Papá exadicto al alcohol sale a flote por su familia
‘Remataba’ víveres y hasta llegó a robar a los amigos para poder solventar el terrible vicio
Hace 16 años que se mantiene sobrio y sigue con firmeza las reglas que le marcaron durante el proceso de rehabilitación. Ahora, con 70 años, no consume alcohol, lleva una vida sin alteraciones y está abocado a brindar apoyo a otras personas que, como él en su momento, sufren las consecuencias del alcoholismo.
Él es Javier (nombre convencional), miembro de Alcohólicos Anónimos Sucre “Donde Todo Empieza” y papá de ocho hijos. Al celebrarse este martes 19 de marzo el Día del Padre boliviano, CORREO DEL SUR presenta su testimonio, en el que él destaca cómo pudo salir adelante gracias al amor a su familia.
Aprovechando esta fecha festiva, recapitula algunos de los momentos en los que “tocó fondo” por el alcoholismo, un mundo en el que estuvo involucrado por casi tres décadas. “Por la gracia de Dios hoy soy un alcohólico rehabilitado”, dice él.
TODO POR UNA CALUMNIA
Cuando aborda esa etapa de su vida, Javier transmite la sensación de vacío que experimentó en aquellos tiempos. Sus palabras denotan una falta de motivación y entusiasmo, carencias que buscaba llenar con el estímulo que le provocaba el alcohol en su cuerpo.
Dice que no pretende justificarse, pero que el comienzo de todo se debió a una acusación por un delito que no cometió: “Fui víctima de puras calumnias”. Era todavía un adolescente, estuvo recluido en un centro penitenciario y fue trasladado a un correccional de menores. “Todo comenzó ahí”. Después de salir en libertad, dice que “se convirtió en una carga con la que intentaba lidiar”.
“Sentía rabia, rencor y frustración porque la gente me apuntaba sin ser culpable. Cada vez que me acordaba de eso, me iba a beber. Dios es grande porque, cuando la demanda terminó, yo salí inocente. Pero ya estaba marcado”, relata.
A sus 23 años decidió formar un hogar, al que mantenía con su trabajo de albañil. Pero, aun así, no olvidaba su hábito del alcohol en la mañana, al mediodía y cuando terminaba la jornada.
“Ya no tenía medida. Cuántos más días tomaba, yo me sentía más macho”, reconoce.
De la mano del alcohol llegaron los conflictos familiares. Y para olvidarse de ellos, Javier iba a “meterle un trago”.
Cuando faltaba el dinero, sacaba de la pulpería un quintal de azúcar y lo vendía al mejor postor. O pedía prestado en el boliche. !Y hasta les robaba a sus “amigos de chupa”!
“Mi obsesión mental por la bebida era grave. El deseo imperioso hacía que me levante a las cuatro de la mañana para bajar a pie desde Santo Domingo hasta donde yo sabía que había trago, siempre”, revela.
Hasta que un día, todo cambió. Y fue gracias a su familia, según lo reconoce en este Día del Padre...
NÚMEROS
Alcohólicos Anónimos Sucre “Donde Todo Empieza” cumplió 41 años el pasado 6 de marzo. Quienes tengan un familiar alcohólico pueden contactarse con cualquiera de estos dos números: 67604720 y 67894810.
El despertar de Javier: “¿Alcohólico yo?, no lo aceptaba”
Después de tres décadas, Javier sintió que su familia lo había hecho a un lado y que estaba perdiendo la confianza de sus hijos. Los compañeros de trabajo le decían: “Javier, mucho estás tomando”.
“Yo decía: ‘Qué les importa, es mi plata, para eso trabajo’. La palabra alcohólico para mí no me entraba por nada. ‘¿Alcohólico yo?’, no lo aceptaba”, acota.
Recuerda que “en el último año de mi carrera alcohólica ya estaba perdiendo el apetitito” y no sentía los sabores de los alimentos que consumía, ni siquiera del alcohol.
“Ahí me dije: ‘Esto ya no es posible, no es normal’. Mi casa estaba hipotecada y si me botan del trabajo, mi familia se quedará en la calle y eso no puede ser”, reflexionó en ese momento.
Entonces, decidió buscar ayuda, aunque en su cabeza todavía rondaba la idea de que “en Alcohólicos Anónimos estaban los peores”.
El 8 de enero de 2008, Javier asistió por primera vez a Alcohólicos Anónimos Sucre “Donde Todo Empieza” y a partir de esa fecha, durante un año, no faltó nunca. Ahora trabaja para rehabilitar a otros que luchan contra la misma adicción que él tuvo durante tres décadas.
“Fue el apoyo de mi familia, la comprensión de mi esposa, porque antes de eso en la casa no había domingo para compartir. Por amor a mi familia y, gracias al grupo, decidí dejar el alcohol y aprendí a servir a los demás. Ahora lavo ropa, platos, limpio, trapeo y cocino, lo que jamás en mi vida hacía antes”.
Tras dejar de beber, Javier recuperó a su esposa e hijos, y a los amigos que no forman parte de su pasado alcohólico.
“Alguna vez mis nietos me preguntaron: ‘Papá, nunca te vimos borracho, ¿por qué no tomas?’ ‘Soy enfermo, soy alcohólico, esa enfermedad tengo’, les digo”.