Un 8M más
Existe un factor en particular arrasando actualmente dentro de las movidas organizativas para la marcha del 8 de Marzo. En realidad, dentro de las estructuras que definen al movimiento de mujeres de clase en nuestras ciudades.
Existe un factor en particular arrasando actualmente dentro de las movidas organizativas para la marcha del 8 de Marzo. En realidad, dentro de las estructuras que definen al movimiento de mujeres de clase en nuestras ciudades. Un factor despolitizante y enceguecido en una idolatría de derrota y victimismo. Al encontrarnos con el 8 de Marzo, enfrentamos un feminismo clasemediero que carece totalmente de una concepción orgánica del mundo y de la historia, porque ve únicamente los efectos evidentes de la superficie social, pero no las causas que nos trajeron a ellos, ni la continuidad de los mismos. Esta organización nos exige una anarquización de nuestras posturas para así poder mantener una “unidad” el día de la marcha, volviéndose esta concepción de feminismo una especie de sabiduría heterogénea que ni siquiera entiende de las responsabilidades de quienes quieren actuar desde el conocimiento no superficial.
Las feministas que no entienden la necesidad de las mujeres trabajadoras de poder afiliarse a un partido de izquierda en una sociedad económicamente condicionada, le faltan el respeto a lo sistemático y por ende, a lo científico, lo cual las dota de su carácter abstracto y las aísla completamente de cualquier característica revolucionaria. Lo que faltaría recordar en cada organización que quiere emprenderse durante el 8 de Marzo para que así le corresponda su adecuada conmemoración a la mujer trabajadora, sería un análisis de las causas de la explotación, un análisis de cómo la evolución de la sociedad lleva hacia el socialismo y un análisis de la lucha de clases como la fuerza creadora en la realización del socialismo.
De cualquier otra manera, la anarquización del feminismo lo convierte en un aliado objetivo del pensamiento burgués. Pongamos algunos contraejemplos; años antes de las elecciones en Brasil, los movimientos sociales ya se movilizaban mediática y coyunturalmente a favor del Partido de Los Trabajadores. No solo las comunidades obreras, hago referencia también a las movidas feministas de “clase media”, las luchas antirracistas, el movimiento trans, lxs trabajadorxs sexuales y hasta colectivos ambientalistas, sin importar su posición social y a pesar de no ser todxs PTistas, porque reconocían la urgencia de aferrarse a una estructura estatal para poder salir del fascismo que los iba exterminando todos los días. No porque buscaran un paraíso socialista perfecto, ni porque pretendiesen la liberación del proletariado con la victoria de Lula.
Lo mismo pasaba en Colombia; colectivas feministas de “clase media” denunciaban mediáticamente y en las calles al Uribismo paramilitar, nos hablaban de historia, nos recordaban sobre las torturas durante la Operación Orión, los falsos positivos, los asesinatos a sangre fría a plena luz del día y cómo votar por Petro era lo único para sacar a Duque. Presenciamos también a María José Pizarro recordando a su padre y al M-19 desde el feminismo. Y es que esto sucede porque esto es Latinoamérica apelando lo más que se pueda hacia lo popular desde cualquier pensamiento de izquierda, no porque no se tengan críticas ni cuestionamientos, no porque sus organizaciones sean perfectas, mucho menos sin reconocer que igual existe un derecho burgués y patriarcal en cualquier estructura de poder, sino, porque para conseguir una salida a la represión que actualmente existe, es necesario dejar de lado por un rato las comodidades que trae el hecho de no estar escogiendo ningún bando sólo porque vaya en contra de tus intereses, y poner a los de la clase obrera junto a las sociedades marginadas como prioridad, aunque no se trate de una realidad personal.
En Bolivia, después de un golpe de Estado y a dos años de las elecciones, tenemos Comités Cívicos que nadie ha elegido, paramilitares secuestrando y reprimiendo a su propia gente y sucesivos intentos de desestabilización democrática, mientras nos encontramos con un feminismo anarquista y apolítico privatizando espacios de lucha en base a identidades y fragmentando a los movimientos sociales en pedazos cada vez más pequeños. Una cosa es comprender que las voces de lxs oprimidxs deben ocupar un espacio prioritario, y otra muy diferente es censurar a los sujetos dentro de la izquierda únicamente por su identidad al haber convertido cualquier afirmación que provenga de grupos oprimidos en una ley que el resto no tenga derecho a cuestionar.
Las políticas de identidad son simplemente un sesgo neoliberal y posmoderno de histeria que pone a la experiencia como única y máxima autoridad, y oculta el hecho de que existe también una lógica pura y dura que no entiende de privilegios. Es más importante si algo que se dice tiene consistencia y sustento desde el lugar donde se lucha que el hecho de que cierta identidad no pertenezca a dicho paraguas de opresión. Al anarquizar el 8 de Marzo se desperdicia un grandísimo campo de batalla al estar reduciendo toda actividad revolucionaria a meros levantamientos condenados al fracaso por carecer de plan, estrategia y dirección. Personalmente y desde mi propio entendimiento acerca del feminismo marxista, la cuestión de clase va negándose y definiéndose a cada momento mientras encuentra sustento en las conexiones que se identifican entre el desarrollo de la economía mundial, los constructos sociales y las posiciones políticas, es por eso que condeno y condenaré siempre la exclusión que se atrevan a hacer en contra de las mujeres afiliadas al IPSP dentro de las marchas feministas. Es simplemente absurdo que exista un rechazo tan agresivo en contra de las relaciones que las mujeres proletarias ejercen cuando se organizan en partidos políticos. No puede existir ninguna organización aceptable si es de individuos libres, de carácter apolítico y no jerárquico porque, además de ser esto carente de estructuras representativas, aparece también una destrucción hacia las pocas posibilidades que tienen las mujeres proletarias de crear algún frente a la burguesía en los terrenos político, económico y social.
La reivindicación de igualdad de las mujeres, cuando se despolitiza o anarquiza, se vuelve un acuerdo entre mujeres burguesas, se convierte en pura ideología de grupos débiles sin raíces materiales y en una farsa del antagonismo entre hombre y mujer. A medida que el neoliberalismo explota con éxito el género para los intereses de clase del capital también en nuestras calles, se vuelve un deber enfrentarnos a una importante tarea de diseñar estrategias anticapitalistas basadas en la resistencia al mercado y su reproducción. De cualquier otra forma, el 8 de Marzo continuará siendo el parque de juegos en el patio trasero de cualquier feminista que le alcance para comprar un frasco de glitter y escupirlo por donde camine.