que lo llevó a proponer y diseñar la organización de una gran nación con los territorios que habían pertenecido a la corona española, apuntan las crónicas históricas.
MONARQUÍA CONSTITUCIONAL
En Perú, Monteagudo apoyó la opinión de San Martín a favor de instalar una monarquía constitucional en ese país, a la vez que influyó fuertemente en las mismas y en su propaganda, sobre todo a través de la Sociedad Patriótica de Lima, que fundara en 1822. Ambos compartían la idea de que solo una monarquía constitucional democrática podría evitar la anarquía y las guerras civiles. Las ideas monárquicas de Monteagudo fueron muy impopulares en Perú y constituyeron el eje de la oposición que finalmente provocó su caída al partir San Martín, y muy posiblemente también el germen de la conspiración para acabar, algunos años después, con la vida del prócer.
ANTICLERICAL
Bernardo Monteagudo fue conocido por su política anticlerical. Compartía una actitud hostil hacia la Iglesia católica, debido a su postura contraria a la independencia.
Violento final en Lima: Un suceso aparentemente delictivo
Bernardo Monteagudo tenía prohibida su entrada a Perú, pero se arriesgó al ingresar por Trujillo acompañando a Simón Bolívar con el grado de coronel en la campaña final de la guerra de la independencia del país incaico. Entró triunfante en Lima, después de la victoria en la batalla de Ayacucho del 9 de diciembre de 1824.
Fue en ese país donde encontraría trágicamente la muerte, cuando cayó víctima de un ataque mortal. En principio, se había manejado la hipótesis de un hecho delictivo que tuvo como principal móvil el robo, pero luego aparecerían los móviles políticos que ratificaron que se trató de un magnicidio planificado por sus enemigos.
Según la historia, Monteagudo murió asesinado en Lima el 28 de enero de 1825, a los treinta y cinco años. El crimen se produjo entre las 19:30 y las 20:00, en la Plazoleta de la Micheo, una de las calles principales de la Lima de entonces, “frente al ala sur del ahora demolido hospital y convento de San Juan de Dios”, según la crónica.
El político fue atacado por dos sujetos y uno de ellos le propinó una certera puñalada en el corazón. El cuerpo inerte de Monteagudo permaneció varios minutos tendido, hasta que fue auxuiliado por unos religiosos.
El certificado de defunción expedido por el médico Ramón Castro apuntaba: “Que la herida había sido con un instrumento cortante y que le atravesó el corazón entrándole el arma sobre la tetilla izquierda, dejándole una abertura de pulgada y media y cinco o seis dedos de profundidad”.
Por el crimen fue sindicado inicialmente Candelario Espinosa, un mulato sin ningún oficio, quien aseguró, incluso bajo tortura, que nadie le había encargado matar a Monteagudo y que su único móvil fue el robo. Sin embargo, el cuerpo de la víctima llevaba consigo un prendedor de oro y diamantes, un reloj de oro y dinero, por lo que fue descartada esa autoincriminación.
La hipótesis de que el ministro José Sánchez Carrión, vinculado a las logias secretas de Lima y acérrimo enemigo de Monteagudo, debido a sus ideas monárquicas y antirepublicanas, haya sido el autor intelectual del asesinato se ha consolidado como una de las más probables, a raíz de la declaración del general Tomás Mosquera, presidente de Colombia. Aunque, formalmente, no existe una sentencia o condena ni se identifica a ningún autor intelectual del asesinato.