Homenaje internacional ineludible

El 22 de mayo el eco de la historia volvió a recorrer los muros de la Casa de la Libertad, que esa mañana tenía un aire distinto. No era solo el murmullo reverente de los asistentes. Era la presencia invisible -pero viva- de una mujer que desafió su tiempo, que cabalgó entre cerros y batallas, y cuyo nombre, aunque alguna vez relegado al olvido, hoy resuena con fuerza renovada: Juana Azurduy de Padilla.

Dentro de los actos rumbo al Bicentenario de Bolivia, la Unión Europea, junto a las embajadas de Francia y Suecia, le rindió un homenaje póstumo a la heroína. Más que un tributo individual, fue un reconocimiento al símbolo vivo de la lucha por la libertad y la igualdad.

En el mismo lugar donde se proclamó la independencia, el embajador de la Unión Europea, Jaume Segura, evocó a Juana no solo como guerrera, sino como una figura silenciada que hoy es rescatada por la memoria colectiva. La acompañaron la embajadora de Francia, Hèlène Roos, y el Ministro Consejero de Suecia, Hans Magnusson, quienes destacaron su legado como emblema de la fortaleza femenina boliviana.

El acto unió pasado y presente. El gobernador de Chuquisaca, Damián Condori, agradeció el reconocimiento a una de las hijas más ilustres de la región, mientras el alcalde Enrique Leaño recordó el deber de seguir su lucha por la igualdad.

Segura cerró con un deseo: que los próximos dos siglos sean testigos de una justicia plena para las mujeres bolivianas. 

Así, entre discursos y memoria, Juana Azurduy volvió a cabalgar, esta vez, en el alma de la diplomacia.