Bofedales, los ecosistemas resilientes que resisten al efecto del cambio climático

Llamas pastoreando en el bofedal.

Llamas pastoreando en el bofedal. Foto: Milenka Betancourt

 El volcán Uturuncu, guardián de Los Lípez.

El volcán Uturuncu, guardián de Los Lípez. Foto: Milenka Betancourt

 El volcán Uturuncu, guardián de Los Lípez.

El volcán Uturuncu, guardián de Los Lípez. Foto: Milenka Betancourt


    Milenka Betancourt para CORREO DEL SUR
    Sociedad / 30/06/2024 12:46

    Los Lípez, junio 2024

    Los bofedales son espacios de vida escondidos en el altiplano y las montañas andinas situados por encima de los 3.300 metros sobre el nivel del mar.  Fuentes de agua para los camélidos llamas, alpacas y vicuñas y reservas de vida, puesto que estos ecosistemas albergan a aves, pequeños peces y diversidad botánica. A esto se suma el rol de las mujeres indígenas que cumplen una función de custodia de estos ecosistemas y de aprovechamiento económico para la subsistencia de sus hogares y comunidades.

    Estos sistemas ecológicos están situados en los departamentos occidentales de Potosí, Oruro y La Paz, algunos no muy distantes de los centros urbanos, aunque también están los que se ubican en las regiones fronterizas con Chile y Argentina. Estos se convierten en fuentes esenciales de sustento para las poblaciones campesinas dedicadas principalmente a la crianza de camélidos.

    Río Chilenas es una comunidad que está a unos 480 kilómetros al suroeste de la ciudad de Uyuni. La única forma de llegar es por transporte terrestre, después de ocho horas de viaje por una carretera de tierra irregular en la que abundan las piedras. El pueblo está a 4.470 metros de altitud cerca del cerro Uturuncu, que según los comunarios fue un nevado en “tiempos de sus abuelos”, pero que ahora apenas conserva el blanco de la nieve en periodos cortos.

    Unas 50 casas conforman Río Chilenas. El pueblo no tiene agua ni electricidad, tampoco señal de telefonía. En la escuelita opera una pequeña sala de computadoras alimentadas por un panel solar y que sirve para que los pobladores se conecten al internet desde el exterior de esa habitación. Apenas hay cuatro estudiantes de primaria en ese centro educativo, mientras los mayores pasan la mayor parte del tiempo en el campo.

    El bofedal está a unos 10 minutos en vehículo. El verdor de los cojines de pastos, una especie de almohadillas que se forman por la humedad y la vegetación, resaltan a lo lejos. El color de la vegetación rompe con la cromática del altiplano, predominantemente seco y árido. El agua del bofedal es cristalina y brilla cuando se descongela con el sol del mediodía. La temperatura habitual en el sitio es en promedio de unos - 7 grados celcius (°C). El frío gobierna en ese sector cuando el sol comienza a esconderse y sopla el viento.

    “Tenemos lugares complicados con el acceso a agua, hay bofedales negros y secos; esos lugares queremos recuperar para que no estén quemados los bofedales y la llamas tengan más alimento”, comentó Miguel Mendoza, comunario de Río Chilenas.             

                                          

    Humedales de altura

    Los bofedales son humedales de altura y forman parte de la convención Ramsar que es un tratado intergubernativo que tiene por objeto la conservación de estos espacios naturales. En Bolivia algunos de los sitios Ramsar son el lago Titicaca, los lagos Uru Uru y Poopó, Laguna Colorada, Los Lípez en donde están varios bofedales Cuenca de Tajzara, Laguna Concepción, bañados del Izozog, Palmar de las Islas y Salinas de San José además del Pantanal boliviano.

    Rio Chilenas, está en Los Lípez y es parte de la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Abaroa, un área natural protegida de Bolivia. El sitio fue declarado un sitio Ramsar y según datos oficiales de su propia Web de 2009 señala que la extensión de los humedales en este sector sobrepasa los 1,4 millones de hectáreas incluyendo “zonas salinas permanentes, hipersalinas y endorreicas altoandinas. Lagos salobres, así como bofedales y humedales geotermales”.

    La declaratoria de sitio Ramsar no es una garantía de preservación en sí misma ya que se han producido episodios trágicos de degradación ambiental en sitios importantes que tenían esa designación.

    En Bolivia, los casos más dramáticos fue la evaporación total del lago Poopó en 2015, que antiguamente sirvió a pueblos indígenas ancestrales que se dedicaron al ganado y la pesca. Asimismo, el lago Uru Uru, colindante con la ciudad de Oruro, que en 2021 se convirtió en un desértico basurero lleno de deshechos plásticos.

    Los bofedales son ecosistemas únicos de altura llegan a compararse con “oasis” en el altiplano árido y seco albergan y proveen agua dulce, son como unos sumideros naturales ya que almacenan dióxido de carbono y evitan que se libere a la atmosfera. Por lo que cumplen un rol fundamental para la reducción en el impacto de los gases de efecto invernadero mitigando los efectos del cambio climático.

    “La diversidad botánica o la diversidad biológica de un bofedal es un indicativo de cuán sano está el bofedal”, señaló Claudio Velasco, coordinador del programa “Bofedal es Vida” del Instituto Interamericano de Cooperación para la agricultura (IICA) en Bolivia.

    De ahí nace la necesidad de tener información más exacta sobre la diversidad biológica de los bofedales, principalmente la botánica, puesto que esto da “da un indicativo de la capacidad de generar biomasa”, agregó Velasco.  La biomasa se refiere a la calidad y cantidad de alimento que genera ese bofedal para la alimentación de los camélidos junto al diseño de estrategias para su conservación.

    “Las llamas son gustosas, no comen cualquier pasto, el del bofedal es el preferido por ellas” señaló Dorita Flores, comunaria de Río Chilenas.

    En las poblaciones de Los Lípez, como Río Chilenas y Quetena, existe una relación estrecha entre los bofedales, los camélidos y la subsistencia de los seres humanos. Sin embargo, este ciclo se ha visto afectado últimamente por los efectos de la sequía que sufrió el país en 2023 y el cambio climático. Los bofedales han perdido volumen de agua, por lo que el alimento para los animales se ha reducido causándoles una merma en su crecimiento y hasta la muerte.

    “Cuando era joven había agua por todo lado, han perforado pozos y ya no hay agua. Tenemos temor, las llamas pesan 25 a 30 kilos antes alcanzaban los 60 kilos, había harto forraje y llovía. A hora ya no y esa alimentación se ha perdido (…) debido al paso del tiempo, al sobrepastoreo, al cambio climático y otros factores estos ecosistemas se encuentran degradados y amenazados”, dijo el comunario Cristóbal Huanca.

    La sequía es uno de los factores que afecta a este ecosistema. También las temperaturas bajas que se dan entre octubre y noviembre hacen que al ganado “le llegue la flacura”, contó Susana Flores. Por eso, los habitantes de Los Lípez buscan alternativas para alimentar a sus llamas con especies nativas resistentes de forraje o técnicas para la cosecha de agua que sirvan para generar algo de vegetación.

     

    Mujeres y producción

    Las mujeres campesinas son las custodias de los bofedales y las que encargadas principales de generar los ingresos en sus hogares. En Los Lípez, muchas de ellas se dedican al pastoreo de los camélidos que implica el traslado del ganado a los sitios en los que se puede encontrar hierba fresca para su alimentación. Además que se encargan del cuidado de los animales ante posibles depredadores como el zorro andino o que queden empantanadas en los humedales. Mientras esto pasa, dedican horas a la confección de tejidos en base a la lana de llama para sus familias o la venta a los turistas.

    Yrma Berna es una joven mujer nacida en Quetena Chico, una comunidad del municipio de San Pablo de Lípez perteneciente a la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Abaroa, un área natural protegida de Bolivia, que tiene conciencia de la importancia del bofedal en la vida de su comunidad.

    “El invierno es muy duro aquí, nuestras llamas se mueren sin pasto por eso es importante mantener verde el bofedal”, aseguró.

    Yrma se sienta casi a diario en las orillas de un bofedal extenso mientras vigila a su ganado, mientras teje con palillos una chompa de lana de llama con la fibra que extrae de una rueca manual. Cuando concluye ese trabajo suele ofrecer sus tejidos a los turistas que llegan para visitar los paisajes de los Lípez. El costo de su trabajo varía de acuerdo a la cantidad de lana que utiliza y el detalle de las figuras, que pueden costar hasta 1.000 bolivianos.

    La genética y la alimentación de las llamas es fundamental para la calidad de fibra. De esto depende la finura mientras más delgada mejor la densidad o cantidad, los risos o el color, ya que la lana blanca es la más requerida ya que se puede dar la tonalidad que se quiera. Las canas en la lana de las llamas se considera un factor negativo en el mercado.

    Franklin Blanco, experto en camélidos del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) en Bolivia “el 60% de las llamas en Los Lípez son de color entero”, este es factor muy importante al momento de comercializar la fibra ya que el mercado “exige” la distinción completa de colores.

    Blanco indicó que una llama puede ser esquilada desde su primer año hasta que cumple los siete. Solamente una vez cada 12 meses principalmente por las condiciones climáticas extremas de la zona de Los Lípez. Una llama t’amphulli, que es la que más lana produce, alcanza una carga de 1,7 kg de fibra cada dos años de esquila. En este proceso, las mujeres son fundamentales, ya que está mayormente a su cargo.

    Por otro lado, las familias aprovechan la carne de las llamas para su alimentación, famosa por ser saludable debido a sus bajos niveles de colesterol. En los últimos años su consumo ha penetrado en las principales ciudades de Bolivia a lo que se suman algunas variedades como los embutidos y el charque, que es la carne deshidratada. En esta cadena de producción las mujeres también son importantes ya que de ellas depende la búsqueda de espacios para su comercialización.

    La Organización de Naciones Unidas (ONU) proclamó al 2024 como el Año Internacional de los Camélidos por la importancia en temas alimenticios y socioeconómicos, donde el rol de la mujer es fundamental respecto a la transmisión de saberes ancestrales. Los bofedales son la fuente principal de alimento para el ganado camélido y estos son el medio de subsistencia para los habitantes de las zonas dedicadas a esa actividad.

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