Arenales, un personaje decidido y figura vital de la Independencia

Como militar, forzó la rendición de la guarnición colonial asentada en Chuquisaca

PRÓCER. Juan Antonio Álvarez de Arenales participó de innumerables batallas durante la Guerra de Independencia en Sudamérica. PRÓCER. Juan Antonio Álvarez de Arenales participó de innumerables batallas durante la Guerra de Independencia en Sudamérica.

CORREO DEL SUR con datos de Edi-Salta
Sociedad / 17/07/2022 03:27

El proceso de Independencia del Alto Perú, hoy Bolivia, fue sin duda uno de los más complejos y enredados de los que se dieron en el continente a partir del Primer Grito Libertario del 25 de Mayo de 1809 hasta la declaratoria final de la nueva república, el 6 de agosto de 1825.

A lo largo de más de tres lustros de campañas militares y agitación política, muchos fueron sin duda los protagonistas de este proceso. Desde su inicio, con los revolucionarios de Chuquisaca, hasta su conclusión con la llegada de los ejércitos del norte que pusieron punto final a una etapa sangrienta pero finalmente memorable, como fue el nacimiento de las nuevas naciones. 

En la historia de la emancipación americana se mezclan nombres de próceres, unos civiles y otros militares, que destacan por su decisión y valentía. Entre ellos se encuentra uno que, siendo protagonista esencial de varios episodios, ocupa un lugar algo discreto en la galería de ilustres personajes que intervinieron en esa gesta: Juan Antonio Álvarez de Arenales, un militar de origen español que participó en un sinnúmero de episodios durante la campaña de la Independencia.

Según registra la historia, Álvarez de Arenales nació muy probablemente en Salta (Argentina), de padres españoles. Aunque otras versiones consignan su nacimiento en Reinoso, España, el 13 de junio de 1770. Su biografía señala que en 1784 llegó con su familia a Buenos Aires, donde fue educado para seguir la carrera eclesiástica, aunque éste optó por la carrera militar.

REVOLUCIÓN DE CHUQUISACA

Una de sus primeras actuaciones políticas de Álvarez de Arenales lo ubica precisamente en Chuquisaca, donde había llegado tras concluir sus estudios. Junto con los hermanos Manuel y Jaime de Zudáñez y Bernardo Monteagudo formó parte de la Revolución  del 25 de mayo de 1809, que se considera el primer movimiento contra el dominio español llevado a cabo en el Virreinato del Río de la Plata. Fue uno de los que instó a la rendición militar de Ramón García Pizarro.

Álvarez de Arenales organizó la defensa formando las milicias de Chuquisaca y Yamparáez con nueve compañías de infantería compuestas por los oficios de sus miembros. La segunda compañía, “Académicos”, fue puesta al mando de Manuel Zudáñez, mientras que la artillería era comandada por su hermano Jaime.

Arenales se convirtió en dirigente contra el gobierno colonial y Comandante de las milicias que le tocó organizar, en su calidad de jefe rebelde del asiento de Yamparáez. Sin embargo, sofocada la insurrección por parte del monárquico Vicente Nieto, sus tropas se dispersaron y fue arrestado. Fue enviado preso a las casamatas del Callao (donde también había sido confinado Jaime de Zudáñez), huyó en fecha desconocida, llegando en secreto a la ciudad de Salta.

En adelante, el rebelde militar se unió a las tropas del Ejército libertario de Manuel Belgrano, quien le concedió el grado de coronel. Su participación fue decisiva en las victorias de Tucumán y Salta, por lo que fue premiado con la ciudadanía argentina.

GOBERNADOR DE COCHABAMBA

Durante la Segunda expedición auxiliar argentina al Alto Perú, Arenales fue nombrado gobernador de Cochabamba. Después de las derrotas de Vilcapugio y Ayohúma, intentó por un tiempo defender su provincia, pero fue vencido. Sin embargo, ayudó a Ignacio Warnes a resguardar la provincia de Santa Cruz de la Sierra. Organizó la guerra de guerrillas tan exitosamente que el general Joaquín de la Pezuela se vio forzado a abandonar las provincias norteñas argentinas. Fue el comandante de la Republiqueta de Vallegrande.

Con la victoria en la batalla de La Florida (Santa Cruz de la Sierra), en que recibió muchas heridas y casi perdió la vida, aseguró la entrada al Alto Perú del Ejército del Norte, en su tercer intento por incorporar el Alto Perú a la revolución, al mando de José Rondeau, y reocupó la ciudad de Cochabamba.

Según la historiografía, cuando los patriotas fueron derrotados en Venta y Media, Rondeau se dirigió a reorganizarse a Cochabamba, donde fue derrotado por Pezuela en la Batalla de Sipe Sipe, en noviembre de 1815. Arenales intentó resistir por unas semanas, pero fue derrotado en Samaipata y regresó a Salta. En el norte de Argentina se vio inmerso en las confrontaciones internas que siguieron a la proclamación de Independencia, enfrentándose sin mucho éxito a los “federales”.

Al igual que Bernardo Monteagudo y Jaime de Zudáñez, su hambre emancipadora lo llevó a buscar la gloria en otros territorios. En 1819 se incorporó al Ejército de los Andes en Chile. El general José de San Martín lo designó al mando de una división para su Expedición libertadora del Perú. Tras su llegada a destino se hizo cargo de las dos importantes campañas a las sierras, para obtener el control sobre esa área antes que los realistas pudieran utilizarlas como base de operaciones. Tras la proclamación de la Independencia del Perú, fue nombrado gobernador de las provincias norteñas del futuro territorio peruano y luego pasó a Ecuador, donde intentó mediar entre los libertadores Simón Bolívar y José de San Martín, quienes se entrevistaron en 1823 para tratar –sin éxito– de alcanzar un acuerdo sobre el futuro de las naciones liberadas.

El militar independentista no tuvo éxito al tratar de incorporar Tarija a la provincia de Salta

Mientras todavía el Alto Perú luchaba por su independencia, el 1 de enero de 1824 Arenales fue nombrado gobernador de Salta. La historia apunta que su administración fue ordenada y eficiente, procurando establecer un gobierno liberal en concordancia con el que Bernardino Rivadavia había establecido en Buenos Aires. Al año siguiente hizo una última campaña al Alto Perú, esperando luchar contra el último reducto realista en esas provincias; pero el general realista Pedro de Olañeta murió asesinado por sus propios soldados, y en definitiva Arenales no logró nada: incluso fracasó en reincorporar a su provincia (Salta) la región de Tarija, que había sido parte de la misma.

También, siendo gobernador de Salta, envió tropas salteñas para colaborar en la Guerra del Brasil, librada entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Imperio del Brasil a consecuencia de la decisión de la Banda Oriental de reincorporarse como una provincia rioplatense.

Fue reelecto gobernador de su provincia en 1826 y organizó una expedición de reconocimiento del río Bermejo con el objeto de evitar los ataques de los indígenas del Chaco.

Los federales argentinos se oponían a su gobierno, y lo acusaban de querer perpetuarse en la gobernación. En el mes de febrero de 1824 había estallado una revolución en su contra, que terminó con el fusilamiento de su cabecilla, el coronel Bernardino Olivera, héroe de la guerra gaucha. En mayo de 1826 fracasó una nueva revolución, pero la de enero de 1827 tuvo más éxito. Arenales envió al coronel Francisco Bedoya –el mismo militar que había derrotado a Francisco Ramírez en su última batalla– a enfrentar a José Ignacio Gorriti, pero este fue derrotado y muerto en Chicoana, el 7 de febrero. La derrota de las tropas oficialistas ocasionó que Álvarez de Arenales y sus partidarios se exiliaran en Bolivia.

Regresó a su provincia en la época de la guerra civil de 1829 pero no actuó en política. Después de la derrota de los unitarios en la batalla de La Ciudadela, se marchó a Bolivia “a visitar unos parientes”.

Falleció en la localidad de Moraya, municipio de Villazón, cerca de la ciudad de Tupiza, en 1831, en la casa del coronel José Manuel Pizarro. Fue sepultado allí en el osario común a excepción del cráneo. En 1959 sus restos fueron repatriados a Salta, donde descansan en la Catedral.

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