Brecha digital en razón de género
La información y la comunicación constituyen conceptos que coadyuvan a comprender las claves de la sociedad del siglo XXI, que muchos autores denominan como “sociedad de la información”.
La información y la comunicación constituyen conceptos que coadyuvan a comprender las claves de la sociedad del siglo XXI, que muchos autores denominan como “sociedad de la información”. Dentro de ello, las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), vienen a ser el pilar fundamental en cuanto a los avances informáticos y a las enormes posibilidades que brinda Internet, que tiene un papel protagonista. Si bien es cierto que antes de la pandemia del covid-19 las TIC tenían un rol importante en la vida de las personas, a partir del 2020, la utilización de internet y redes sociales ha tenido un crecimiento exponencial a nivel mundial en todos los ámbitos.
Sin embargo, ese crecimiento no se ha desarrollado en igual medida para todos, existen diferencias entre las ciudades y el área rural, o por la renta de las personas, y también las diferencias entre niñas y niños, que en el ámbito educativo y en virtud de la pandemia, en muchas familias que contaban con un solo dispositivo para conectarse a internet, se establecía la preferencia de los niños para que ingresen a las clases virtuales, por ejemplo; y en el mundo del trabajo, con la pandemia han sido las mujeres las más afectadas, ya sea por el desafío del teletrabajo, que evidenció para miles, la falta de preparación en el acceso y uso de herramientas tecnológicas, o porque el trabajo invadió el hogar haciendo más difícil la atención de las obligaciones laborales, o en muchos casos, por todos los factores combinados que dieron lugar a que muchas mujeres se vean en la necesidad de renunciar a sus fuentes laborales.
La desigualdad en el acceso a internet y las TIC se conoce como brecha digital en general. La brecha digital en razón de género, son las desigualdades entre hombres y mujeres en cuanto al acceso, uso y apropiación de las tecnologías. En ese marco, la brecha digital por género puede ser analizada desde diversos puntos de vista, como el educativo, laboral, político, social, etc., en los que no está ausente el factor de discriminación o de acoso, según el caso.
De acuerdo a UNICEF, el concepto “brecha digital”, del inglés “digital divide”, surgió en los años 90, cuando la población comenzó a acceder a Internet, se fabricaron los primeros celulares y el avance de la tecnología fue impactante; pero, desde ese momento, ya empezó a quedar claro que el acceso a esas tecnologías no iba a ser equitativo para todas las personas, lo que podría agravar las diferencias económicas, sociales y del ejercicio de derechos que ya había entre distintos grupos sociales, aspectos que evidentemente han sucedido y continúan reproduciéndose, pues a pesar de la constatación de mayor conectividad en el siglo XXI, persisten los impedimentos para que, en general, las mujeres puedan recibir la formación adecuada para conseguir las habilidades digitales requeridas actualmente, como navegar por internet, llenar formularios online, hacer trámites, postular a trabajos, tener entrevistas virtuales, etc.
En ese marco, dentro de las brechas de género en el mundo del trabajo, se debe visibilizar la brecha digital. A nivel global, la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) estima que la brecha de género en el uso de Internet en los países desarrollados es de aproximadamente 12 puntos porcentuales, pero la brecha es significativamente mayor en los países menos desarrollados, donde la tasa de conectividad entre mujeres alcanza solo la mitad de la tasa para los hombres. Y, de acuerdo a estudios recientes de la OIT, la menor participación laboral femenina y la mayor incidencia del trabajo a tiempo parcial entre mujeres están asociadas con menores oportunidades de acceder a Internet en el trabajo o desarrollar habilidades TIC a través de la capacitación laboral y el uso intensivo de Internet.
se debe tener presente que, la brecha digital en razón de género, forma parte de las desigualdades e inequidades en contra de la mujer, por lo que, las posibles soluciones deben partir del enfoque de eliminación de los roles de género y los estereotipos”.
Según estudios de la CEPAL, la OIT y ONU Mujeres, las mujeres constituyen uno de los sectores más vulnerables en el ámbito social y laboral, pues a nivel mundial ganan menos, ahorran menos, tienen empleos menos seguros, y tienen más probabilidades de estar trabajando en la economía informal y, en consecuencia, de tener un nivel inferior de protección social. Las desigualdades laborales se han profundizado con la pandemia. La significativa reducción de la tasa de ocupación no se verificó con igual intensidad entre hombres y mujeres, y les está costando mucho más recuperar fuentes de empleo. De acuerdo a datos del INE Bolivia, entre julio de 2020 y mayo de 2022, la población desocupada se redujo en 229.000 personas; por género, la tasa de desocupación en mujeres se redujo de 11,7% que se produjo en julio de 2020 a 5,2% en mayo de 2022; en el caso de varones, este indicador bajó de 10,8 % en 2020 a 3,3% en mayo de 2022. El impacto más intenso entre las mujeres se asocia, por un lado, a la mayor presencia femenina en sectores económicos fuertemente afectados como, por ejemplo, los de hotelería y restaurantes, y en otras actividades de servicios y del sector de hogares. Por otro, a la mayor incidencia de la informalidad entre las mujeres. La informalidad afecta a 1 de cada 2 mujeres en América Latina, de acuerdo a datos de la OIT. En sectores económicos altamente feminizados como, por ejemplo, el de trabajo doméstico, la tasa de informalidad alcanza al 80/90 por ciento. Si a ello sumamos la diferencia en cuanto al acceso, manejo y gobernanza de las TIC, el problema se ahonda aún más. La brecha digital de género no solamente afecta la vida cotidiana también influye en el empleo, de acuerdo a un informe presentado por el Instituto de la Mujer, la digitalización hace que se presente un gran desfase entre la demanda y la oferta relacionada con la creación de nuevos puestos de trabajo, y este desfase en el caso de las mujeres tiende a ser mayor.
Cabe puntualizar que el acceso de la mujer a las TIC no es solo una cuestión de igualdad de género, sino una necesidad urgente en la agenda de desarrollo para 2030. A ese fin, se debe tener presente que, la brecha digital en razón de género, forma parte de las desigualdades e inequidades en contra de la mujer, por lo que, las posibles soluciones deben partir del enfoque de eliminación de los roles de género y los estereotipos que provocan que en varios sectores de la población y aún en pleno siglo XXI, se condicione a las niñas desde pequeñas, a perder interés en asuntos relacionados con la tecnología -aunque se apoye el uso de redes sociales, pero solamente para “lo social”-, partiendo de la premisa de que si no se cambia la mentalidad, los avances tecnológicos seguirán lejanos a las mujeres. Asimismo, se deben realizar acciones concretas por parte de los gobiernos para potenciar la alfabetización digital en aquellos lugares en los que las mujeres están alejadas de las TIC, y al mismo tiempo, se requieren políticas públicas serias y sinceras para visibilizar el papel de la mujer en las TIC, en cargos públicos y en esferas de toma de decisiones.